Chávez, héroe mediático

Se equivocan quienes dicen que Hugo Chávez nunca aportó nada al periodismo. Al protagonizar durante muchas horas un show televisivo de su propia factura en que, además de hacer gala de sus dotes de orador incansable, canta e incluso baila, el presidente venezolano se ha erigido en una figura mediática mundial. En cierto modo, pues, acertaban los académicos de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata cuando lo premiaron por su contribución a la “comunicación popular”. Con la posible excepción de deportistas como Lionel Messi y cantantes como Shakira, en los años últimos ningún otro personaje latinoamericano ha merecido tanta atención por parte de los medios. Así y todo, aunque día tras día los diarios, revistas, canales televisivos y radioemisoras se encargan de difundir a lo ancho y a lo largo del planeta sus opiniones sobre el imperialismo, los beneficios de la ducha comunista, el destino triste de la civilización marciana que fue destruida por el capitalismo, el carácter satánico del presidente norteamericano de turno y otros asuntos importantes, Chávez insiste en creerse víctima de una maligna “dictadura mediática” a la que “hay que señalar y derrotar”. En lugar de sentirse agradecido por la cobertura extensa que recibe y que le ha permitido comunicarse con centenares de millones de latinoamericanos, norteamericanos, europeos, africanos y asiáticos, el venezolano se queja porque de vez en cuando otros aprovechan los mismos medios para criticarlo, de ahí lo de “la dictadura”. Parecería que no se le ha ocurrido que de ser los medios de difusión tan perversos como dice, se las hubieran arreglado para que nadie fuera de su propio feudo se enterara de su existencia. Otro aporte de Chávez al periodismo latinoamericano ha consistido en recordarle que en todas partes hay individuos que, de tener la oportunidad, no vacilarían en censurarlo directa o indirectamente. No sólo de trata de políticos despechados sino también de ideólogos izquierdistas o derechistas –a esta altura no es fácil saber en cuál franja militan– que, como los académicos platenses, sueñan con una prensa uniforme que se limite a repetir, con la reverencia debida, sus propias ocurrencias. Para tales personas, el pluralismo es una mala palabra. No les gusta la competencia acaso porque, a pesar de contar a menudo con subsidios gubernamentales, pocos manifiestan interés por sus productos periodísticos. Según ellos, el motivo de la indiferencia popular no es que sus disquisiciones ideológicas sean aburridas y los programas televisivos que confeccionan sean penosamente banales sino que, con astucia maquiavélica, los vendidos al imperialismo, capitalismo liberal y democracia burguesa han conseguido engañar a los incautos. Dicho de otro modo, lo mismo que los comunistas y fascistas, sienten desprecio por el pueblo ya que a su juicio es incapaz de elegir y por lo tanto necesita que una elite iluminada le diga lo que es bueno y lo que es irremediablemente malo. Que el revolucionario bufonesco Chávez cuente con admiradores en nuestro país no debería ocasionar sorpresa; en todos los países democráticos y pluralistas se da una franja conformada por personas de ideas totalitarias que, en circunstancias determinadas, pueden hacer mucho daño. Lo que sí es un tanto inquietante es que pareciera que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner comparte los puntos vista de su homólogo venezolano sobre la libertad de expresión. Es sin duda natural que Cristina quisiera que el relato que ha improvisado se convirtiera en la doctrina, cuando no la verdad, oficial, pero no convendría que para alcanzar su objetivo intentara amordazar a quienes se niegan a tomarlo en serio, so pretexto de que, merced al triunfo electoral del 2007 o a una eventual reelección en octubre, tiene derecho a silenciar a los simpatizantes de los perdedores. Puede que, como a Chávez, a Cristina le encantara que el país que gobierna fuera monolíticamente oficialista y que los medios de difusión nacionales se dedicaran a rendirle homenaje y, en su caso, a aportar a la apoteosis de su difunto marido, pero sería de suponer que, luego de haberlo pensado, le parecería un tanto antipático ser recordada por generaciones futuras como una presidenta autoritaria más interesada en hacer callar a sus críticos que en cumplir lealmente con sus obligaciones constitucionales.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 860.988 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Domingo 3 de abril de 2011


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