Cómo ser una madre moderna sin perder la batalla

Es “Autobiografía de una madre incorrecta”.

Julieta Grosso

Con una repercusión en ascenso que supera el millón de visitas, la serie on-line “Según Roxy” resignifica su origen bloguero en un libro de Julieta Otero y Azul Lombardía que al grito de “Autobiografía de una madre incorrecta” registra las pequeñas tragedias domésticas de una mujer que intenta conciliar el rol maternal con un pasado revolucionario e inconformista.

Roxy no es obra de un ardid literario sino fruto de la vocación catártica de dos mujeres que empezaron a testimoniar sus batallas cotidianas: los broncoespasmos, los pediatras, las “mamis” y los opinólogos de una comunidad “que no te da nada pero ama enseñarles a las madres cómo tienen que criar a sus hijos”.

“¿Querés galletitas?”, pregunta Otero a media sonrisa en lo que será el primero de los guiños que ilustran la intensa correlación entre ficción y realidad que atraviesa a Roxy, agente inmobiliaria, madre de Clarita de 3 años y esposa de Fabián, pero además niña sobreadaptada en los 80, militante en los oscuros 90 y mujer sobrepasada en los 2000.

La actriz que le asignó una estética al personaje vive en Villa del Parque y, como Roxy, ama las galletitas y transita un día moldeado por los contratiempos: una de sus hijas atraviesa un cuadro de broncoespasmo –la enfermedad que le quita el sueño a su (anti)heroína- y viene de una noche donde el termómetro alarmó con un 39.5 de fiebre.

“¡Hoy estoy ‘roxyada’”, alerta Otero a su coequiper, que sólo atina a contestar: “¡Yo también!”, confrontadas ambas a esa clase de avatares domésticos que –como a muchas de sus fans– obliga a improvisar maniobras acrobáticas para conciliar la vocación de madre con la realización personal y el imperativo de estar a tono con la batalla cultural que libró la generación de sus madres.

Aunque los escenarios y estímulos coincidan con los de cualquier madre, Roxy no es una madre moderna a secas: ella quiere ser una madre “progre”, si bien reconoce que el término escandalizaría a la roquerita de barrio o la joven troska que alguna vez fue. “Si algo no nos identificaba a las chicas bravas era la palabra progre”. Progre es light, “un yogur tomado para acelerar el tránsito ideológico”.

“Ella se ve a sí misma aburguesada y siente que la compró el sistema”, explica Otero, en tanto que Lombardía acota “sin embargo vio en la maternidad su lucha, porque cuando fue madre ya no estaba tan cerca de la militancia, así que todo el primer tiempo sintió que había una bandera para levantar en cuestiones como lactancia, colecho o parto humanizado”.

“En la maternidad canalizó su mirada política, su espíritu revolucionario y sus convicciones. El tema es que mientras la revolución social es un mundo enorme que está en el afuera lleno de certezas, la maternidad es un mundo privado lleno de dudas, misterios y mucha soledad… la soledad de una madre a las dos de la madrugada verificando si su hijo tiene fiebre”, ilustra Otero.

“Y aplasté mi identidad bajo un balde de alcohol en gel y un DVD de ‘Canta con Barbie’”, suelta Roxy, fiel a su humor. (Télam)


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