Crisis, negación y realidad en Neuquén


Que el gobierno elija qué batallas dar es una facultad política lícita, lo que viene ocurriendo es que no hay temas reconocidos por el equipo de Gutiérrez.


Lejos quedó en el tiempo el eslogan político del gobierno: Neuquén, la mejor provincia. La campaña, ideada por un exministro, resaltaba los indicadores positivos que acumulaba la administración provincial. Aquellos números en verde de la primera administración de Omar Gutiérrez, que fueron muchos, dieron paso a los antónimos. En la semana el Indec terminó de correrle el velo a uno de los datos más sensibles para cualquier gobierno: la pobreza en la tierra de las riquezas petroleras fue del 40,2% y la indigencia 12,3%.

Son más de 124 mil los neuquinos que están debajo de la línea de pobreza y casi 38 mil los que no tienen para comer sólo en el conglomerado Plottier-Neuquén. El dato estadístico refleja una realidad que dejó de ser invisible en los principales centros urbanos de la provincia. Alcanza con dar una vuelta por el centro de la ciudad capital para notar el incremento de personas, la mayoría menores de edad, que piden una colaboración u ofrecen algún artículo de venta callejera.

Los niveles de violencia, también reflejados en el incremento de los hechos delictivos, suman su aporte al cuadro de situación de la realidad neuquina que está en la superficie pero que no encuentra reconocimiento, por lo menos público, en los distintos niveles del gobierno neuquino.

El reclamo de los trabajadores autoconvocados de Salud dejó la postal que refleja el estado de situación en Neuquén: un enfermero estalló en bronca cuando un grupo de conductores hizo un contrapiquete por los bloqueos de los trabajadores y no permitía el paso de una ambulancia. “Hace un año que no veo a mi hijo por esta mierda”, descargó.


Los sondeos de opinión arrojan dos o tres datos significativos. Uno de ellos es el elevado nivel de angustia e insatisfacción que muestra el electorado.


Los sondeos de opinión que vienen realizando distintos sectores políticos arrojan dos o tres datos significativos. Uno de ellos es el elevado nivel de angustia e insatisfacción que muestra el electorado consultado. La pandemia explica gran parte de la frustración; sin embargo, la mala imagen otorgada a los gobernantes y la creciente intención de votos para sectores y candidatos ubicados en el espectro de la centro derecha de la política, terminan de completar el cuadro de situación. Son pocos los candidatos que conservan una buena imagen con un posicionamiento político más amplio.

Lo que antes parecía una estrategia, opinable como política pública, se convirtió en un déficit del gobierno provincial. Por indicación del gobernador, los miembros del gabinete y funcionarios eligen no hablar de temas que no consideran que no están en la agenda oficial, cada vez más distanciada de las necesidades reclamadas.

Que el gobierno elija qué batallas discursivas dar puede discutirse pero es una facultad política lícita, lo que viene ocurriendo es que no hay temas conflictivos reconocidos por el equipo de Gutiérrez. Por ejemplo, entienden que no hay crisis en el sistema de salud pública, pese a los reclamos salariales, cortes de ruta y renuncias en la terapia intensiva del hospital Castro Rendón y en la zona sanitaria V.

Ese silencio y la selección de a quién subir al ring, lentamente muta de estrategia comunicacional a negación.

La negación puede revisarse y encausarse. Primero hay que reconocerlo. Si se revisa la serie histórica de los niveles de pobreza de la provincia, un dato que ya es inaceptable, puede encontrarse responsabilidades compartidas: el gobierno provincial porque dirige la provincia desde hace medio siglo, el sector privado también debería reconocer su parte tan acostumbrado a la explosiva economía neuquina que convierte millonarios de la noche a la mañana y, también, los gremios que tan corporativos se comportaron en los últimos años.

Si el primer paso para reconocer una situación es la autocrítica, el MPN parece haberse distanciado de esa acción política primaria. El consejero de la Magistratura y multifacético Claudio Domínguez eligió una chanza para responder a la Justicia Electoral que lo consultó por su anticipada campaña gráfica: dijo que buscaba ser candidato para las elecciones en CALF y mandó a pegar -en un desprolijo tono azul más claro- el nombre de la cooperativa en todos los carteles, incluso aquellos que están en lugares donde la distribuidora eléctrica no tiene injerencia.


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