“Cuando sólo resta pedir piedad”
El simple sentido común indica que cuando nos toca lidiar en el ruedo judicial y se nos ha imputado una acción ilícita en forma injusta –esto es, no tuvimos nada que ver con el hecho que se nos imputa o hemos pagado rigurosamente hasta el último centavo la deuda que se nos reclama– alegamos y probamos la injusticia del requerimiento con los tapones de punta, blandimos la prueba ostensiblemente y decimos de la injusticia de la imputación o reclamo con fervor, con la convicción que da la circunstancia incontrastable de que la verdad está de nuestro lado, que se tata de un error o un acto de malicia que nos mortifica sin fundamento. Por el contrario, a veces la razón no está de nuestro lado de manera ostensible y clara; entonces, aunque utilicemos los mejores recursos técnicos y personales la confrontación no es aconsejable porque es obvio que en el supuesto de que nos involucremos en ella, sea por ignorancia o imprudencia, perjudicaremos gravemente nuestra pretensión. Allí sólo queda una opción: dirigirnos al tribunal y reclamar piedad, argumentar que si bien en este caso nos equivocamos no volverá a suceder, que acudimos a la prudencia y justicia del tribunal para que se nos otorgue una última oportunidad para saldar en condiciones posibles aquello que justamente se nos reclama y que no dudamos de que la habitual equidad del magno tribunal así lo resolverá. Lo expuesto es de rigor y única alternativa si nos topamos con una sentencia firme en contra. Allí, aceptando resignadamente esa decisión inconmovible, acudiremos a los jueces y nuestros demandantes negociando la mejor forma de saldar la deuda para que podamos no sólo honrarla sino evitar la quiebra fatal y estigmatizante, destacando que en la gran mayoría de los casos esta estrategia funciona partiendo siempre del respeto absoluto hacia el magistrado y la contraparte. Esto es lo que debió hacer Argentina con el juicio por el pago de la deuda que nos reclama el juez Thomas Griesa, porque es la actitud que corresponde a la buena fe, lo que indican la experiencia, la lógica y el sentido común, reglas de observancia inexcusable del buen deudor cuando tiene voluntad de resolver el conflicto. Lamentablemente, el gobierno ha hecho todo lo contrario. La presidenta Cristina Fernández y el ministro de Economía Axel Kicillof, lejos de pedir consideración al magistrado interviniente, lo han agraviado junto al sistema judicial norteamericano en su conjunto sin sustento alguno y nos han colocado en la peor situación imaginable, redoblando la apuesta cada día en un comportamiento incomprensible que acabará dinamitando cualquier posibilidad de recuperación económica y financiera del país con estos funcionarios o los que vengan y arrastrando al pueblo a la pobreza más ominosa. Héctor Luis Manchini DNI 7.779.947 Zapala
Héctor Luis Manchini DNI 7.779.947 Zapala
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