Cuanto peor, mejor
Puesto que a juicio de ciertos estrategas de la Casa Rosada, en especial los vinculados con La Cámpora, le conviene a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que la provincia de Buenos Aires se transforme en un aquelarre, era de prever que el gobierno nacional demoraría hasta el último minuto el envío del dinero necesario para pagar los sueldos de los 550.000 empleados públicos de la jurisdicción. También lo era que se las arreglarían para que el gobernador Daniel Scioli tuviera dificultades para abonar el medio aguinaldo, lo que brindaría a los empleados públicos un pretexto inmejorable para manifestar su disconformidad. Según los voceros kirchneristas, entre ellos el fugazmente reaparecido ministro de Economía Hernán Lorenzino, el desaguisado financiero que está experimentando la provincia más poblada y, por un margen muy amplio, electoralmente más importante del país se debe exclusivamente a la pésima gestión de Scioli. Se trata de una verdad a medias. Si bien a nadie se le ocurriría acusar al gobernador bonaerense de ser un administrador sumamente eficaz, en comparación con la presidenta y funcionarios como el secretario de Comercio Guillermo Moreno o los jóvenes que están a cargo de Aerolíneas Argentinas es un dechado de eficiencia prusiana. Asimismo, además de tratar de manejar las finanzas de un distrito absurdamente sobredimensionado que incluye los gigantescos bolsones de pobreza del conurbano, Scioli tiene que enfrentar todos los días las maniobras destituyentes de personajes como el vicegobernador Gabriel Mariotto que, fieles al principio leninista de que cuanto peor anden las cosas mejor será para ellos, quieren hacerlo tropezar con el propósito de poner fin a sus aspiraciones presidenciales. ¿Y los bonaerenses? Desde el punto de vista de la presidenta y de su servidor Mariotto, para que la provincia de Buenos Aires reciba los fondos que necesita sus habitantes tendrán que darle la espalda al gobernador. En nuestro país es tradicional que “la Nación” reparta dinero, obras públicas y así por el estilo según criterios que son netamente políticos, ayudando a los leales al presidente de turno y castigando a quienes no lo son, pero ningún gobierno lo ha hecho con tanta desfachatez como el encabezado actualmente por Cristina. En muchas provincias y municipalidades dicho método funciona muy bien, ya que la gente sabe que su bienestar depende de la relación del jefe local con la Casa Rosada, pero parecería que todavía hay muchos bonaerenses que se resisten a prestarse al juego cínico que los kirchneristas les han propuesto, razón por la que, para indignación de Cristina y quienes la rodean, Scioli sigue contando con un índice de aprobación que es superior a aquel de la mismísima presidenta. Así, pues, a los comprometidos con el proyecto personal de Cristina no les será tan fácil convencer a los bonaerenses de que el ajuste, que con toda seguridad se hará mucho más penoso en los meses próximos, se debe a nada más que la inoperancia del gobernador. Por ser tan flagrante la política de hostigamiento que han emprendido los incondicionales de Cristina, muchos tenderán a culpar al gobierno nacional por los problemas económicos de todo tipo que ya están surgiendo. En tal caso, la estrategia que han elegido resultaría ser un bumerán. Lo que quieren aquellos oficialistas que son conscientes de que “el modelo” se ha agotado porque les falta el dinero preciso para continuar aumentando el gasto público es asegurar que otros, por preferencia rivales en potencia como Scioli, paguen todos los costos políticos del “ajuste brutal” que, nos advirtió algunos meses atrás la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, tendría que instrumentarse a menos que el gobierno nacional pudiera echar mano a las reservas. Si bien a esta altura el ajuste tan temido parece inevitable, Cristina espera que la mayoría lo atribuya a los gobernadores o intendentes, pero es poco probable que logre su propósito. Aquí, casi todos los problemas políticos y económicos terminan nacionalizándose, propensión que en los buenos tiempos favorece mucho a quien está en la Casa Rosada pero que lo perjudica en los malos, aun cuando las dificultades se hayan debido a factores que ningún mandatario nacional estaría en condiciones de modificar.
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