Cuatro casos de abusos policiales en menos de un mes: ¿torpeza o brutalidad?

Cuatro casos de evidencias y sospechas de abuso policial en menos de un mes deberían ser motivo no sólo de preocupación, sino también de severa introspección y rápidas acciones dentro de la fuerza policial y del propio gobierno rionegrino.

Vejámenes a un adolescente de Cinco Saltos, golpiza a un periodista de Catriel, intimidación y agresión a militantes cipoleños y, ahora, golpes a “pistolazos” y puños a un hombre, con un tiro que se escapa en una plaza con chicos en Allen. Preocupante dosis de brutalidad.

Más allá de los sumarios iniciados, cuyas conclusiones no pueden darse el lujo de la demora y el mutismo, habrá que repasar urgente algunos aspectos esenciales:


• ¿Qué parte de la acción policial queda en el universo de la discrecionalidad?


 ¿Qué modelo de cultura policial impera en la fuerza?


• ¿Hay realmente evolución de un cambio cultural en la formación de los uniformados?


• Más perentorio: ¿está realmente claro el protocolo a seguir por parte de los agentes frente a situaciones imprevisibles del curso de las intervenciones, en casos de enfermos psiquiátricos o en respuesta a una provocación, por citar unos ejemplos?


• ¿Torpeza o barbarie?


• ¿Cuál es, habitualmente, la relación del policía con la ley? ¿Se sabe que solo debe actuar como auxiliar de la Justicia, conocer y respetar el Código Procesal Penal y aventar cualquier tentación arbitraria o autoritaria.


Las conductas exhibidas en menos de un mes deberían ser una sonora señal de alarma para determinar qué falla, en el marco irrenunciable de principios, derechos y garantías constitucionales de los que un policía nunca debería salir.


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