De cocinar en Bariloche a donar comida en Madrid

Cuando festejaba el primer año de su local en España, Adrián Rojas vio como el coronavirus daba vuelta todo. Hoy, aprovecha su espacio y le da a quienes necesitan.

El 1 de marzo pasado, Adrián Rojas festejaba con su esposa, Clara, el primero año de su emprendimiento que estaba en auge después de un comienzo complicado. La “Casa 28 Comes” está ubicada en la calle Espíritu Santo 28 del barrio Malasaña, de Madrid. Buena carne, buenos vinos y cortes argentinos era su caballito de batalla. Todo marchaba bien. Sin embargo, en pocos días el escenario cambió por completo y tuvo que cerrar la carnicería, con degustación, fusionada con bar por la cuarentena obligatoria que ordenó el gobierno de España para combatir el avance del brote del COVID-19 (coronavirus).


Tras el cierre obligatorio del local, decidió donar los alimentos perecederos que le habían quedado. En poco tiempo volaron.

La situación social empeoraba por la crisis del coronavirus y Adrián comprendió que había llegado el momento de ayudar. Y con el apoyo de su esposa, decidió colaborar con lo que sabe hacer desde hace años. Empezó hace unas dos semanas a cocinar solidariamente en su local, con la colaboración de empleados, de amigos y vecinos. También de comerciantes del barrio que donan productos. Y ofreció raciones de comida en el horario del almuerzo. Gratis.

Relató que comenzó con una olla a presión de 7 litros que le habían regalado para Navidad. Puso un cartelito en la puerta del local. Nada más. Las primeras personas comenzaron a difundir que había comida en ese punto del corazón de Madrid y la demanda se multiplicó. El viernes hicieron comida para 132 personas de Madrid, el punto de mayor contagio de coronavirus en España, donde hay miles de personas muertas, pero también decenas de miles de recuperados. Allí, está Adrián, y su familia, en la primera línea.

Tiene el respaldo de su esposa, que “es una mujer de fierro”, valoró Adrián. Es ingeniera y trabaja en el Estado. Ese ingreso les servirá tal vez para enfrentar lo que viene. Porque el local está cerrado como miles de comercios y Adrián admitió que está endeudado “hasta la pera” por el crédito que debe pagar.

El local de Adrián. Festejó un año de vida, y ahora se adaptó a los tiempos del coronavirus y la solidaridad.


“Yo cerré un viernes. Hice una pequeña fiesta de despedida con empleados y unos amigos, un proveedor. El sábado vine a limpiar y el domingo puse un canasto afuera con los productos perecederos que me habían quedado, con un cartel que decía que agarren que era gratis”, relató desde Madrid en una comunicación por WhatsApp. “Al ver la cantidad de gente que había agarrado, me cayó la ficha. Acá va a haber un montón de gente jodida”, pensó.

No comulga con “la frase romántica y absurda: ponete en el lugar del otro. Si realmente te ponés en el lugar del otro se te achicharra el corazón amigo”, afirmó.“Acá hay una pareja 72 y 75 años y viene uno a llevarle la comida, ponete 24 horas en su lugar. Ponete 24 horas nada más en el lugar del que duerme en la calle, de un inmigrante negro que quiere cruzar las vallas, de un refugiado sirio y vas a ver cómo te cambia toda la visual”, sostuvo.

Justamente, la imagen de un padre sirio con su hijo pequeño asediado por el ejército turco lo estremeció en el último tiempo. No fue la única. “Insisto mucho en que después de esto que nos tocó tan de cerca, no podemos mirar para otro lado con las injusticias que pasan en el mundo”, opinó. “Considero realmente que si después de esto volvemos a ser la misma mierda que éramos, no entendimos nada”, aseguró Adrián.

Dijo que una de las cosas que le critica al gobierno autonómico de Madrid, que encabezan dirigentes del Partido Popular, es haber cerrado los comedores escolares y haber cambiado la comida por un servicio de telepizzas que funciona de lunes a viernes. “Si es un comedor social que ya no existe y le das un menú de mierda, ponelo de lunes a lunes por lo menos”, planteó. “Creo que en una situación así no podés tener día libre, no hay francos. La gente tiene que comer todos los días, entonces lo hago todos los días”, aclaró.


El miércoles, 67 personas comieron en el local y otros tantos llevaron raciones de comida para sus familias.

El viernes comieron 132 personas. Un récord que no lo pone orgulloso a Adrián. “Se hizo más grande de lo que hubiese querido que se haga”, manifestó. Enfatizó que hay personas que caminan varios kilómetros para ir a buscar raciones para sus familias. “No doy cenas porque quiero estar con mi familia también. Si diese cena un montón de gente vendría a buscar cenas, no tengas dudas”.


El riesgo de la exposición



Sobre su exposición, Adrián admitió que es consciente de esa situación. “A veces pienso: me estoy arriesgando mucho estando en contacto con tanta gente, pero intento utilizar todas las medidas que tengo a mi alcance para no contagiarme”, contó.

“Aunque en mi interior yo sé que ya lo pasé el coronavirus, porque tuve un par de días conjuntivitis, perdí un poco el olfato, tuve náuseas y ahora veo que la OMS dice que son síntomas también”, comentó. Adrián tiene 34 años y hace 9 que vive en Madrid.

Dijo que el coronavirus “lo enfrentamos con optimismo, como podemos, con ricos vinos, ricas cervecitas cuando se puede”. “Intento hacer ricas comidas para mi familia a las noches, por la mañana ella trabaja y yo estoy con el bebé, viene uno de los pibes que trabajan conmigo a empezar a cocinar y al mediodía bajo a terminar y a dar la comida del día”, aseveró.


Adrián da por hecho que el Congreso español aprobará otros 15 días más confinamiento. “No sé cómo vamos a salir de esto”. “Cada vez hay más gente y como haya quince días más esto va a ser un desastre”, lamentó.

El viernes al mediodía, Adrián contó que puso en una plancha unos filetes de bondiola de cerdo, adobaditos, arroz, ensalada rusa y huevo frito. “Un lujo el menú”, enfatizó. Una vecina que tiene otro local cerca “que es una fenómeno, revolucionaria, loca como dice ella, trajo 36 porciones de pollo al horno”. “Mi objetivo es un día hacer la olla y que no venga nadie, ninguna persona. Ese día me quedaré en casa muy tranquilo”, afirmó.


Un largo peregrinaje hasta llegar a Madrid



Adrián Rojas creció en Monte Grande, en la zona sur de Buenos Aires. Pero su familia se mudó a Villa La Angostura cuando cursaba la primaria.

“Quedé alucinado con lo que había sido mi vida en Villa La Angostura. De un colegio privado en Buenos Aires pasé a un colegio público, sexto grado, donde teníamos el desayuno de mate cocido, con tostadas, el guardapolvo blanco”, rememoró. En 2001 dejaron Villa La Angostura y volvieron a Monte Grande.

Cuando terminó el secundario hizo un curso de cocina y regresó a Bariloche a trabajar en un conocido restorán de la avenida Bustillo. Un año después trabajó en otro local del kilómetro 8 de Bustillo. Vivió en un hostel mientras estuvo en Bariloche. Tenía 20 años.


Adrián vivió en Venezuela, Colombia y recorrió Sudamérica “sin un mango”. En Río de Janeiro conoció a Clara, que es nacida en España, hija de padre argentino y madre española. Y se mudaron juntos a Madrid. La situación estaba complicada. Y se fueron a Guinea Ecuatorial, Africa, a trabajar dos años. Volvieron hace 4 años para radicarse en Madrid. “Acá en Europa y en España la gastronomía está bastante a la vanguardia y tiene mucho peso”, comentó. “Aprendí mucho y ahora es la primera vez que me pongo mi negocio un poco huyendo de toda esa gastronomía y todo ese mundo culinario”, explicó. “A todo ese mundo tan de alta sociedad siempre le escapo un poco”, sostuvo.

“Mi local es con productos muy buenos, de todo mi pasado por un restorán de alta gama, pero en un ambiente informal, de picoteo, de parado, musiquita y eso es lo que armé acá, que dudo que vuelva a hacer lo que fue”.


“Los medios no tienen que fomentar el odio”



“Los medios de comunicación tienen una responsabilidad muy grande que es no fomentar el odio entre la gente”, opinó Adrián Rojas. “Es un deber de los medios de comunicación que llegan a mucha gente fomentar la solidaridad, no el odio. Es muy peligroso empezar a señalar al que sale de aquel que no sale”, consideró. “Esto arrancó también porque un biólogo, que respeto mucho, puso una propuesta de sacarle fotos a la gente de Madrid que se va a las provincias a pasar la pandemia y escracharlos en los redes sociales por miserables y creo que eso no va a ser que esto mejore”, advirtió. “Si me decís que por escrachar a la gente va a haber menos infectados”, sostuvo.

“Es muy fácil señalar al que sale si vos tenés condiciones medianamente confortables para estar en tu casa”, afirmó Adrián. “Andá a quedarte en la Villa 31, en el bajo flores, en los barrios pobres de Bariloche y cagado de frío, con poca comida y sin trabajo y con la incertidumbre de qué carajo vas a hacer al día siguiente”, planteó.

“Si los medios generan odio y vigilantes que están marcando vamos a convertirnos en eso, creo que es mejor si transmiten paz, amor, compañerismo, fomentar una red de vecinos”, enfatizó Adrián antes de cortar la comunicación para ir descansar después de una jornada ardua.


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