De eso no se habla

MIGUEL ÁNGEL ROUCO (*)

El gobierno está dando muestras de que ha entrado en una nueva fase de problemas y que, a juzgar por los últimos resultados, no parece apto para solucionarlos. La inflación amenaza con instalarse en una tasa mensual superior al 2%, el gasto público se ubica orillando el 39 y la emisión monetaria se adecua a esa voracidad fiscal. En las últimas horas, ese incremento de precios se ha convertido en un aumento de la presión fiscal para los sectores más pobres, a través del impuesto inflacionario. Pero debido a un perverso sistema de falta de actualización de los montos imponibles, la inflación aumenta la presión impositiva para la franja de ingresos fijos. Naturalmente, con este esquema, los sectores de menores ingresos, tanto asalariados como cuentapropistas, son los que sufren más la presión fiscal. Y a este esquema se lo intenta mostrar como progresismo. De esto no se habla. Como tampoco se quiere hablar del dólar y se tiene que “pensar” en pesos, a pesar de que funcionarios y legisladores oficialistas ahorren en dólares porque se les “antoja”, como reconoció el senador Aníbal Fernández. El fracaso del modelo no puede explicar la preferencia de la gente por ahorrar en dólares. El modelo esta vacío como están vacías las arcas fiscales. El modelo parece no responder a las necesidades de la gente ni a las de las provincias, ni a la crisis económica. Los ciudadanos prefieren ahorrar en dólares porque repudian el peso. Y lo repudian porque el gobierno lo ha devaluado imprimiendo billetes a diestra y siniestra. Los agregados monetarios en pesos crecieron en el último año casi el 27%, mientras que las reservas –el respaldo del valor de los pesos– cayeron el 10%. Si el peso tiene menos respaldo, la gente lógicamente elige como reserva de valor otra moneda porque la administración Kirchner devaluó el peso como moneda de ahorro. Nadie quiere los pesos por más que el gobierno pretenda instalar una revolución cultural con la idea de pensar en pesos. Una ilusión. ¿Cuál es el trasfondo de todo este debate? El déficit fiscal generado por un monumental gasto público alimentado por una sucesión de subsidios cruzados y un incremento de la plantilla de agentes estatales que esconden los efectos de la devastadora devaluación del 2002 y un desempleo que orillaría el 25%. El rojo fiscal en el primer cuatrimestre del año alcanza a casi 10.000 millones de pesos y apunta a superar el desequilibrio del 2011, que llegó a 30.000 millones de pesos. Hasta ahora, la administración Kirchner echó mano a la Anses, al PAMI y al Banco Central, entre otros organismos oficiales, para financiar el rojo fiscal. Pero a partir de este año el BCRA no podrá financiar al Tesoro a menos que eche mano a la máquina de hacer dinero. Para eso es que se ha contratado a Ciccone. Sin embargo, el BCRA ya no puede financiar al fisco porque sus pasivos superan a su activo. Esta situación está deteriorando la solvencia patrimonial del organismo monetario. La caída de las reservas y el aumento de los agregados monetarios acentuaron la descapitalización del BCRA. Para colmo, el Tesoro entrega Letras sin valor en el mercado y con una valuación contable dudosa. Cosmética. En realidad, esos papeles no debieran computarse como parte del activo sino como pérdida. En otros términos, el BCRA está, técnicamente, quebrado. Según estimaciones privadas, el déficit cuasi fiscal –el desequilibrio del BCRA– rondaría unos 30.000 millones de dólares, un equivalente a unos siete puntos del PBI. Éstas son algunas de las razones por las cuales el dólar llega a 6 pesos y los argentinos prefieren esa moneda y rechazan el peso. Ésta es sólo parte de la herencia que dejan los Kirchner. Un legado pesado que le costará al país el sacrificio de varias generaciones. (*) Analista económico DyN


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