La enseñanza del derecho: entender al que piensa distinto

Por Pedro Caminos*

El derecho es una institución social que tiene una finalidad eminentemente práctica. Procura guiar nuestra conducta diciendo qué debemos hacer, con exclusión de otras razones que pudiéramos tener para actuar de un modo distinto. Por esa razón, la enseñanza del derecho, la actividad que cotidianamente realizamos los profesores de la carrera de abogacía, tiene también una dimensión una práctica. Todos los días les enseñamos a los estudiantes cuáles son los derechos y las obligaciones de las personas, lo que pueden y deben hacer.

En ese contexto, suele ocurrir que el docente asume una actitud justificativa o de primer orden. Con resto, me refiero a dar por sentada la corrección política o moral del contenido normativo que explica. Ello tiene dos consecuencias. La primera es que desaparece el espacio para el desacuerdo sobre el derecho, el desacuerdo sobre los derechos y obligaciones jurídicos de las personas. El que tiene una opinión diferente o bien es un ignorante, “no sabe derecho”, o bien tiene mala fe, es decir “sabe derecho” pero, por algún oscuro y maligno motivo, decide exponerlo incorrectamente. La segunda consecuencia que tiene esa actitud es que vuelve más probable que opere un sesgo en el expositor: el de “ver” en el derecho a sus propias preferencias políticas.

De ese modo, un debate entre profesores de derecho, si tenemos la suerte de que pase el filtro de las descalificaciones personales y las falacias ad hominem, no será un genuino debate. Cada profesor se limitará a contarnos lo que él o ella piensa (sin tener muy claro por qué) que es el contenido del derecho y dará por sentado que su oponente está equivocado, aunque tampoco quedará muy claro por qué. Todo se termina reduciendo a la siniestra idea de que hay “dos bibliotecas” entre las cuales es posible elegir arbitrariamente. Y la elección del público termina dependiendo en la popularidad, prestigio o carisma del profesor.

Ese estado de cosas explica, aunque sea en parte, desde el punto de vista intelectual la degradación de la enseñanza del derecho, complementada por la degradación de condiciones materiales en las que esa enseñanza se desarrolla. Si queremos revertir el proceso de degradación y construir una mejor cultura jurídica, es importante adoptar una actitud diferente a la hora de desempeñarnos como profesores de derecho. Creo que ello puede conseguirse si se adopta una perspectiva metodológica determinada que consiste en la elaboración de esquemas de comprensión. Si en el siglo diecinueve Marx postulaba que, hasta ese momento, los filósofos habían tratado de interpretar el mundo, cuando lo importante era transformarlo, el mandato que nosotros tenemos que aceptar es el inverso. Cuando estamos trabajando como profesores, lo importante no es transformar el mundo, sino comprenderlo.

Para este enfoque metodológico, la comprensión del derecho se obtiene indagando en los presupuestos teóricos y políticos que subyacen a nuestra perspectiva sobre el contenido del sistema jurídico, pero también, y especialmente, los que subyacen a la propuesta de aquellos con quienes discrepamos. A veces, estamos muy apurados por “refutar”, cuando nuestro esfuerzo debería dirigirse primero a comprender. ¿Por qué? Porque precisamente al explorar los presupuestos subyacentes a diferentes propuestas podremos establecer cuan profundos son los desacuerdos. Tal vez, esa indagación nos permita ver que tenemos un marco común para resolver nuestras diferencias. O, quizás, advirtamos que nuestros desacuerdos son efectivamente muy profundos, pero que no se explican porque el otro sea un ignorante o un perverso. Sino que, sencillamente, nuestro oponente tiene una concepción filosófico-política diferente de la nuestra para entender al derecho. Y en esa instancia, será posible dar un paso en la argumentación y dar razones a favor y en contra de cada concepción. Tal vez haya “dos bibliotecas”, pero quizás no estén ambas igualmente respaldadas por la razón.

En síntesis, como el lector ya habrá advertido, no niego ni que los profesores de derecho tengamos concepciones políticas, ni tampoco que las defendamos cuando sea la ocasión. Pero sí creo que esa actividad es secundaria respecto de la que es la principal: comprender adecuadamente la dimensión jurídica del mundo social, clarificar las conexiones entre los conceptos, construyendo esquemas de comprensión que mejoren nuestra capacidad para movernos en el ámbito del derecho. Esa construcción de esquemas conceptuales es fundamental para rastrear los presupuestos teóricos y políticos de nuestra visión sobre el derecho. Pero también para comprender a quienes piensan diferente de nosotros. Asumir esa actitud, de preferir la comprensión a la transformación del mundo, permitirá la formación de una academia seria y responsable que revierta la degradación intelectual de nuestra cultura jurídica.

*Abogado por la Universidad de Buenos Aires en cuya Facultad de Derecho enseña derecho constitucional.


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