Desempleo y futuro

La crisis económica que atraviesa nuestro país parece no haber encontrado aún su piso, y esta semana uno de los indicadores principales, el desempleo, perforó la barrera de los dos dígitos y mostró características estructurales que plantean preocupantes interrogantes de cara al futuro.

Según el Indec, la desocupación llegó a un 10,1% en el primer trimestre, algo que no sorprende dada la constante baja de la actividad económica desde hace casi un año y según proyecciones llegaría a 12% a fin de 2019. Una excepción en el país fue el aglomerado Neuquén-Plottier, donde apenas alcanza el 3,5%, atribuible sin dudas al fenómeno de Vaca Muerta, que suma 18 meses de crecimiento de empleo continuo.

Los datos mostraron algunas características particulares del fenómeno, que podrían condicionar su recuperación cuando en algún momento mejoren las condiciones de la macroeconomía. Según los especialistas, de la lectura de los datos del Indec se desprende que la tasa de actividad (gente que trabaja) no tuvo cambios significativos y la tasa de empleo mostró el mismo nivel que en meses pasados.

La cantidad de empleos totales incluso creció en 143.000 puestos. Entonces, el aumento del índice estaría dado por una creciente cantidad de personas que estaban “inactivas” y comienzan a buscar empleo, sin hallarlo. La explicación es que, debido a la recesión, fuerte devaluación e inflación acumuladas desde el año pasado, los salarios ya no alcanzan y los hogares necesitan nuevas fuentes de ingresos, incluso entre quienes ya tienen algún trabajo.

Otro dato importante es que la principal destrucción del trabajo está en los puestos de “calidad”, como la industria, que se compensaron con puestos precarios que explican la casi totalidad de los 143.000 empleos nuevos. Monotributistas, changarines, trabajadores de nuevas plataformas de servicios y comerciantes informales intentan sumar ingresos a sus familias en peores condiciones, bajos sueldos y escasa estabilidad.

Además, la falta de trabajo golpea especialmente a dos sectores: las mujeres y los jóvenes, donde los índices trepan hasta el 20%. Esto, según los expertos, podría sentar bases para la desigualdad estructural del empleo en el futuro, ya que quienes hoy no encuentran trabajo no desarrollan habilidades y experiencias que da la práctica, con lo que agravarán su problema de inserción cuando mejore el ciclo económico.

La cifras demuestran que más allá de la crisis coyuntural no existen en nuestro país condiciones estructurales ni políticas para la generación de puestos de trabajo de calidad. Según un reciente informe de Idesa, en base a estadísticas del Ministerio de Trabajo, hace más de siete años que las empresas del país casi no generan empleos registrados. Las razones son, además de las distorsiones que genera la inflación y los constantes ciclos de tibias recuperaciones y crisis recurrentes, las trabas legales, burocráticas e impositivas que sufren sobre todo las pequeñas y medianas empresas.

También existe una reconfiguración global del empleo que plantea la nueva economía digital globalizada, que no puede ser abordada con instrumentos tradicionales de la política económica.

Ante este negativo panorama han sido escasas las iniciativas, tanto del oficialismo como de la oposición, para revertir este panorama, más allá de referencias genéricas a la necesidad de “reactivar el mercado interno”, “promover el empleo de calidad”, de “terminar con el ajuste” y la necesidad de “un gran acuerdo social”.

Más allá de estabilizar la macroeconomía y retomar el crecimiento, hay propuestas para un “gran blanqueo” que permita sacar de la informalidad a 4.5 millones de trabajadores argentinos sin avasallar derechos laborales ni condenar a las empresas al endeudamiento y problemas legales.

También proyectos para mejorar la inserción productiva de quienes reciben asignaciones estatales. Todos descansan hoy en el Congreso y no serán tratados hasta después de las elecciones.

Sin dudas, pasada la campaña electoral, se requerirá de consensos políticos para actualizar y mejorar nuestro vetusto sistema, que hoy condena a nuestros jóvenes y mujeres a un futuro de bajos ingresos e incertidumbre.


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