El «Depo» está forzado a ganarle hoy a San Isidro

La caída del viernes complicó su chance en esta serie de cuartos de final del TNA

Si la victoria (que no consiguió) ya era una obsesión para Deportivo Roca al arrancar el viernes los cuartos de final ante San Isidro, lo de hoy cuando vuelva a enfrentar los de San Francisco, se asemeja a esos decretos presidenciales de «necesidad y urgencia».

Estar 0-1 ya es algo bastante complicado. No sólo porque se le hace imprescindible nivelar la serie, sino porque al margen de lo que pase hoy, llevará como «mochila» en su viaje a Córdoba la obligación de ganar en campo ajeno.

Pero como esa «historia» será la otra semana, lo que importa es lo inmediato. Lo de esta noche, cuando desde las 21.30 vuelva a enfrentarse con su vencedor del viernes, otra vez en el polideportivo -antenoche hubo la mayor concurrencia de la temporada- con el arbitraje de Rougier e Imosi.

Partido bravo, como el de la otra vez. O los de otras veces, tomando los antecedentes de los enfrentamientos con San Isidro. Un adversario que ganó (94-91) el primer «chico» con un triplazo de Darryl Johnson en el último segundo y sin sobrarle casi nada. Pero eso no le resta cierta legitimidad y explica -si ello es posible en un partido que se define de semejante manera- el mérito del visitante por el respeto a su estilo de juego. Un funcionamiento que casi ni modificó en el desarrollo del lance.

San Isidro no es un enigma. Para nadie. Se sabe bien cuál es su fórmula -mucha dinámica para defender y atacar sin que ello sea desorden- y que dispone de jugadores tan útiles como gravitantes. El mejor, sin duda, Johnson. Un polifacético valor que se desempeña bien, tanto lejos como cerca del cesto. Un acierto, sin dudas, de la gente de San Francisco al haber conseguido un elemento así. ¿Será cierto que por unos tres mil al mes? De ser así, negoción.

Pero no es todo es el extranjero. Iturria pesa en la zona interna, lo mismo que Sciutto y ocasionalmente Hoya. Y desde la media cancha, tanto Bustos como Migliori y Rasch -jugó sólo un rato, pero se cree que hoy tendrá más actividad- rinden bastante.

Se insiste. Eso lo saben todos. Especialmente Spada y los suyos. La cuestión pasa por abortar en la cancha el plan que trae el rival. El viernes, durante largo rato Roca no pudo imponer el sistema afín a su conveniencia, que debe apostar básicamente a hacerse fuerte en la zona «pintada». Ahí donde Gregory -algo discontínuo, Chiappero -anduvo bastante bien- y Castelli -jugó un partido para el olvido-, deben inexorablemente hacerse valer por capacidad física y técnica.

Necesitan ser bien asistidos para no depender de «patriadas». El viernes anduvo mal Sureda y Chaila salvó por momentos las papas. Menos mal que el equipo tiene un contagiante de fibra como Aguilar, responsable de la levantada del final hasta poner al equipo con la chance de ganar en una jugada, pero que se desaprovechó porque el balón no le llegó al capitán.

Y eso es tan cuestionable como que en la acción siguiente se haya hecho caso omiso a la orden del entrenador de cortar con falta (restaban siete segundos y estaban empatados en 91) y encima dejar solo a Johnson para que les ganara el partido.

Si repiten esas cosas, el riesgo está latente. Tanto hoy, como para pensar en milagros la semana que viene.

Iturria fue agredido y Hoya pateó una puerta

No terminó bien el partido del viernes y eso no es por la derrota que sufrió el equipo local, sino por algunos episodios desagradables que bien pudieron haberse evitado de no ser por la exasperada actitud de algunos.

Cuando los jugadores visitantes abandonaban la cancha se produjo una acción tan bochornosa como censurable: un espectador le habría arrojado a Iturria un proyectil -se presume una moneda- que lo lastimó en la muñeca de la mano derecha, obligando a ser asistido por los médicos y aplicarle dos puntos de sutura.

Apenas concluido el juego, se observó también una acalorada discusión que dirigentes del Deportivo Roca sostenía con representantes del club visitante.

El malestar evidenciado por los locales -el dirigente Juan C. Occhionero era quien más exteriorizaba su indignación- apuntaba principalmente a recriminar la actitud del jugador Pablo Hoya, quien por causas que no se pudieron establecer, desató su iracundia contra una de las puertas del vestuario, la que destrozó casi totalmente de una patada cuando él y sus compañeros regresaron tras el encuentro.

Ambos hechos, muy lamentables.


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