El legado que le dejó su papá, el oficio de ser cerrajero

En el Día Nacional del Cerrajero, conocemos la historia de Martín Vílches (50) un comerciante de Roca que sigue los pasos de su padre, un hombre que dedicó su vida a las llaves y falleció hace algunos días.

El desgaste del bronce impregna las habitaciones de un olor característico y su esencia, trae a la memoria añejos recuerdos de una tradición que recopila los más sentidos valores tradicionalistas. El oficio del cerrajero es mucho más que dar forma a un objeto que abrirá cientos de puertas: es algo que Martín Vilches mantiene como prestigiosa herencia, en el local que le dejó su padre sobre la Mendoza.

«El pedido de él en sus últimos minutos de consciencia fue que continúe su legado, así que tomamos una decisión familiar. Tuve que generar un cambio en mi vida porque no ejercía todo el tiempo como cerrajero», comentó Martín. El hombre de 50 años, que aprendió el oficio a los 13, debió dedicarse enteramente al negocio familiar tras el fallecimiento de su padre y mentor en octubre.

Hugo Antonio Vilches, fue un reconocido y querido vecino de la ciudad de General Roca dedicado al mundo de las puertas y llaves. Su austero local conocido como «Fantasía Universidad», marcó la impronta del sector durante sus más de 26 años de estadía en Mendoza al 2.200, casi frente al predio de la Universidad del Comahue.

El local del Mendoza 2282 lleva 26 años en la zona.

Tras su partida, Martín como hijo mayor decidió continuar con las puertas abiertas. Su labor conjuga lo mejor del trabajo manual de precisión y la confianza adquirida de su clientela. Es que con cada pieza se firma un contrato implícito de compromiso, calidad y seguridad, ya que, después de todo, «un cerrajero no necesita llave para poder entrar a tu casa», dijo entre risas.

La familia Vilches no siempre vivió en Roca, aunque supieron adoptar a la ciudad como propia luego de quedar encantados por el verde y la prosperidad de las tierras valletanas. Hugo nació en El Pacorral, un pueblito perdido en las sierras cordobesas a 70 kilómetros de Río Cuarto, aunque de chico su familia se mudó a Buenos Aires.

Mi viejo por más que no esté físicamente, está en cada trabajo, en el sonido de la máquina, en el olor del metal y de las valijas de cuero crudo que le dio su padre

Martín Vílchez, actual administrador de «Fantasía Universitaria»

Fue en una tradicional cerrajería de la esquina de Larrea y Viamonte, en pleno corazón comercial del Once, en donde se desempeñó como aprendiz desde los 13. Ya para los 21 se había convertido en socio del lugar y permaneció allí hasta 1978, cuando los tiempos tumultuosos de la dictadura lo obligaron a buscar nuevos horizontes junto con su familia. «Era una época muy complicada para vivir en Buenos Aires y nos mudamos en busca de tranquilidad», precisó Martín.

Se radicaron en Ingeniero Luiggi, un pequeño pueblo pampeano de cuatro mil habitantes en donde decidieron impulsar su propia fábrica de baterías. Una tarea diferente pero que también combinaba lo mejor del arte manual. A inicios de los 90′ la flexibilización de las barreras de importación hizo poco redituable la empresa y debieron cerrarla.

Hugo falleció a los 75 años el día de las madres último. Foto gentileza

En 1994 llegaron a la Norpatagonia, con el anhelo de volver al viejo amor por el bronce. «Puso en calle Italia un local improvisado en un taller durante un año. Estaba en busca de un lugar que le gustase y para 1995 encontró el espacio en calle Mendoza», precisó el hombre.

Luego de más de 60 años de trabajo, Hugo realizó un acuerdo con su hijo hace un año atrás. Producto del desgaste físico él se dedicaría a brindar atención y su hijo, a tiempo parcial, haría las labores más pesadas y domiciliarias. Y así se mantuvo hasta hace tres meses, cuando dos ACV le imposibilitaron continuar.

P- ¿Cuál fue su mayor legado que te dejó?

R- Es mucho lo que te deja tu viejo cuando se va. Para destacar, la honestidad y el hacerse fuerte en el respeto a los legados familiares. También el conocimiento de lo que me enseñó, aunque lo laboral va y viene. Pero lo más importante es que al pasar por el umbral de la puerta me conoce mucha gente y me hacen compañía, incluso en los momentos difíciles.

Con las mejoras se producirán llaves que son difíciles de conseguir en la ciudad.

El futuro


Febrero se plantea como un mes clave para el futuro del negocio. En esa fecha comenzarán las labores de modernización del espacio que apunta a convertirse en un lugar cómodo, confortable y que conserve lo mejor de la esencia. «Será una cuestión edilicia. Nuevos productos y calidades, con un toque más moderno y un efecto de infinito. Tu vista se va a perder en un infinito de llaves», adelantó el cerrajero.

La profesión guarda mucho componente artesanal y en esa dirección Martín pretende permanecer. Aunque no descarta capacitarse en los nuevos adelantos que la tecnología impone por estos días. «La forma en que nosotros trabajamos es muy manual, aprendí a la vieja escuela pero hoy es todo tecnología», detalló.

Foto gentileza

¿Por qué se celebra el Día del Cerrajero?


Cada 13 de noviembre se conmemora en Argentina el Día del Cerrajero, en recuerdo de la creación de la Cámara Unión de Cerrajeros de Mar del Plata.

El evento surgió en la ciudad balnearia en 1943 a través del reclamo colectivo por el pago de los servicios prestados a un hotel. Debido a la presión, el propietario debió efectuar el abono. Con el dinero se llevó adelante una cena de todos los cerrajeros de la ciudad que dio origen a la cámara.


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