El momento de la transición energética

En el armado de una agenda nacional de cara a la transición se debe sumar a los demás países de la región, integrando a Argentina a un mundo con más futuro que pasado.

Por Federico Lutz

Descarbonizar, ser ambientalmente amigables, apostar a las fuentes de generación renovables, garantizar la reducción de emisiones de gases con efecto invernadero o mejorar la eficiencia del consumo, serán frases que dominarán el proceso de transición energética en la República Argentina.
Como en todas las temáticas de carácter estratégico vamos tarde, pero el devenir de la transición es inevitable.

El Acuerdo de París (ONU) del que formamos parte, impone diplomáticamente a los países acciones de mitigación para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a partir del año 2020 (reconducción del Protocolo de Kioto).

Si bien existen en el país algunas pinceladas legislativas, programas del sector público y “algo” de responsabilidad social / empresaria, no tenemos aún un modelo energético que nos permita garantizar los estándares mundiales de un ambiente para las generaciones futuras.

El diagnóstico de la ONU en la Comisión de Cambio Climático es contundente: “por encima del calentamiento de 2º C existe un alto riesgo de que los cambios climáticos sean irreversibles”.

En números

30.000
kilómetros de redes eléctricas se estima que deberían construirse en el país para paliar el actual déficit.

La “transición energética”, o más claramente la búsqueda del necesario reemplazo de actuales tecnologías que emiten gases con efecto invernadero, no es ajena a la realidad cotidiana.

El sector energético produce la gran mayoría (53%) -niveles de consumo residencial, comercial, industrial, público, transporte, etc.- -201 millones de toneladas MtCO2 / 2018-, aunque no debe perderse de vista el impacto de otras actividades como la agricultura y la ganadería, que en nuestra región alcanzan otro 40% -181 millones de toneladas MtCO2 / 2018-.

Así las cosas más del 90% del futuro ambiental está en manos de dos sectores, el energético y la agroindustria alimenticia.

En números

53%
de las emisiones de efecto invernadero corresponden al sector energético.

El energético ya está en transición y buscando su rumbo. Existen ejes de trabajo como la eficiencia en el consumo eléctrico, el cambio de fuentes de producción energética hacia las renovables o la sustitución de combustibles.

En el sector se han instalado dos grandes objetivos: la disminución de la intensidad de uso de la energía eléctrica y la sustitución de fuentes de producción. Una combinación de “eficiencia” y “salto tecnológico”.

Claro que estos objetivos aún aguardan mejores desarrollos de “baterías” para el respaldo del consumo, “señales tarifarias” en materia sociopolítica e “inteligencia artificial” en las operaciones.

En números

201
millones de toneladas MtCO2, de gases de efecto invernadero, generó el año pasado el sector energético.

Para la Argentina el proceso de transición puede haber llegado en un buen momento, el país se encuentra frente a la necesidad de resolver inversiones en materia de transporte de energía eléctrica. Tenemos un déficit (2030) de más de treinta mil kilómetros, su enorme costo debe ser puesto en la balanza.

Cierto es que existen bases para la transición energética, pero su suerte futura dependerá de un soporte legislativo integral que guíe hábitos, consumos y recursos, sean estos públicos o privados. Poco se habla de esta materia, otros temas parecen cruzar la agenda legislativa.

Hay múltiples consideraciones a realizar en un rumbo indiscutible hacia la reducción de emisión de gases con efecto invernadero frente al deterioro medioambiental mundial. La espera no parece un gran aporte.

Con la visión política adecuada es inminente el armado de una Agenda Nacional para la transición energética que sume a los demás países de la región y nos integre a un mundo con más futuro que pasado.

Sin duda la mirada diplomática del próximo gobierno pesará en este proceso, Europa no se encuentra alineada en estas temáticas con los EE.UU, y China impone sus propias reglas.

De convertirse el medio ambiente en el principal interés del mundo moderno, las acciones de la República Argentina frente a su contexto actual, pueden ubicarla en un lugar de privilegio con esas metas.

Mucho dependerá de que tan rápido unifiquemos nuestras acciones futuras en tiempos que parecen no admitir errores de inicio.

ten bases para la transición energética, pero su suerte futura dependerá de un soporte legislativo integral que guíe hábitos, consumos y recursos, sean estos públicos o privados. Poco se habla de esta materia, otros temas parecen cruzar la agenda legislativa.

Hay múltiples consideraciones a realizar en un rumbo indiscutible hacia la reducción de emisión de gases con efecto invernadero frente al deterioro medioambiental mundial. La espera no parece un gran aporte.

Con la visión política adecuada es inminente el armado de una Agenda Nacional para la transición energética que sume a los demás países de la región y nos integre a un mundo con más futuro que pasado.

Sin duda la mirada diplomática del próximo gobierno pesará en este proceso, Europa no se encuentra alineada en estas temáticas con los EE.UU, y China impone sus propias reglas.

De convertirse el medio ambiente en el principal interés del mundo moderno, las acciones de la República Argentina frente a su contexto actual, pueden ubicarla en un lugar de privilegio con esas metas.

Mucho dependerá de que tan rápido unifiquemos nuestras acciones futuras en tiempos que parecen no admitir errores de inicio.

(*) El autor del artículo es abogado especialista en Economía de la Energía y actualmente se desempeña como gerente de la Cooperativa Eléctrica Bariloche (CEB).


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios