El país del “me cortaron las piernas”


Suena mucho peor comprobar a cada rato que el gobierno nacional nunca se hace cargo de nada, ya que parece gobernar sólo para infundirle mística a su propia tropa.


Mientras la política de gobernar para quedar bien hace estragos en la elección de prioridades de Alberto Fernández y dificulta cada vez más el horizonte económico y mientras el porvenir sanitario luce aún más oscuro por la apuesta a una vacuna que nadie sabe si llegará a tiempo, la muerte de Diego Maradona y el desorganizado funeral que vulneró todos los protocolos de distanciamiento han venido a colocar en la vidriera, sin ningún tipo de anestesia, que el virus de la degradación, que viene de arriba para abajo en la Argentina, ya ha tomado una dinámica muy difícil de controlar.

También se nota que su inyección a la sociedad, a partir de formatos ideológicos que han penetrado sobre todo en lo educativo y en lo cultural y que han generado empobrecimiento colectivo, es algo que resulta siempre funcional a los abusos del poder. En este clima de manifiesta decadencia no es de extrañar que hayan sido los barrabravas de Boca y de Gimnasia quienes tuvieron protagonismo central en mucho de lo que ocurrió el jueves pasado: los primeros colgando durante la madrugada las banderas de las organizaciones sociales y gremios afines en las rejas de la Casa Rosada para copar el ambiente y los platenses a la hora de la llegada de Cristina Fernández cuando, debido a su presencia, se habían cerrado las puertas de Balcarce 50. Ellos fueron los principales promotores del alud que invadió el Patio de las Palmeras, con algún guiño oficial por cierto.

Si haber utilizado al ídolo muerto para armar un tinglado político similar al que se montó en ocasión del fallecimiento de Néstor Kirchner resulta bochornoso, suena mucho peor comprobar a cada rato que el gobierno nacional nunca se hace cargo de nada, ya que parece gobernar sólo para infundirle mística a su propia tropa mientras esconde las miserias de su propio funcionamiento interno. Y si se engaña a los jubilados con un aumento de 5% en diciembre, que ahora se sabe que será a cuenta, entonces el yerro será de los medios. Es un clásico argentino: siempre hay traslado de culpas o una conspiración en ciernes para justificar las cosas. “Me cortaron las piernas”, dijo aquella vez Diego.


A quienes hablan a diario con Martín Guzmán los desvela el notorio tobogán social que campea en la Argentina y una anarquía que presumen fabricada, ya que estiman que así la economía no va a salir.


Con este telón de fondo, la desconfianza empresaria ha crecido en los últimos días. A quienes hablan a diario con Martín Guzmán los desvela el notorio tobogán social que campea en la Argentina y una anarquía que presumen fabricada, ya que estiman que así la economía no va a salir. Ponderan al ministro pero no le creen, ya que suponen que sus comentarios son provisorios porque están en plena discusión interna. Muchos de esos mismos hombres de negocios han empezado a razonar que el distanciamiento entre el presidente y Cristina es un acting. “Son lo mismo”, se animan a especular y, ahora, a decir.

Tampoco al FMI le cierra el esquema voluntarista del ministro para salir de la varadura productiva que ya lleva una década, aunque allí todo se va a congelar hasta que asuma el nuevo presidente de los EE. UU. El problema principal de la Argentina sigue estando en la falta de dólares. Hoy los precios de las materias primas van en ascenso pero la mala noticia es que la sequía impedirá que el campo produzca como se necesita. En cuanto a la demanda de los particulares, como en diciembre faltan pesos es posible que las cotizaciones se calmen, aunque es probable que en enero retorne la presión cambiaria.

En este frágil contexto económico de cara al 2021 se desarrolla la pelea política entre la Nación y el gobierno de la CABA. El Paseo del Bajo es una estaca en el corazón del kirchnerismo. Primero fue la poda de 1,18% de Coparticipación que le asignó Mauricio Macri con el consenso de los gobernadores (hoy bajo la lupa de la Corte Suprema) y ahora viene la quita de los fondos para la Policía, que el Congreso apura para esta semana. No extraña entonces el reproche ideológico que por Twitter le hizo el jueves el ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro a Horacio Rodríguez Larreta cuando le exigió que “no reprima” a los violentos que atacaban a la Policía de la Ciudad en la avenida 9 de Julio, situación que la Nación denunció también en la Justicia.

Eso sí, fue el mismo gobierno nacional el que un rato más tarde tiró gases y puso soldados con armas largas para evitar que la Casa Rosada y el féretro de Maradona fuesen copados por los barras. También ante los desbordes, qué mejor que el viejo truco de echarle la culpa al otro.


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