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Aquellos días felices: cuando los viajes espaciales generaban asombro y épica

Ahora que el turismo espacial se ha vuelto casi una competencia entre millonarios, es un placer sentarse a disfrutar de “Apollo 10 1/2: una infancia espacial”, la nueva película de Linklater en la que cuenta aquellos días de finales de los 60 que rebosaban de asombro y épica.

La imagen que se difunde es así: allá arriba, orbitando alrededor del sol, hay un descapotable rojo cereza con un maniquí al volante al que bautizaron Starman. El auto, un Tesla Roadster, fue lanzado junto al cohete más poderoso del mundo, el 6 de febrero de 2018. Desde entonces, da vueltas sin pausa, mientras se reproduce, también sin pausa, la voz de David Bowie cantando Space Oddity, y aquello de “aquí estoy, sentado en una lata, muy por encima del mundo y no hay nada que yo pueda hacer”.


La realidad es más escalofriante y menos vistosa. Los científicos de la Nasa dicen que el auto que llevó al espacio hace cuatro años Elon Musk, el dueño de Tesla, el que quiere llegar algún día a Marte con su empresa Space X; el que ahora quiere quedarse con todo Twitter y el mismo que desde el 2021 es el hombre más rico del mundo, probablemente no se parezca en nada a la imagen inaugural. Dicen que a esta altura lo más seguro es que lo haya impactado un meteorito; o que todos los materiales orgánicos expuestos a la radiación hayan desaparecido. Es decir, no más rojo cereza, no más ruedas, no más asientos. Es posible que Starman sea apenas una versión deshilachada del maniquí disfrazado de astronauta que partió en 2018.

El espeluznante Tesla Roadster que orbita por el espacio, lanzado por Elon Musk en 2018.

El universo y sus posibilidades son y fueron siempre un lugar de incógnita, de imaginación. Para Elon Musk, parece además un enorme patio para dar rienda suelta a su capricho “un poco absurdo y divertido”, tal como él definió el lanzamiento de ese auto errante.


El mismo espacio, otra épica



Hace algunas semanas se estrenó en Netflix la última película animada de Richard Linklater, el creador de “Boyhood” y de la trilogía “Antes del amanecer”. El filme se llama “Apolo 10 ½: una infancia espacial”, y retrata, además de la infancia de Stanley, una época y un lugar.

El momento es 1969, y el lugar, los suburbios de Houston, por entonces un barrio en formación en los alrededores de la Nasa. Según el guión, por un error en la construcción del módulo espacial que iría por primera vez a la Luna, dos agentes de incógnito de la Nasa le dicen a Stanley que él fue elegido para ir antes que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins, para probar que todo funcione bien.

El viaje de Stanley es lo que menos importa, porque lo que enfoca el director es el clima de aquellos días felices, los de la infancia del propio Linklater, cuando los padres fumaban sin culpa al lado de los hijos; los maestros castigaban a sus alumnos; los juegos no tenían red de contención y dejaban a los chicos al borde del accidente y los hermanos mayores introducían de contrabando el rock and roll que empezaba a despertar al mundo.

Para memoriosos, “Apollo 10 1/2” está llena de pequeños recuerdos de época.


No es una película que eche mano de la nostalgia para decir que todo tiempo pasado fue mejor. De hecho, ahí estaban Vietnam, y el asesinato de un presiente. Pero sí hace una enumeración íntima, emotiva y arbitraría de aquellos días llenos de asombro, y de épica.

Sin nada de cinismo, la bellísima película -rodada con el método de rotoscopía- reconstruye ese momento en el que la Luna dejaba para siempre los límites de la ciencia ficción y se convertía en el gran salto para la humanidad. Y es también en ese punto, donde todo esta película hecha de capas de memoria y emoción, parece el reverso del capricho de Musk y de la carrera de turismo espacial financiada exclusivamente por millonarios.

En ese espacio, donde gira sin sentido ni plan, un maniquí mudo e inerte disfrazado de astronauta, hubo allá lejos y hace tiempo, por ejemplo, el asombro de Buzz Aldrin, retratado en el filme, que pisó la Luna (en segundo lugar), vio el espació y nos contó: “Qué magnífica desolación”.


A la animación le encanta el espacio



El reciente estreno de “Apollo 10 y 1/2: una infancia especial” es un ejemplo de la fructífera combinación entre animación y viajes espaciales.

En la década del 50, Walt Disney produjo junto al científico de la NASA Wernher von Braun tres programas televisivos, que combinaban un formato de divulgación científica con fantasías animadas de cómo sería la vida en otros planetas.

Se trata de “Man in Space” (1955), “Man and the Moon” (1955) y “Mars and Beyond” (1957), títulos que se encuentran disponibles en Disney+.


En la época previa a los hechos a los que refiere “Apollo 10 y 1/2…” se produjo el vínculo más potente entre un personaje que nació en las historietas y los viajes espaciales.

El perro beagle más famoso, Snoopy, junto con sus amigos se convirtieron en un símbolo de la NASA. Lo cuenta el documental “Peanuts in Space: Secrets of Apollo 10”, que pone el eje el viaje que marcó el camino al Apollo 11, el que llevó a Neil Amstrong a ser la primera persona en pisar la Luna.

La relación de Snoopy con la NASA es perdurable. En 1988 se presentó el capítulo “The NASA Space Station”, como parte de una serie animada llamada “This is América, Charlie Brown”, que consistió en ocho capítulos que narran episodios trascendentales de la historia estadounidense. Uno de ellos mostró a Snoopy y sus amigos, entre ellos el pájaro Woodstock, los humanos Charlie, su hermana Sally, Linus, Marcia, Frankin y Peppermint Patty. En 2019, en el 50 aniversario de la llegada a la Luna, se estrenó la serie “Snoopy in space”, que ya lleva dos temporadas de 12 capítulos cada una. Al igual que el documental arriba mencionado, ambos están en la plataforma Apple TV.


En años anteriores se produjeron más referencias animadas. En 2003, cuando la NASA envió una misión a Marte, utilizó la imagen de dos personajes de la Warner Bros: Marvin el Marciano, el único contrincante al que Bugs Bunny realmente le tiene miedo, y Duck Dodgers, la encarnación del Pato Lucas convertido en una mezcla de Buck Rogers y Flash Gordon.

Más cercano en el tiempo, en ocasión de los recientes viajes espaciales a Marte, Looney Tunes estrenó un capítulo en HBO donde Marvin ataca el Rover de la NASA.

Otro cruce entre la NASA y los dibujos animados fue el estreno del capítulo de Los Simpson “Homero en el espacio profundo”, en 1994. Allí se hace referencia a una idea de la NASA de enviar “gente común” al espacio para atraer el favor de la opinión pública. Aparece Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna. En la versión original se escucha su voz.


Aquí, el padre de Bart protagoniza la inmortal escena en la que come papas fritas acanaladas flotando sin gravedad mientras suena “El Danubio Azul”, de Johann Strauss. A la NASA le encantó y desde entonces hay un DVD con el capítulo disponible en la Estación Espacial Internacional.


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