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Lecturas: Boris Cyrulnik, el científico que sobrevivió al nazismo y enseña resiliencia

Psiquiatra, neurólogo, profesor de la Universidad de Tolón y autor de libros como ‘Los patitos feos’, o ‘El amor que nos cura’, Cyrulnik sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y el nazismo a los 6 años, cuando perdió a su familia en Auschwitz.

Por Ricardo Kleine Samson

De este maravilloso científico que es Boris Cyrulnik, hay, en castellano, por lo menos once libros que he leído y disfrutado. Es, además de un empedernido investigador, neurólogo, psiquiatra, psicólogo y etólogo. A él se le atribuye haberle robado a la física la palabra “Resiliencia” y haberla domesticado para el común de la gente.
En física se dice que resiliencia es la capacidad que tiene los cuerpos de volver a su forma y función original después de un trauma como, por ejemplo, una pelota que fútbol que después de deformarse por una patada vuelve a ser esférica. Luego de la adopción de la palabra por parte de Cyrulnik, la capacidad de un niño o un adulto de recuperarse luego de un trauma.


De niño logró huir de las garras de los nazis por la suerte que tuvo de esconderse en un baño para luego escapar.
De su libro: “Me acuerdo” (uno de los últimos) dice en la contratapa: “En aquel momento de mi historia, estaba en mitad de una lucha por la supervivencia. Mi día a día era contar los corderos, no decir mi nombre, protegerme, sobrevivir. Los sueños de porvenir aparecieron más tarde, desde que tuve una estructura afectiva, una familia de acogida, un armazón estable.” Y, al respecto, en la página 55: “Ayer por la noche, al regresar sobre las huellas del pasado hice exactamente lo que yo pido que no se haga. En las teorías de la resiliencia explicamos que hay que hacer algo de nuestra herida, transformar el recuerdo, manipular de nuevo el pasado, mediante un compromiso filosófico, literario, religioso o político… con el fin de poder controlar la representación del pasado”. Este, como todos los suyos, es una maravilla poética en el que nos enseña cómo escapó de la locura e hizo frente a los recuerdos.


Otro: “Los patitos feos” Le Monde dice: “trasmite un mensaje de esperanza a todos los niños víctimas de la guerra, de la miseria o de sus entornos más próximos. Su salvación en la desgracia se resume en una palabra: resiliencia”. “Para que la fantasía, la creación artística o el don puedan sanar la herida de un niño, la sociedad adulta tiene que estar preparada para acogerlo y para acompañarlo tal como es, con sus particularidades de niño y de traumatizado. Aquí está lo moral e inquietante del ensayo: cuando se recupera el lazo social, cuando, en esta nueva trama, el niño logra convertirse en alguien que da, solo entonces el patito feo podrá convertirse en cisne”.


“Felizmente, un bebe humano sufre desde su nacimiento. Cuando deja las aguas del líquido amniótico que estaba a 37°C, tiene frío, está seco, y se siente mal tratado por el nuevo medio sensorial que lo rodea. La luz lo encandila, los sonidos ya no le llegan filtrados, cuando lo alzan en brazos siente topetazos por todas partes y dolor en el pecho mientras los pulmones se le despliegan para permitirle respirar. En ese instante surge un enorme envoltorio sensorial que llamamos “Madre”. Ella le envuelve, le da calor, lo rodea de olores, de caricias y de sonidos que el bebe reconoce puesto que ya los había percibido antes de nacer ¡Salvado!”. Esta maravilla de texto que creo haber leído mil veces, es una de las partes de otro de sus libros: “De cuerpo y alma”.


“Actualmente, el aumento de la cantidad de objetos nos proporciona indicios de falta de solidaridad. Vamos a los hipermercados a comprar un pedazo de pescado congelado. Así, ganamos tiempo, pero no podemos contar la historia de la pesca milagrosa, ni rememorar la madrugada con el abuelo al que tanto queríamos, ni la húmeda frescura del bote”. Con esta sencillez, el libro: “Lo salimentos afectivos”, nos habla de la importancia, vital, de esos momentos que hemos empezado a perder.


“La estructura de la conversación, la forma de expresarse, participa en el contagio emotivo propiciado por el habla. Estamos lejos del habla desencarnada que crea tan fácilmente un sentimiento sacro, a causa de su fantástico y fulgurante poder de evocación de cosas totalmente ausentes. Esa palabra es la de los religiosos. El habla etológica, en cambio, pautada por silencios, en un contexto de mímicas faciales que expresan emociones verbales, gestos que subrayan o contradicen el discurso, y posturas que dan la palabra al espacio.” Otra maravilla de otro de sus libros: “Del gesto a la palabra. Etología de la comunicación en los seres humanos”.


Todo Cyrulnik es una belleza por esa manera tan sencilla, humana y emotiva de divulgar sus conocimientos. No es en algunos de sus libros, sino en todos, que Usted o yo estamos representados. No son, por supuesto, libros de autoayuda, nada más alejado. Son libros para comprender, para aprender. Son libros de ciencias escritos coloquial y amorosamente. No deberían, disculpe que me meta, faltar, si no es uno, todos sus libros en ninguna biblioteca.


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