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“No me acuerdo nada”, de Nora Ephron o como seguir disfrutando de la autora de «Cuando Harry conoció a Sally

“Antes creía que mi problema era que tenía el disco lleno; ahora me veo obligada a reconocer que en realidad me pasa lo contrario: que se está vaciando”.
Nora Ephron lo dice con clase y humor en el primer artículo de este pequeño y genial libro que acaba de editar Libros del Asteroide: “No me acuerdo de nada”.


Ephron habla de la vejez, de lo que recuerda y lo que ya no (por ejemplo, sabe vio a los Beatles en 1964 cuando fueron a Nueva York por primera vez pero que solo tiene memoria de los gritos insoportables de las fans), de las pequeñas manías, de las modas gastronómicas absurdas, de cómo cambió el hecho de ir al cine, de lo que significó ser una divorciada, de los mozos que interrumpen y de un montón de esas pequeñas escenas cotidianas que en su pluma se vuelven mordaces y cómicas.


Por ese tipo de cosas, mundanas pero agudas, de apariencia simple pero profundamente complejas, no tan graciosas pero tomadas con humor, Nora Ephron fue quien fue.
Sí, era periodista, escritora, guionista, directora de cine y una suerte de celebridad entre los intelectuales de Estados Unidos. Pero es mucho más fácil decir que ella fue la que escribió el maravilloso e inolvidable guión de “Cuando Harry conoció a Sally”.


Lo mejor del cuento es que aceptó escribir ese guión porque necesitaba plata, y mientras lo hacía, recibió la noticia de que iba a heredar a un tío que ella suponía millonario, así que casi planta ese trabajo y nos deja a todos sin la famosa escena de Meg Ryan fingiendo un orgasmo en el local de Katz (una escena tan famosa que si alguien visita hoy ese mismo restaurante neoyorquino verá un cartel que dice aquí tuvo su orgasmo Sally).


Obviamente, la herencia no fue millonaria, y ella debió seguir trabajando, por suerte para nosotros. “Terminé el guión y la película se hizo. Aprendo enseguida de la experiencia, y la lección que aprendí en este caso fue que había tenido muchísima suerte de no heredar una suma importante de dinero, porque no habría terminado de escribir Cuando Harry encontró a Sally, una película que cambió mi vida”, escribe ella.


Pero este libro es mucho más que un anecdotario simpático. Fue escrito durante los últimos años de vida de Nora Ephron, mientras padecía una leucemia que ocultó a sus familiares y que finalmente se la llevó, en 2012. Y entonces, o quizás por esa certeza de un final, Ephron es de una honestidad deslumbrante.

Publica, por ejemplo, una graciosa lista de las cosas que no extrañará para nada de esta vida (cosas como el correo electrónico, los funerales, las encuestas, desmaquillarse cada noche), y publica también una preciosa lista de lo que sí extrañará. Es tan sencilla como conmovedora. Vale la pena leerla. Vale la pena incluso copiarla y leerla cada día, como un recordatorio de las cosas buenas que solemos dar por sentadas.
Ephron era una celebridad y su propia vida se convirtió en uno de los temas principales de su escritura.


Estuvo casada con Carl Bernstein, el periodista que, junto con Bob Woodward, descubrió el escándalo del Watergate y empujó la dimisión de Richard Nixon. Cuando estaba embarazada de su segundo hijo, descubrió que Bernstein la engañaba con una de sus amigas. No solo le dejó, sino que escribió una novela, Heartburn”, que luego se convirtió en una película: “El difícil arte de amar”, con Meryl Streetp y Jack Nicholson, en la que contaba la historia con los nombres cambiados.


No es que Ephron se tome el divorcio con humor. Pero llegó a una edad en la que s e puede mirar con restrospectiva y lo hace sin tratar de ser condescendiente con nadie. Ni siquiera con ella misma., Dice por ejemplo: “Lo más importante sobre mí, durante buena parte de mi vida, era que estaba divorciada. Era así incluso cuando ya no estaba divorciada porque había vuelto a casarme. (…) Ya no es lo más importante. Ahora lo más importante es que soy vieja”, dice, con la frescura amarga de la realidad.
Como hija de dos guionistas, Nora Ephron, se vio rodeada por el mundo del cine desde el día de su nacimiento. En su casa se daban cenas a la que iban reconocidos escritores, actrices y directores. Tiene anécdotas graciosas de aquellos tiempos. Tiene recuerdos duros que ella misma se ocupa de pasar por el tamiz del tiempo, que a veces hace que las cosas sean menos dolorosas (como el alcoholismo de su madre).


“No me acuerdo de nada” es uno de esos libros que uno se sienta a leer pongamos un día nublado, y lo ilumina. Leerlo es reconfortante, aún cuando se hable de los olvidos tan propios de los años, o de los divorcios, o de algunas escenas duras, o de las 25 cosas con las que la gente se sorprende continuamente de manera desconcertante.

Con su elegancia, chispa, ingenio, cada artículo de este libro tiene ese efecto benéfico, placentero, que dejan los encuentros con amigos, o esa sonrisa que nos quedan como tatuadas después de ver una buena comedia. ¿Quién quiere algo más?


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