Ensayos de Fernández con destino incierto


El presidente abandonó el discurso sanitarista, acaso con la intención de tomar distancia del difícil escenario que se presentará en las próximas semanas.


La Argentina comienza a familiarizarse con la pandemia. Los casos de coronavirus se han más que duplicado en la última semana, con epicentro en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires. Aunque lejos de los registros de contagios de Chile, y más aún de la catástrofe que se ha desatado en Brasil, el virus parece ir en busca de una nueva escala cuando rige la fase menos rigurosa del programa de aislamiento social.

Este escenario había sido anticipado por los especialistas que asesoran al gobierno nacional. La cuarentena en la Argentina, se ha dicho, tiene singularidades. Fue impuesta tempranamente, junto con los primeros confinamientos en el sur de Europa, cuando los contagios en ese continente ya habían tomado aceleración. El relajamiento de la cuarentena también coincide con el que se está ensayando en estas semanas en Italia y España. Pero, mientras que en esos países la primera ola de contagios parece haber quedado atrás, el pico aquí recién está tomando forma.

Los próximos días van a ser decisivos para evaluar los resultados de la flexibilización que en los hechos experimenta la cuarentena en el área metropolitana de Buenos Aires. Allí el principal foco de atención son las villas, donde el virus circula con libertad. El Ministerio de Salud porteño anticipó que de ser necesario dará marcha atrás con las habilitaciones a la actividad de comercios no esenciales y volverá al régimen de cuarentena estricta. Se ignora cuál será la respuesta social a esa contingencia.


Avanza con una agenda inquietante en el frente judicial, que lo compromete personalmente con el trámite de causas emblemáticas contra Cristina Kirchner.


El gobierno nacional ha delegado en los gobernadores buena parte de la responsabilidad en la administración de esta etapa. El presidente Alberto Fernández amplió su perspectiva sobre los efectos laterales de la pandemia. Aunque conceptualmente su discurso no ha variado, Fernández parece haberse ajustado a la creciente demanda social por una mayor apertura y a las urgencias de una economía devastada.

El presidente buscó retomar en paralelo una agenda sin un objetivo demasiado preciso. Dedicó varias horas de entrevistas periodísticas a profundizar fisuras en el frente opositor. Junto con el impulso de nuevas restricciones y una mayor vigilancia sobre el mercado cambiario, apuntó a empresas y particulares y los acusó de la disparada del dólar paralelo. También alzó el tono contra los acreedores, con lo que sin embargo avanzan las negociaciones para evitar un default. Entretanto, emitió un decreto que faculta al Poder Ejecutivo a reasignar el total de las partidas presupuesto sin control legislativo y dispone un aumento del gasto en casi $500.000 millones, que recogió el rechazo de todo el arco opositor.

En otras iniciativas de Fernández se advierten más claramente demandas de su principal socia en la coalición de gobierno, que ha recuperado pleno protagonismo. El presidente prometió enviar en breve al Congreso el proyecto de reforma judicial, que busca descomponer el fuero federal, y no descartó abrir un debate sobre la composición de la Corte Suprema. Además, avaló la decisión del titular de la Oficina Anticorrupción, Félix Crous, de abandonar el rol de querellante en las causas Los Sauces y Hotesur, por las que deberá ser juzgada la vicepresidenta Cristina Kirchner y sus hijos por delitos contra la administración pública y lavado de dinero. ¿Acompaña también el presidente la ofensiva kirchnerista en el Consejo de la Magistratura por el cierre de denuncias contra los jueces federales Luis Rodríguez y Rodolfo Canicoba Corral?

El presidente ha enviado múltiples señales en las últimas horas. Abandonó el discurso sanitarista, acaso con la intención de tomar distancia del difícil escenario que se presentará en las próximas semanas. En su lugar repuso la lógica de la confrontación política. Ha decidido apostar a un acuerdo de última hora con los bonistas como vía desesperada para resucitar la economía. Y avanza con una agenda inquietante en el frente judicial, que lo compromete personalmente con el trámite de causas emblemáticas contra Cristina Kirchner. El destino de todos estos ensayos es incierto.


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