«Aftersun», las últimas vacaciones de un padre y su hija

La película, ópera prima de la escocesa Charlotte Wells, es de una melancolía abrumadora. Pero si estamos dispuestos a pasar por ese trance, el filme es una maravilla. Hay spoilers.

Los recuerdos tienen el color de la melancolía. Casi siempre. Un tono entre el sepia y la vieja polaroid. «Aftersun», la ópera prima de la joven directora escocesa Charlotte Wells que el año pasado ganó más de 30 premios en diversos festivales, y que ahora está nominada a los Oscars, maneja esas tonalidades, que es mejor decirlo rápido: son inevitablemente tristes. Pero aún así, o mejor dicho sabiendo a qué vamos exponernos, esta pelícua disponible en la plataforma MUBI, es de una belleza arrasadora.

La trama parece sencilla: un hombre, Calum, y su hija de 11 años, Sophie, vacacionan en la costa turca durante una semana de finales de los años 90. Luego, se despedirán en el aeropuerto, porque la niña vive con su madre en Glasgow, y él en Londres. Y ya no volverán a verse nunca más. Lo que vemos en el filme -que según contó la joven directora tiene mucho de su propia historia- son los recuerdos de aquel viaje narrados por una Sophie que ahora es adulta, y que tiene un bebé de pocos meses. Es esa niña, pero mirando ahora desde el otro lado del camino, el de la maternidad/paternidad.

Para hacer ese viaje al pasado, Sophie tiene a mano unos videos caseros que ella se empeñó en grabar en aquellos días ahora lejanos, y con ellos intenta reconstruir a su padre, un hombre que sufre de depresión, que algunas veces llora desconsoladamente de espaldas (y es una gran decisión mostrar esa espalda y no su cara), y que todo el tiempo intenta que esos pocos días en la costa turca, en un all inclusive que por sus pocas posibilidades económicas incluye bien poco, sean los mejores posibles.

Otra vez: en la película no pasa mucho. Pero cada situación es una capa que se superpone a esa búsqueda de sentido que guía Sophie, a ese intento de entender qué ocurría con su padre cuando tenía exactamente la edad que ella tiene ahora, 30. Y aunque en casi todas las escenas de «Aftersun» aparezcan padre e hija (excelentemente interpretados por Paul Mescal, el protagonista de la también meláncolica y bella serie «Normal People», y la deslumbrante Frankie Corio), la perspectiva de Sophie es la que lleva el relato.

Paul Mescal, el protagonista de la también meláncolica y bella serie «Normal People», y la deslumbrante Frankie Corio.

Es ella la que intenta entender aquel momento, el último momento que compartió su padre. Porque aunque tuvo destellos de felicidad, son unas vacaciones que han dejado traumas, cuentas pendientes. Con retazos, Sophie reconstruye situaciones límites, como la escena en la él está subido a una baranda del hotel o esa otra, angustiante, en la que se mete vestido al mar, en plena noche cerrada, mientras Sophie pierde el tiempo o mas bien descubre el amor, con un grupo de chicos más grandes.

Los recuerdos tienen el color de la melancolia. Los retazos de las charlas que establecen, al pie de la piscina, en un restaurante, en la poco agraciada habitación parecen a veces banales, pero a la distancia tienen un filo lascerante. Como cuando ella le dice: «Creo que es bueno que compartamos el mismo cielo. Creo que el hecho de que ambos podamos ver el Sol, aunque en realidad no estemos en el mismo lugar y en realidad no estamos juntos… en cierto modo lo estamos, ¿sabes? Como si ambos estuviéramos bajo el mismo cielo». O como cuando la niña, inocente, le pregunta dónde pensaba él, a los 11, como ella, que estaría ahora, a los 30. Lo que para ella es un juego, para él resulta insoportable. O también cuando hablan de por qué él no vuelve a Escocia.

La música juega un papel tracendental. Al menos en tres momentos. Uno, cuando padre e hija van a un karaoke y Sophie repite lo que parece un ritual entre ambos y se anota para que los dos pasen a cantar. Callum se niega y la deja sola en el escenario, cantando (mal) la bella “Losing my religion”. Hiriente, además, cuando ella termina le dice que le puede pagar unas clases de canto. Otra en la que se escucha Tender, de Blur. Y la tercera, una canción que va in crescendo a lo largo del film, y marca esa comunión que establace la Sophie adulta con su papá. Suena “Under Pressure” cantada por David Bowie y Freddy Mercury, el filme llega a su climax. Sophie pequeña abraza a su papá. Sophie grande lo busca en ese último baile, intenta decirle algo, se funde con él. Y nosotros, de este lado, quedamos irremediablemente arrasados por una tristeza difícil de contener.


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