Especialistas opinan sobre la interna en el gobierno nacional

Las críticas al presidente desde sectores duros del cristinismo ya son abiertas y plantean un desafío a la estabilidad de la coalición gobernante. La opinión de los analistas.


En los últimos 10 días, en el gobierno nacional sucedió algo paradójico: una serie de gestos que Alberto Fernández realizó para calmar las aguas políticas al inicio del viaje de la poscuarentena, parece haber generado precisamente el efecto contrario. No solo porque los cruces con la oposición no cesaron, sino porque además dentro mismo de la alianza oficialista surgieron críticas duras y señales de advertencia para el presidente.

El jueves 9 de julio, en el acto por el Día de la Independencia, Fernández ensayó un discurso que buscó ser conciliador, aunque la selección de palabras produjo reacciones negativas en la oposición. El presidente dijo que iba a “terminar con los odiadores seriales”. Estuvo acompañado en el acto por jefes de las principales entidades empresarias del país y Héctor Daer, jefe la CGT. En una pantalla se podía ver a los 23 gobernadores y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta (PRO), a quien Fernández se refirió como “mi amigo”.

La primera respuesta fue enviada por la propia Cristina Kirchner. A través de Twitter, la vice festejó una nota periodística, a la que calificó como “el mejor análisis que he leído en mucho tiempo”: el artículo cuestiona los intentos de acercamiento de Fernández al grupo de empresarios que estuvo en el acto del 9 de Julio.

El lunes Fernández dejó un doble gesto de moderación: en primer lugar, sepultó virtualmente el proyecto de expropiación de Vicentin, reconoció que se había equivocado y que juzgó mal la reacción social; en segundo lugar, mantuvo un encuentro virtual con los líderes parlamentarios de JxC, en donde no cayó bien la frase sobre “terminar” con quienes el gobierno considera odiadores.

El martes el presidente recibió una dura crítica por la cita con empresarios: Madres de Plaza de Mayo difundió una carta abierta en la que dijeron sentirse “agraviadas y heridas” por el trato que el presidente le da “a los saqueadores del país”, muchos de los cuales “secuestraron a nuestros hijos”. La titular de Madres, Hebe Bonafini, directamente le preguntó a Fernández “quién gobierna” realmente. “Soy el presidente de todos los argentinos”, contestó él.

En paralelo, Anabel Fernández Sagasti, una de las senadoras más cercanas a CFK, corrigió al presidente: dijo que Fernández había ratificado el camino de expropiación para Vicentin. Dos días después, el jefe de Estado también se sintió obligado a llamar a la radio de uno de los principales periodistas afines al kirchnerismo: lo habían criticado porque el gobierno manifestó ante la ONU su “profunda preocupación por los derechos humanos” en Venezuela.

Mientras la interna oficialista empezaba a tomar calor, algunos referentes del FdT salieron en Twitter a pedir calma con un mismo mensaje, dejando evidencia que la interna es tal y existe. El ministro de Defensa, Agustín Rossi, y el referente de La Cámpora, Andrés “El Cuervo” Larroque, pidieron “paciencia” a los compañeros y “bancar a Alberto”. A todo esto, en algunos barrios del conurbano bonaerense ya se veían carteles con la frase: “Fuerza Alberto”.


“El Frente de Todos está en un equilibrio muy delicado”


P. ¿Estamos ante un giro de moderación real de Alberto Fernández?

Juan Germano. Director de Isonomía.

R. No veo un giro, veo que está envuelto en el enorme desafío de liderar en una experiencia novedosa, porque gran parte de los votos del espacio provienen de la vicepresidenta. Lidera una coalición que garantizó ser muy competitiva en las urnas, pero también garantizaba ser muy variopinta. Este movimiento irregular, es parte de la normalidad de esta coalición: responder a una parte del electorado y al mismo tiempo a otro.

P. ¿Cómo ve las duras críticas internas al presidente en el oficialismo?

R. Creo que la política en general en marzo de este año hizo un quiebre porque apareció un virus que cambió la normalidad. La dinámica de la política se puso en stand by por un tiempo, entonces lo que primó fue la cooperación entre fuerzas distintas y dentro de los partidos. Me da la impresión de que ya en la última etapa de la pandemia lo que empezó a aflorar nuevamente son las disputas que cada uno de los espacios tenía. En Juntos por el Cambio, entre ir a una estrategia dialoguista o más confrontativa. Y lo mismo en el Frente de Todos. En este contexto, en el que la pandemia no terminó, donde el miedo de la ciudadanía todavía es lo que prima, este tipo de discusiones que explotaron en el oficialismo lo desgastan en un momento que tiene que mostrar un plan de salida. Este tipo de discusiones políticas no hacen más que golpear, no tanto al núcleo duro de votantes mas convencidos, sino a esos votantes más light, más volátiles; a ese 20% que termina siendo clave al definir una elección. Son los que ayudaron a Cristina a llegar al 54% en el 2011, los que hicieron perder a Scioli en 2015, y los que le dieron la distancia suficiente a Fernández en 2019. Vos no ganas con los propios sino con los ajenos. Estas discusiones internas lo complican mucho más de lo que lo benefician.

P. ¿Las tensiones internas pueden agravarse con la crisis económica?

R. Cuando uno analiza a ese 20%, lo que le pedía hasta ahora al gobierno, a la política, a los empresarios, era “cuidame”. La pregunta es: cuando todo esto pase, ¿el mandato de ese 20% cuál va a ser? Yo creo que vamos hacia un mandato de reconstrucción. Argentina y el mundo van a sufrir mucho las consecuencias de la pandemia. El Presidente necesita poder responder a ese mandato, y ese mandato se responde con certezas. Tendría que tener mucho cuidado el Frente de Todos de cómo termina resolviendo esas tensiones internas. Está en un equilibrio muy delicado. Vos podes ser muy bueno respondiendo a un mandato, pero no al siguiente. Por ejemplo, Winston Churchill: cuando el mandato de los británicos era ganarle a Hitler, había un tipo que era excelente para eso; ganó la guerra, y al año siguiente fue a elecciones y perdió, porque el mandato era otro, había cambiado, el héroe de guerra ya no hacía falta. El mandato siguiente va a necesitar unión, consensos, y cuando los espacios se pelean entre sí se alejan de poder responder a ese mandato. Esto corre para todos. Para oficialismo y oposición.


“La radicalización conlleva riesgo e ingobernabilidad”


P. ¿Estamos ante un giro de moderación real de Alberto Fernández?

Graciela Römer. Directora de Römer y Asoc.

R. El discurso de Fernández es intermitente. Oscila entre la moderación y la radicalización. De alguna manera esto viene sucediendo desde su discurso fundante en el Parlamento, donde generó expectativas fuertes respecto a un camino intermedio, de conciliación después de años de radicalización extrema del sistema político argentino, y una grieta que fatigó a la opinión pública en general y especialmente a los sectores medios. Fernández asume una gestión fuertemente signada por la tensión existente entre una demanda externa de un sector del peronismo y gran parte de la opinión pública, y por otro lado de los sectores radicales a los cuales responde. Son ciclos de corto plazo. Y esto no es bueno. Lo que uno ve en las encuestas es que hay un rechazo manifiesto cuando Fernández radicaliza su discurso. Es difícil sostener gobernabilidad así y sobre todo en la situación crítica en la que está Argentina en este momento. La pregunta es cuánto resiste la economía, cuánto resiste la paz social, y cuánto resiste la gobernabilidad en una situación tan deteriorada desde el punto de vista económico y sin un liderazgo sin fisuras.

P. ¿Cómo ve las duras críticas internas al presidente en el oficialismo?

R. Se puede haber expandido la grieta dentro del gobierno, pero no tanto. Yo creo que señales de esto ya había desde el inicio del gobierno. No era imposible de prever. Forma parte de las reglas de juego de una coalición con componentes muy heterogéneos. Sin duda son intentos de marcar la cancha. El sector kirchnerista no dejó de marcar la cancha en ningún momento, en cada uno de los espacios: judicial, la liberación de presos, la economía, Vicentin, las diferencias entre un “ellos” y un “nosotros”, entre los ricos y los pobres. Ese ha sido el marco general en el que Fernández ha gobernado en la pandemia.

P. ¿Las tensiones internas pueden agravarse con la crisis económica?

R. La radicalización o no está vinculada también con el consenso político más general. Es imposible pensar en gobernabilidad frente a los tiempos que vienen, sin un programa de unidad nacional. La radicalización lleva a un camino imprevisible, pero sin dudas de alto nivel de riesgo y de ingobernabilidad. Se sostiene gobernabilidad con las instituciones arquetípicas del sistema democrático: los partidos políticos y el parlamento, a eso habría que apostar para contener los posibles desbordes sociales que dentro del mismo gobierno ven con preocupación. La oposición también tiene contradicciones internas.


“A Fernández lo llamaron para un gobierno de transición”


P. ¿Estamos ante un giro de moderación real de Alberto Fernández?

Enrique Zuleta Puceiro. Director de OPSM

R. Es parte del estilo propio de Alberto Fernández. Toda su trayectoria es una trayectoria de moderación, con Cavallo, con Duhalde, con Kirchner. Cuando no pudo hacerlo en el esquema de Cristina Kirchner, se fue. Ahora tiene cierto margen para funcionar. Los apoyos de la opinión pública han sido muy importantes, pero han estado focalizados en la pandemia, eso no se puede trasladar automáticamente al voto, o un apoyo a la economía. Allí sigue habiendo un 30% contra 30%, con un tercio en el medio que se va adecuando al momento. Y Fernández es un consultor político vestido de Presidente, y sabe leer eso. ¿Se volvió loco él? No, decir que va a cambiar el mundo, hablar de “mi amigo López Obrador” o “cómo lo extraño a Chávez”, podría pensarse que es una locura: pero no, él está pensando “no se me van a escapar por izquierda”.

P. ¿Cómo ve las duras críticas internas al presidente en el oficialismo?

R. Siempre están las Hebe de Bonafini, que lo que piden es plata. Que a Fernández no se le escape la izquierda en la interna es fácil. El problema que tiene es con la clase media. ¿Esta situación va a complicar las chances electorales? Y sí. ¿A quién? Al que tenga que ir de candidato en 2021. Puede llegar a pensar como pensó De la Rúa, como Cristina Kirchner en 2009, que en esas elecciones de medio término no se juega la presidencia. Eso llevó a De la Rúa a perder las elecciones y a Cristina Kirchner a perder la Provincia de Buenos Aires con Néstor de candidato a diputado. Son culturas políticas distintas la de Alberto y Cristina. Ella seguramente está descontenta con el gobierno, seguramente querría menos peronismo, querría más revolución, pero ella no quiere ser presidenta y está apostando a los “pibes” y eso va bien.

P. ¿Las tensiones internas pueden agravarse con la crisis económica?

R. Hay muchos riesgos, fijate lo que le ha pasado a los españoles: en España le han dado el fin de semana una verdadera paliza a la coalición de gobierno nacional. A los partidos locales les fue bien y a los nacionales no. Yo calculo que eso va a ocurrir acá el año que viene. Los gobernadores no van a aceptar ni tolerar intromisiones de la política nacional ni en las listas de candidatos, ni en los temas ni en los problemas. Eso es un riesgo para una eventual candidatura presidencial del oficialismo en 2023. Nadie está pensando en quién va a ser el candidato. Si Alberto piensa en eso ahora mismo, va a tener serios problemas, porque va a dejar su mejor perfil y va a intentar hacer una campaña presidencial, y ahí se le van a volver en contra los 12 partidos que tiene adentro en Frente de Todos. Porque él no está para eso. Él no tiene votos. No lo llamaron para esto, los que tienen los votos -Cristina, Massa, Solá- lo llamaron para hacer un gobierno de transición.


“La situación va a tender a ser cada vez más tensa”


P. ¿Estamos ante un giro de moderación real de Alberto Fernández?

Jorge Giacobbe. Director de Giacobbe y Asoc.

R. Si esta moderación y esta pelea interna fuera un plan, sería un plan muy inteligente y sería un plan tendiente a conservar a los dos tipos de electorado que votaron a la fórmula de Alberto y Cristina. Ya la imagen positiva de Alberto está por debajo de lo que tuvo como votos. Del 48% que los votó, 35% es de Cristina y 13% es de antimacrista, no albertista, que eligió a Alberto -no a Cristina- y en esa operación lo tuvo que idealizar: Alberto va a ser diferente, va a ser moderado, va a estar cerca del peronismo. A medida que Alberto se empieza a acercar a la identidad kirchnerista por los temas de la agenda, empieza a perder ese 13%, se empieza a recostar en ese 35%. Sin embargo, la probabilidad de que sea un plan, a mi entender, son escasas, para mí la pelea es más bien real. Si la pelea es real, no va a ser un juego de suma sino de resta. Es el kirchnerismo radicalizándose, pasándose de rosca en el poder, asustando a una opinión pública que los pudo votar, pero que no los comparte ideológicamente. Sería un error enorme del kirchnerismo asustarse de lo que puede pasar con Alberto, de que pueda tener un desarrollo con Larreta, que se radicalicen y traten de empujarlo, porque pierden el 13% de entrada y el nivel de tensión interna lo que va a hacer es asustar a la opinión pública. Fue el error de Cristina después del 2011 y el 54%. Está sucediendo el estilo kirchnerista, y Alberto está realmente tratando de tomar un poco de distancia. Sería sano que fuera un plan, pero creo que responde a una dinámica del caos.

P. ¿Cómo ve las duras críticas internas al presidente en el oficialismo?

R. Ahí tenés el desorden. Yo no encuentro ninguna razón para que Cristina quiera que Alberto tenga problemas. Sí hay condiciones objetivas para creer que por ahora lo quieren condicionado, para que no se mueva de la raya, pero no para ponerlo realmente en riesgo. Porque si el plan de Cristina fue “no quiero ser presidenta, pero quiero que alguien gobierne porque tampoco quiero ir presa ”, entonces hay que cuidarlo. Hay que marcar la cancha, pero cuidarlo. Hasta ahí Cristina. Pero de segunda línea para abajo es distinto, están de ida, todavía consideran que tienen más capítulos y quieren ir por ellos. Puede haber desorden de segunda y tercera línea que no responde al criterio de la primera. La idea de la pesada herencia a todos les funciona un año, un año y medio, dos, después empezás a pagar el pato. Le pasó a Macri. Y le va a pasar a cualquiera. En algún momento el kirchnerismo va a tener que decir, para su 35%, “bueno, al final Alberto no hizo las cosas tan bien como esperábamos”. Van a tener que buscar un culpable. Alberto está puesto ahí para ponerle la cara a los cachetazos. Ese es el plan del kirchnerismo. Vamos a ver si Alberto tienen su propio plan y si el peronismo tiene su propio plan.

P. ¿Las tensiones internas pueden agravarse con la crisis económica?

R. Todo se puede agravar, porque la población ya está en un nivel de agotamiento que trasciende lo racional, estamos teniendo comportamientos basados en lo emocional. Y falta todavía un trecho de transitar el trauma de la cuarentena. Y después va a quedar 15 puntos más de pobres, y más inseguridad, y más desempleo, y más narcotráfico, y etc., y la situación va a tender a ser cada vez más tensa.



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