Estado de coma

MIGUEL ÁNGEL ROUCO (*)

La transformación del blanqueo de capitales en un bono patriótico (¿se convertirá en ahorro forzoso cuando llegue su rescate?) pone de manifiesto la asfixiante situación financiera por la que atraviesa la Argentina. El fracaso del blanqueo demostró una vez más que la administración Kirchner está lejos de acertar en sus decisiones y que el único camino abierto que parece quedarle es convertir el Baade en un título apto para el dinero bien habido. Esta vez no hubo oportunidad, ni mérito, ni conveniencia, como replican el viceministro de Economía Axel Kicillof y el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno. Esta vez, y a juzgar por los magros resultados del blanqueo, hubo impericia, imprudencia y negligencia. El clima financiero internacional se enrareció en las últimas horas, tras los problemas presupuestarios que enfrenta la Casa Blanca y que pueden repercutir en el resto del planeta. Sin crédito externo, con un alto índice de desconfianza, una inflación rebelde y con la perspectiva de terminar el año con reservas por debajo de los 30.000 millones de dólares, la desesperación se adueñó de la Casa Rosada. En sigilo, el ministro de Economía Hernán Lorenzino se marchó a Estados Unidos con una orden bien precisa de la presidenta: activar todas las líneas crediticias posibles de parte de los organismos financieros multilaterales de crédito, con el objetivo de engrosar las endebles reservas internacionales. Una suerte de blindaje. La misión del ministro apunta a acelerar la tramitación de todos los préstamos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo que se encuentran en proceso de definición, con el objetivo que sus desembolsos se produzcan en los últimos dos meses del año. En la Casa Rosada y en Olivos creen que, si el clima internacional se complica y el resultado electoral de octubre deviene en catástrofe, el mercado podría intentar una corrida cambiaria que obligue a quemar más reservas y quedar en una posición débil, cuando todavía tienen por delante dos años de gestión. En otros términos, una corrida obligaría al gobierno a vender dólares y más tarde a devaluar, convalidando las fallas del modelo. La debilidad del programa económico quedó expuesta también con los resultados fiscales de agosto. En 2/3 del año, el rojo fiscal asciende a casi 13.000 millones de dólares que se financiaron con emisión y con endeudamiento intra sector público. De otro modo, el gobierno realizó exacciones en las cajas del Banco Central, el Banco Nación, el PAMI y la Anses para financiar su desequilibrio operativo y financiero. A este ritmo, el balance final arrojaría un déficit financiero de casi 20.000 millones de dólares para el ejercicio 2013, un horizonte insostenible para los dos últimos años de mandato. El efecto del desequilibrio del erario potencia la inflación y desata un derrame muy negativo sobre el nivel de actividad, que hoy resulta muy difícil de sostener. El gobierno insiste en que este año la economía crecería 5% cuando viene de un 2012 en que el PBI apenas creció 2% y ni siquiera dejó arrastre estadístico. Sin embargo, si se observa la evolución de la recaudación impositiva, en los tributos ligados al consumo, como el IVA, el aumento es del orden de 26/27%, una cifra que va en línea con la inflación real, lo cual revela que el crecimiento económico es prácticamente nulo. Otro tanto ocurre con el impuesto al cheque, que en su variación interanual observa el mismo aumento que el IVA al consumo. En el caso de las exportaciones, la variación se encuentra por debajo de esos montos. El consumo energético no está mostrando variaciones de un año a otro y esto va en línea con la actividad industrial que, en su medición desestacionalizada, mostró una contracción en su comparación interanual. Todos estos números reflejan que las estimaciones que elabora el Palacio de Hacienda están muy lejos de la realidad y que la suba del PBI no es más que un eslogan electoral que se desvanecerá el 28 de octubre. (*) Analista económico de DyN


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