Fernández, en busca de su autonomía


La agenda paralela del oficialismo apunta a la crispación. La mayor amenaza para la autonomía y la libertad de decisión de Fernández sigue estando a su lado.


El mercado no parece haber registrado el acuerdo por la deuda, principal logro de presidente Fernández en sus difíciles ocho meses de gestión. El dólar paralelo trepó $ 5, volvió a los $ 133 y recuperó parte de lo que había cedido tras el anuncio. También avanzaron las cotizaciones alternativas. La brecha con el oficial sigue firme, a pesar de su deslizamiento silencioso que, con el impuesto, lo acerca a $ 100. Los analistas dicen que la situación es más o menos igual que antes del acuerdo. Imaginemos qué hubiera ocurrido si se consolidaba el default.

El acuerdo con los acreedores era una obligación para Alberto Fernández. En el tiempo que fue desde el incumplimiento de pago de US$ 500 millones de intereses, en abril, hasta el anuncio de esta semana, no hubo voces al interior del Frente de Todos que objetaran las mejoras en la oferta (hay consenso en que superaron los US$ 13.000 millones). Ese debate ya había sido clausurado en el Frente. En las últimas horas el presidente llegó a decir que Cristina Kirchner le pidió que fuera “un poco más blando” para asegurar la reestructuración. Fernández seguramente no necesitaba de ese impulso: ha dicho siempre que no quería ser el presidente del default. La decisión estratégica más importante del Gobierno no podía sin embargo prescindir del aval de la vicepresidenta.

Se adivinaba incluso antes de que Fernández fuese electo: no había que esperar una épica para la deuda. El presidente fue consecuente, virtud hasta ahora escasa: no hubo una reestructuración agresiva, al estilo de la del 2005. En campaña, Fernández se había tentado incluso con una renegociación sin quita, sobre el modelo uruguayo, difícil para el horizonte fiscal de entonces e inimaginable desde la aparición de la pandemia. Sin embargo, el presidente parece haber rescatado el espíritu de aquella experiencia vecina: la postergación de los vencimientos, una decisión que puede ser clave para su gestión.


La agenda paralela del oficialismo apunta a la crispación. La mayor amenaza para la autonomía y la libertad de decisión de Fernández sigue estando a su lado.


Durante su gobierno, según las cuentas de Economía, la Argentina tendrá compromisos por apenas US$ 4.500 millones. La curva de vencimientos tanto de deuda local como bajo legislación extranjera empieza a crecer en 2024, escala a partir de 2028 y alcanza una meseta muy alta, con fuerte carga de vencimientos, por unos ocho años.

Fernández dijo que la Argentina había ganado “autonomía y capacidad de decidir”, lo que equivale a decir autonomía para su mandato y eventualmente su reelección. En busca de simetrías con la gestión de Kirchner, Fernández también se declaró su “mejor discípulo”. En 2005, para ampliar su autonomía en materia económica, Kirchner llegó a cancelar la deuda con el FMI (y se deshizo de Lavagna). Con sus enseñanzas camina Fernández.

La negociación seguirá abierta hasta el 24 de agosto para intentar alcanzar el máximo de adhesión. Luego se iniciará la discusión para reprogramar los pagos del stand-by acordado por Macri con el FMI: 2022 y 2023 concentran vencimientos por US$ 40.000 millones. Muchos se preguntan cómo consiguió negociar Fernández la deuda privada sin plan ni económico ni compromisos en materia fiscal. Los números finales podrían iluminar esa duda. Pero nada indica por el momento que la experiencia vaya a repetirse con el FMI.

En el escenario cada vez más incierto de la pandemia, Fernández tiene por delante la agenda de reconstrucción. La economía completará tres años en recesión y una década de estancamiento. El ajuste de las cuentas públicas demandará una operación muy sofisticada; los economistas se muestran cautelosos sobre las perspectivas de inflación, pero no ocultan su preocupación. El paisaje social se asemeja al de 2002. La estimación de Unicef es estremecedora: el 63% de los chicos en la Argentina será pobre a fin de año. El viernes, el arzobispo Mario Poli puso ese drama en perspectiva real: “Está en juego la vida de una generación”.

De manera incomprensible, la agenda paralela del oficialismo apunta a la crispación. La mayor amenaza para la autonomía y la libertad de decisión de Fernández sigue estando a su lado.


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