¿Garchar?… bien al estilo peronista

Victoria Tolosa Paz, Pedro Rosenblat (El Cadete) y Martín Rechimuzzi, en el video que se hizo viral.

Cuando la candidata a diputada Victoria Tolosa Paz utilizó, con notable intención el término “garchar” en un programa de jóvenes, produjo un esperable revuelo.

Garchar es una palabra en desuso destinada a designar un mismo acto al que se le han dado nombres diversos, algunos más delicados y hasta, diría, respetuosos, que otros. Se refiere al acto sexual humano conocido como “hacer el amor”, tener un coito, un acto sexual, etc.

Hace muy poco tiempo, una o más décadas nada más, se habla con más soltura del acto humano más natural, pero menos entendido, interpretado y, por lo tanto, en términos generales, muy mal vivido. Puro instinto.

Y es a ese puro instinto al que le habló la candidata con pensada y dirigida intención: atraer a la juventud, un importante botín al que hay conquistar y sumar para ganar las que serán unas disputadas elecciones este domingo.

 “El peronismo siempre ha sido proclive a la alegría, la diversión y nos gusta garchar”. Dijo, como para empezar a seducir.

Sin querer o intencionadamente, actuó como lo hace su partido: prometer una vida fácil, regalada, y de allí a esperarlo todo del debilitado Estado Argentino.

Así, este tipo de gobierno deja al pueblo parasitado, a un paso de la negligencia, con un fácil conformismo que entrega la conducción de su propia vida al dominio del poder de turno. Así, multitudes han perdido la libertad como previene Erich Fromm en su libro “El miedo a la libertad”, lo que quiere decir, miedo a hacerse cargo de su vida, a asumir, con responsabilidad, su destino.

El populismo, dueño de estas actitudes, anula lo positivo del ser humano, lo que lo humaniza. Y, justamente, lo que la Argentina de hoy necesita es recuperar, volver a nutrirse con ciudadanos fuertes, librepensadores, seguros de su destino, que luchen por cumplirlo, por hacerlo efectivo. En cambio…

 “El pleno placer sexual incrementa la conciencia de ser, el estar despiertos a los sucesos de la vida y de allí a la espiritualidad, lo que da más unidad a la felicidad, más autoestima, más fuerza para crecer, superarse y llegar a ser”. Dice Alexander Lowen. Psiquiatra norteamericano.

Lo que declara Lowen es justamente lo contrario de lo que significa “garchar”, sexo a la ligera, puro goce por el goce, pura evasión. Y no es casual que en estos días se hable de los apoteóticos efectos, de lo bien que hace y de las promesas de felicidad que encierra y hasta del grupo partidario que lo practica, que incentiva su práctica, para ponerse a tono con el clima de felicidad que un nuevo gobierno peronista pone a reinar… cuando ellos ganan las elecciones. Todo fácil. Placer regalado.

Desde el gobierno se manda a los nuevos candidatos, a ganar adeptos, haciendo cualquier promesa. Evidentes faltas de respeto a la ciudadanía que sin embargo son recibidas con risas por los jóvenes. Con simpatía.

Gozar… garchando… no se entiende aún su significado.

Antes, el pudor o un determinado rasgo de lo que considerábamos buena educación, nos llevaba a reemplazarlo por “hacer el amor”.

Hacer el amor”, el coito, con que lo nombrábamos al acto sexual que une en cuerpo y alma a dos que se aman, suponía eso: amor.

Y amor es aquí un término fundamental que debiéramos esforzarnos en entender, revitalizar y transmitir. Un término que humaniza y dignifica, que es elección, admiración del otro, ponderación y confianza, apoyo y sostén para seguir creciendo.

Hacer el amor “sugiere un necesario proceso, un ir de a poquito.       Despacio, hasta que madure la fruta de tan hermoso sentimiento.

Después… ¡qué deleite!, tal como para que Alexander Lowen, llamara al acto sexual, el epítome del placer.

Y no es para menos. La sabia naturaleza ha puesto en la unión sexual toda la capacidad sensitiva humana, es decir, justamente, un sentir a pleno. Plenitud. Como que es el acto por el que la vida sigue siendo vida. (Un sentir único que se pierden los apresurados amantes de hoy en su hacer inconsciente, desatendido y a la ligera).

Por eso, no se necesita nada más para gozar, a fondo, que el hecho de estar vivo. Atento.

De la misma manera en que hay que estar atento a los malos políticos que vienen con esta prédica barata a incentivar una acción cuyos resultados están a la vista. Sostenida y estimulada por los demagogos como es pagar por embarazos sin discriminar, por ejemplo, y que no ha hecho más que generar embarazos indeseados, nacimientos rechazados. Infelicidad humana a granel.

Infelicidad, una palabra que me lleva a analizar otra pronunciada y prometida en estos tiempos de elecciones: “Felicidad”.

“Los peronistas queremos que el pueblo sea feliz… alegre, etc, etc”. ¡Qué falsedad! La felicidad se gana, no se reparte en actos proselitistas.

Nada más infeliz, atado de manos, desdichado, que quien crea que la felicidad se reparte como el choripán. Creemos que, en el fondo de cada conciencia, surge el sentido de la desvalorización humana, del ser indigno, tan poco crecido humano como para que vengan a “ponerle en los bolsillos”, también, una cuota de deleite.

La felicidad es una cuestión de satisfacción íntima, de conformidad de poder hacer por la propia vida y no puede ser repartida.

Tiempo de elecciones, tiempo de preguntarnos:

¿No estaremos volviendo a las épocas del Circo Romano en que la mayoría, una muchedumbre amorfa, conducida, irreflexiva y también insensible se inclinaba a las emociones primarias para sentir que estaba vivo? La mala orientación, el puro pan y circo han provocado la denigración y caída de grandes imperios.

Gladys Seppi Fernández

* Educadora y escritora.


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