La Castellana, un pedacito de historia de la ciudad de Neuquén

La casona fue construida en 1929 en lo que hoy es Valentina Sur Rural. Arboledas y soledad la protegen del paso del tiempo.Hoy está rodeada de lotes y barrios privados.

El paisaje dista mucho de ser lo que fue a principios de 1900 en la zona de Valentina Sur. Eran las chacras las dueñas del lugar, que en la actualidad de a poco están siendo reemplazadas por modernos barrios privados.
El olor a manzanos y pasto verde quedó sepultado por ladrillos y mampostería. Pero hay una vieja construcción que logró superar los embates de la modernidad. Se trata de la Castellana, una casona señorial construida por el español Arsenio Martín en 1929, para ser utilizada como vivienda familiar.

Martín llegó a la Confluencia desde Salamanca, España. Impactado por la majestuosidad de los ríos Neuquén y Limay, compró tierras en la zona de Valentina Sur Rural y allí se levantó la casona con diseño arquitectónico europeo.
Tenía una amplia galería con techo de tejas que daba a un gran parque verde. Fue levantada sobre una plataforma para evitar que se inundara con las intempestivas crecidas del Limay.

El toque de distinción lo daban unos puentes colgantes que conectaban la galería de la casona con la calle de ingreso. Esto permitía que los propietarios y sus invitados pudieran ingresar a La Castellana, aún cuando el agua cubría todo el parque que la rodeaba.

Y esto tenía un objetivo concreto. La casa era epicentro de reuniones políticas y sociales, a la que concurrían grandes personalidad de la época. Era necesario mantener la casa disponible y accesible en todo momento. Por sus salones y grandes habitaciones pasaron, el exgobernador del Territorio del Neuquén, Enrique Piloto y el terrateniente español Casimiro Gómez, que visitaba la ciudad periódicamente, entre otros apellidos de renombre de aquellos años.

Hoy, 92 años después de ser construida, La Castellana sigue en pie, pero deshabitada. Cuando Arsenio Martín falleció sus herederos vendieron la propiedad a un privado. En 2017 el Concejo Deliberante de Neuquén la declaró patrimonio histórico de la ciudad, y fue lo único que se hizo para preservarla.

Llegar hasta La Castellana no es tarea para cualquiera. Caminos de tierra que serpentean por lo que queda de chacras se cruzan con cortadas o huellas que desconciertan. Carteles indicados abundan pero ninguno marca la dirección exacta de ese pedacito de historia neuquina.

La rodean inmensas arboledas que intentan ocultarla, como celosos guardianes. Como si quisieran evitar que le pase lo mismo que le pasa a la Torre Talero, que producto del vandalismo y la falta de mantenimiento, hoy está en peligro de derrumbarse.


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