La educación en la primera infancia, una cuenta pendiente

El cuidado de los bebés y niños pequeños es todo un tema a resolver cuando sus padres trabajan y no disponen de recursos económicos suficientes.

Miles de familias batallan cada día con realidades parecidas: trabajo inestable, horarios exigentes y sueldos bajos. Y en medio de ese trance suele ocurrir que la llegada de un hijo les cambia la vida.

Esa realidad es más ardua aún cuando se trata de madres solas y muy jóvenes, que no pueden permitirse la crianza como única ocupación y necesitan continuar sus estudios o hacer pie en el mundo laboral.

A cubrir esa demanda apuntan los Centros de Desarrollo Infantil que gestiona el municipio y que constituyen la primera red de contención a las necesidades educativas en la primera infancia.

El Estado provincial cuenta con la figura de la “escuela infantil”, diseñada para albergar a niños de 45 días hasta los dos años. Pero su desarrollo es casi nulo. Apenas cuenta en Bariloche con cuatro centros barriales, con escasas vacantes.

Existen escuelas de “gestión social” que tienen sus jardines para primera infancia, como los de la Fundación Gente Nueva, que son gratuitos, igual que los del ámbito público.

También algún sindicato como el Sitrajur e instituciones como el Centro Atómico ofrecen propuestas similares para sus empleados.

En otro estrato, abundan los jardines maternales privados y pagos, que son la solución más a mano para aquellas familias cuya economía permite ese gasto. Son más de 20 en toda la ciudad y funcionan con mínima regulación estatal.

Claudia Carrasco trabaja en una chocolatería, apenas pasó los 20 años y tiene un hijo de dos, que todavía no puede concurrir a un jardín oficial. Para ella el Jardín Iglesias, que pertenece al municipio, es un espacio esencial e indispensable.

“¿Qué puedo decir? Para mí es espectacular. Les dan de comer, los atienden, los cambian -aseguró-. Si yo no pudiera traer a mi nene sería imposible trabajar. Tengo otro más chiquito y a él lo dejo con una señora que lo cuida. Pero cuando pueda va a venir también al jardín”.

Al Iglesias también concurren a diario a llevar a su hijo Alin Arel y Martín Cuevas. Ambos son estudiantes de cuarto año en el CEM 33, tienen 17 años y fueron padres a los 15. “Por suerte se adaptó rápido. Lo traemos para que no se haga tan difícil estudiar”, contó Martín.

Además del jardín Iglesias, ubicado en Mascardi y Onelli, el municipio cuenta con el jardín Pudu Pudu (Elordi y Vilcapugio) destinado exclusivamente a trabajadores municipales, y otros seis centros de desarrollo infantil (CDI), que funcionan en los barrios San Francisco III, Omega, Eva Perón, Malvinas, Araucaria y La Cumbre.

La directora municipal de Instituciones, Patricia Fernández, dijo que atienden en total a unos 700 chicos, pero están lejos de ofrecer una cobertura universal. Admitió que falta extender el servicio en barrios del oeste y del este de la ciudad.

Aclaró sin embargo que en la admisión de los chicos no se tiene en cuenta el orden de inscripción ni el radio geográfico, sino que se priorizan las situaciones de vulnerabilidad social, las derivaciones por salud, las necesidades de las madres solteras y de los estudiantes.

Cobertura escasa

El Concejo Municipal evalúa desde el año pasado un proyecto de ordenanza para regular los jardines maternales o establecimientos educativos de “primera infancia” no oficiales.

Según los fundamentos de esa iniciativa, en Bariloche “sólo una cuarta parte de la población (de edades entre 45 días y 3 años) accede a instituciones de educación y cuidado. Y de ese porcentaje casi un 65% asiste a instituciones privadas que cuentan sólo con habilitación comercial”, sin supervisión pedagógica.

Como emergente de esa situación, sólo en el jardín Iglesias hay una lista de espera de 70 niños y lo mismo ocurre en los otros CDI.

Fernández señaló que “cada vez más familias de clase media” se vuelcan a los centros infantiles del municipio. Entre los padres hay muchos docentes, empleados administrativos y de comercio.

La causa fundamental es económica, porque cada vez se les hace más difícil afrontar la cuota de los privados.

Lo mismo reconoció Verónica González Antúnez, directora del jardín particular Brotecitos, uno de los más antiguos de Bariloche. “El año pasado tuvimos que suprimir el servicio de almuerzo, porque los padres no lo pueden pagar y prefieren mandar a los chicos con una vianda -explicó-. Otros directamente dejan de venir porque se quedan sin trabajo. Es un problema serio para los padres y en algún punto terminás haciendo de psicólogo”.

A diferencia de otros tiempos, en Brotecitos ya no hay demanda insatisfecha, como ocurre en los jardines del municipio. Llegaron a tener 120 chicos y hoy trabajan con 70. “Ahora mismo tenemos 2 o 3 lugarcitos libres por sala”, dijo la directora.

Atención integral

Al igual que los privados, los centros municipales ofrecen la posibilidad de ingresar todo el año. Fernández subrayó que las familias los valoran mucho porque brindan “una atención integral, con un abordaje social y pedagógico, con yoga, música y actividad física”.

Dijo que los chicos reciben desayuno, almuerzo y merienda y que el menú “está supervisado por un nutricionista”. También aseguró que hay dos docentes por grupo y un compromiso que “no es fácil encontrar en otros jardines”.

En el equipo a cargo de Fernández trabaja también el psicólogo Andrés Luetto (exsecretario de Desarrollo Humano del municipio), quien señaló que existe una distinción “conceptual” desde los términos utilizados. Subrayó que en el municipio decidieron desterrar la “guardería” y los “jardines maternales” de otros tiempos para hablar de “centros de desarrollo infantil”.

Dijo que hay detrás un tema de “promoción de derechos” y que los chicos necesitan ese tipo de contención e interacción desde edad temprana. Luetto dijo desconocer si existen corrientes psicológicas que desaconsejan la socialización de los chicos antes de los seis años y promueven el hogar y la propia familia como los ámbitos más apropiados para su cuidado.

“Desconozco si existe esa doctrina. Si existe estoy en desacuerdo -señaló-. Por lo menos en el psicoanálisis, que es mi especialidad, no es para nada así”.

A su entender “el Estado debe hacerse presente, es un derecho que tienen los niños”. Aclaró que el municipio “no debería ser el único responsable” y remarcó la ausencia provincial y nacional en el tema.

La admisión de los chicos en los espacios municipales prioriza situaciones de vulnerabilidad social.

El rango de los

precios

Quienes opten por llevar a sus hijos a un jardín maternal privado deben contar con un bolsillo apto. El costo parte de los 1.700 pesos para media jornada y puede superar los 6.000 pesos para un turno corrido de hasta 10 horas. Este último requerimiento es una demanda poco habitual y muchas veces los padres buscan acortar los tiempos con ayuda de algún familiar que los cuide.

Todos los jardines abren antes de las 8 y brindan contención hasta las 18 ó las 19. No tienen vacaciones y funcionan todo el año.

En Brotecitos el arancel por cuatro horas es de 2.950 pesos y por jornada completa se estira a 4.000 pesos. En el jardín Dulce de Leche cuesta 3.400 pesos el turno simple y 5.800 las ocho horas.

El Osito Puly, en un rango intermedio, tiene precios de 2.800 pesos y 4.900 pesos para cada franja. De los consultados por DeBariloche el más barato es el jardín Nuevo Panda, que funciona desde hace siete años como empresa recuperada y cobra 1.750 pesos por cuatro horas (con un plus de 500 pesos por comedor), mientras que las ocho horas cuestan 2.150 pesos. Casi todos ofrecen alguna actividad complementaria como educación física, huerta, inglés, computación y pileta en verano.


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