La escuela de surf camina sobre las olas en la costa rionegrina
El programa educativo de Surf Escolar se desarrolló con éxito. Los niños que participan pueden adquirir conceptos básicos de este deporte y hasta surfear en mar abierto.
El surf, aunque sea en el marco de un descanso vacacional, reporta grandes beneficios en los más chicos.
A simple vista es un deporte que practican solo algunos expertos, pero esta vez, mediante una propuesta del gobierno de Río Negro, llega a cientos de chicos que dan sus primeros pasos sobre las olas.
En los distintos puntos turísticos de la provincia, el programa educativo de Surf Escolar fue bien recibido. Hizo su debut en el balneario Las Grutas con éxito por tratarse de toda una innovación desde el punto de vista curricular.
Allí, niños y niñas veraneantes tienen la posibilidad de adquirir conceptos básicos de este deporte y hasta “surfear” en mar abierto con la coordinación de instructores del programa.
La propuesta se desarrolla bajo la mirada sorprendida de turistas y residentes que suelen caminar por la playa y, cuando los chicos sienten que dominan las olas y la tabla, improvisan algunas piruetas.
La cita es en la cuarta bajada del balneario y se trasladó también a Playas Doradas (Sierra Grande), otro marco natural donde los chicos pueden alternar con otros juegos.
Este programa surgió del Ministerio de Educación, que incorporó -tres temporadas atrás- a las clases de educación física esas prácticas en los establecimientos de Viedma, San Javier y El Cóndor.
Es considerado único en la Patagonia y su objetivo es -como el esquí escolar en la Cordillera- potenciar un deporte acorde al entorno natural de la región.
Comenzó con charlas informativas en las escuelas, hasta la experiencia en mar abierto, con prácticas seguras en la pileta de Educación, ubicada en la ciudad capital, a cargo de la Dirección de Educación Física y Artística, bajo la tutela del coordinador educativo Pablo Cortez.
Desde el punto de vista filosófico se cree que la práctica de este deporte representa un sentimiento innato de adaptación a las exigencias del medio ambiente, y el deslizamiento de olas nace con los seres humanos. Como toda actividad recreativa, después apareció la faceta competitiva. El primer campeonato del mundo tuvo lugar en Australia en 1964. Pero la historia oficial indica que este deporte acuático tiene origen en los polinesios.
Sus defensores creen que, más allá de la diversión o la recreación, esta disciplina es una manera distinta de encarar la vida eligiendo la naturaleza, el cuidado del medio ambiente o del físico. Brinda algunas herramientas a los más chicos para armarse de compromiso con la sociedad.
Repercusión magnífica
Cortez recuerda que el proceso de aprobación avanzó a paso firme en la escuela Nº 246 del balneario El Cóndor como una actividad propia del lugar.
Cuenta que desde entonces se permitió su crecimiento hasta 360 alumnos de alrededor de 12 colegios. Sin embargo “queremos seguir creciendo en esta actividad para que muchos más tengan la experiencia de pasar por el agua”, dijo.
“Ahora vamos a las playas aquí en Las Grutas, ponemos las banderas, y la repercusión es magnífica ya que a los residentes en Las Grutas se suman en forma gratuita pampeanos, cordobeses y santacruceños”, agregó.
Cortez advierte que “cuando el mar está picante cortamos -por razones de seguridad- la rutina”, a la vez que destaca que existen ciertos reaseguros en virtud de que todos los profesores son guardavidas.
Medidas de seguridad
– El equipamiento empleado por los profesores de Educación son extremadamente seguros. Las tablas tienen un componente especial que no son las mismas de la práctica en forma libre.
– Se caracterizan por ser más anchas, son resistentes a los golpes, y además los instructores suelen trabajar en la orilla del mar, nunca en lugares profundos y acompañan el barrenado de los chicos montados en otra tabla.
– En el campamento hay botiquines de primeros auxilios, torpedos para sustentar el nado, y por sobre todas las cosas, se informa a los guardavidas dónde van a desplegar la actividad. “En caso de que no haya guardavidas, uno de nosotros vigila”, concluye Cortez.
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