La expulsión de los extranjeros que delinquen

Miguel Á. Knecht*

El gobernador de Chubut dictó un decreto que determina la expulsión de las personas extranjeras que hayan sido declaradas responsables de un delito, incluso sin disponer de condena firme, lo cual ha reavivado un debate que ha tomado dimensión nacional, dividiendo a la sociedad entre quienes piensan del mismo modo que el gobernante sureño y aquellos otros que se oponen férreamente a tal decisión. Desde los albores mismos de la independencia, nuestro país ha sido generoso respecto de los inmigrantes y su incursión dentro del territorio nacional, accediendo a gozar de un trato mucho más mesurado y considerado que cualquier ciudadano argentino que se haya radicado en el exterior.


Con el posible acto de deportación de un extranjero que haya cometido delitos también se solidariza con el resto de los habitantes del país, ya que se logra una empatía del gobernante con el gobernado, reflejando un interés superior de brindarle protección del primero al segundo.
Lo realizado por el gobernador de nuestra vecina provincia no hace más que demostrar que existe un crecimiento en la protección ciudadana y que por más que se declare “inconstitucional” la norma (por su incompetencia y origen) puede surtir efecto inmediato.


Lo señalado se planificó y concretó a pesar del pensamiento opositor de quienes aducen que le corresponde al Estado federal tal atribución, ya que si no prospera su aplicación habrá una desilusión generalizada de la gente porque a todas voces se dice que nadie se ocupa de la seguridad del ciudadano común.


Cada extranjero con antecedentes que cometa delitos tendrá que ser deportado y eso debería ser motivo de festejo de nuestra parte.
Lejos ha quedado aquella situación de nuestros antepasados donde inmigrar a este continente significaba venir a “hacerse la América” en base al sacrificio, compromiso y trabajo. En la actualidad, muchos de los que ingresan al país lo hacen solo porque esconden una marcada intención delictiva.


Por último, si lo comparamos con la política norteamericana del presidente Trump, quien pretende construir un muro divisorio con México para prohibir el ingreso de inmigrantes, podemos afirmar que nuestra política inmigratoria resulta mucho más frágil, débil y menos lesiva.
A Trump no le importan todos los habitantes del mundo que quieran ocupar el suelo norteamericano, a este insensible político solo le preocupa la seguridad de sus conciudadanos que lo han ungido como presidente para cumplir con la protección anunciada de aquella promesa proselitista de brindarles seguridad a sus representados.

*Docente, exconcejal por el PJ


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios