La historia de tres mujeres, para entender que en Roca vuelve más que una feria

Después de ocho meses, mañana volverán a instalarse los puestos en el predio de calle Maipú.

Exactamente ocho meses pasaron desde la última vez que funcionó la Feria de la calle Maipú, en Roca. Eso indica el calendario, pero para muchas mujeres jefas de hogar, el tiempo se hizo más lento, con restricciones que potenciaron las desigualdades sociales.

Esas mujeres que trabajan dentro del comercio informal no cuentan con los medios suficientes para sobrellevar el aislamiento y desde marzo maniobraron estrategias de sobrevivencia para sostener a sus familias.

Por eso mañana será un día especial para ellas, porque luego de una serie de reuniones con el municipio y a partir de la autorización del Ministerio de Salud, la feria volverá a funcionar.

¿Cómo vivieron la etapa de confinamiento y qué expectativas tienen para el futuro? Lo cuentan ellas:  

Patricia Gallardo (60) nació en Chile, pero está radicada en el país hace más de 30 años. Es empleada doméstica, y desde que comenzó la pandemia quedó desvinculada de su trabajo. Vive con su hija más chica, y se sostiene con la venta de tortas fritas, tarta de manzanas, rosquitas y empanadas. Comercializa desde su propio hogar a sus vecinos y clientes que pudo afianzar en su venta callejera. “Vendo cuando me piden y les preparo. Es mi única entradita, pero no se puede llegar a fin de mes”, indicó.

Resguardando las normas de seguridad, Patricia elabora cuidadosamente cada producto. Los hace con amor y gratitud a quien le brinda su colaboración en estos momentos de crisis. Pero la algarabía y bullicio del comercio callejero está en silencio, y se extraña. Es por esto que espera con ansias la reapertura de su puesto sobre calle Maipú.

“Es una alegría llegar a la feria los sábados, tengo muy buenos compañeros. Todos estamos bajo el mismo lema de salir adelante”, remarcó la vendedora. 

La pandemia fue un llamado a repensar la actividad ambulante desde otro lugar y empezar a utilizar nuevas herramientas. La promoción de los productos en redes para un reparto posterior cambió la visión y la forma de trabajar en muchos aspectos para los pequeños emprendedores de la ciudad. 

Johanna Santucho (34) aprendió el oficio de ser vendedora acompañando a su madre a las ferias. Al no tener un local propio comenzó vendiendo ropa interior a sus vecinos y adoptó el espacio público urbano como su lugar de trabajo. Sus cuatro embarazos los transitó recorriendo la gran feria roquense, incluso sus hijos la acompañaban para darle fuerza y valor para no bajar los brazos.

“Mi nene de tres años ni bien nació, a los cinco días ya estaba ahí. Es el sobrino de todos los feriantes”, sostuvo Johana. 

Al principio de la cuarentena la madre emprendedora no podía salir a vender y quedarse en casa puso en riesgo la comida diaria. En marzo, a los diez días del nacimiento de su último hijo, con miedo e incertidumbre comenzó a vender por las redes sociales para acercar sus productos a los domicilios de sus clientas.

“Por mi forma de escribir los posteos y por la mercadería, se fueron dando cuenta que me conocían. Me volvieron a encontrar”, comentó Johana. La reputación y confianza que logró afianzar con sus clientes, hicieron posible mantener su hogar en estos ocho meses. Con la cuarentena, sin ingresos ni ayudas, no cuenta con ahorros para esperar a que vengan tiempos mejores.

“Tengo que salir porque debo alimentar a mis hijos. Uno toma todas las precauciones, pero se las tiene que rebuscar”, indicó Johana.

Johanna, madre emprendedora. (Foto: Gonzalo Maldonado)

Las trabajadoras de la economía popular si un día no hacen su trabajo, ven limitados sus ingresos y pierden en lo inmediato la calidad de vida. Cuidan cada centavo y buscan estrategias que les permitan llegar a fin de mes. 

Ivana Cubillos (52) trabajó en distintos rubros, hasta que le detectaron síndrome de túnel carpiano. Al perder fuerza de sus manos optó por realizar venta callejera, puerta a puerta. A medida que iban creciendo sus hijos, canjeó la ropa y el calzado en buen estado que iban quedando ajustados.

«Intercambiaba por prendas que les anduvieran a mis hijos, o por verduras y frutas para poder comer», expresó Ivana.

En el 2008 decidió hacerse feriante para vender ropa nueva y usada, productos de limpieza, de perfumería, o aquello que la gente obrera pueda llegar a necesitar. Con la pandemia implementó el delivery para cumplir con la cuarentena.

«En un momento por las restricciones no podía vender pasando el canal grande, y los clientes iban hasta allí para comprarme», indicó la mujer. 

Si mis productos no tienen salida en la feria voy puerta por puerta hasta que vendo todo, para poder pagar los servicios.

Ivana Cubillos
Ivana, feriante desde el 2008. (Foto: Gonzalo Maldonado)

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500
puestos tenía la feria aproximadamente, cuando dejó de funcionar, el domingo 15 de marzo. Esta semana acordaron con el municipio el protocolo para volver.
350
emprendedores estaban registrados hasta hoy en los listados del municipio, para poder regresar con sus puestos desde mañana.

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