La joven allense podrá interrumpir su embarazo

Su hijo padece anencefalia y la Justicia autorizó ayer la inducción del parto, pero recién dentro de dos meses

ROCA (AR).- La joven madre de Allen que pidió autorización para interrumpir su embarazo logró que hicieran lugar al recurso de amparo que presentó en el Juzgado 12 de Roca a raiz de la anencefalia padecida por el feto que lleva en su vientre.

Luego de varíos días de angustiosa espera desde que detectaron la enfermedad que apenas nacido llevará indefectiblemente a su hijo a la muerte porque no se desarrolla su cerebro, la decisión del juez Pablo Iribarren fue comunicada a la mujer sobre el mediodía de ayer.

El fallo establece que la inducción del parto se producirá una vez que se inicie el octavo mes de un embarazo que por estos días cumplió las veinte semanas de gestación. Es decir, una vez que sea más que seguro que el bebé va a morir por la malformación congénita que padece y no por la inducción del parto. Consultado por el fallo, el magistrado aclaró que «no abre ninguna llave para legalizar el aborto».

Como anticipó este diario la semana pasada, la mujer de 25 años interpuso en los tribunales roquenses, adonde llegó acompañada por su esposo y su otro hijo de tres años, un recurso de amparo para que se le autorice la inducción al parto.

La anencefalia es una enfermedad que no permite el desarrollo del cerebro en el feto y que, tal como asegura uno de los profesionales del Cuerpo Médico Forense se trata de «un hecho traumático que provocará profundas huellas en el psiquismo de la madre, pudiendo surgir perturbaciones emocionales como inestabilidad afectiva, crisis de angustia, estado depresivo y/o dificultades en su relación familiar». El dictamen médico ayudó a que Iribarren se inclinara por la inducción del parto, algo que finalmente resolvió también ayudado por diversa jurisprudencia.

En la fundamentación también se halla la opinión de la Asesoría de Menores, que sostiene que «no resulta lógico el embarazo de un feto que no se sabe si tiene posibilidades de vivir» por lo que «ante esta inviabilidad debe privilegiarse la familia y en especial evitar afectar a su hijo de tres años y su cónyuge». A eso se sumó la crudeza de una ecografía tocoginecológica ordenada por el juzgado en la que «no se encuentra imagen compatible con el cráneo fetal».

En consecuencia, Iribarren consideró que lo mejor era acceder al pedido de la mujer, decisión que finalmente tomó, «pero bajo ciertas condiciones».

Una de ellas establece que la interrupción del embarazo recién se producirá a partir de la semana 28 de gestación. Un plazo que «asegurará que de producirse la muerte del feto lo será por su anencefalia y no por la inducción del parto. Por eso, en el caso muy poco probable de error de diagnóstico, el parto prematuro no obstará que con los cuidados del caso, el nacido continúe con su vida en forma plena».

Por otro lado y tal como aclara en gran parte del fallo, Iribarren llegó a la decisión seguro de que servirá para aliviar algo de la angustia del matrimonio allense, en medio de la casi superposición de dos derechos con rango constitucional, como son el derecho a la vida de la persona por nacer y enfrente el que preserva la salud de la madre y sorteando lo «difícil que resultó acomodar la legislación vigente».

«Me inclino por privilegiar el derecho de la madre o mejor dicho armonizar ambos derechos, permitiendo el adelantamiento del parto y de esta forma minimizar los riesgos psico-físicos de la madre», indica el juez, que también ordenó una «inmediata atención psicológica de la madre a través de Salud Mental del hospital de Allen» y que el adelantamiento del parto se realice «por intermedio del profesional que ha seguido el embarazo».

«Es un sufrimiento que nadie se puede imaginar»

«Nosotros nos enteramos a los tres meses de embarazo y desde ese día no podemos pensar en otra cosa. Es un sufrimiento y una angustia que nadie se puede imaginar». Esas palabras fueron las que Enrique, de 26 años, eligió para relatar el presente por el que atraviesa junto a su esposa y otro hijo de tres años.

«Podríamos haber esperado a que nazca y así donar los órganos, pero no hubiésemos soportado tanto dolor. No creo que nadie pueda estar habilitado para juzgar la decisión que nosotros tomamos, solo los que atravesaron por un momento parecido» indicó el hombre.

Enrique llegó ayer al cuarto piso de los tribunales sobre el mediodía y esperó pacientemente a su mujer hasta que Iribarren le comunicó la decisión que había adoptado para intentar aliviar el peso que llevan sobre sus espaldas. (AR)


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