La peña: La empanada, de tantos secretos se quedó sin secretos

Tantos secretos dejaron de ser secretos. Parece loco, pero es real, todos tienen la fórmula única de las mejores, todos saben el gran secreto para la mejor, pero ya dejó de ser secreto.

Que con papa, o sin papa, que con carne cortada a cuchillo, que con comino, que con la masa hecha en casa. Y todos se aferran a su fórmula para conseguir el mejor resultado.

Sí, estoy hablando de las empanadas, comida todo terreno si las hay, que sirve para fiestas patrias, para encuentros familiares, para una juntada de amigos o para un domingo cualquiera. La empanada se asocia con las fechas patrias y con las comidas típicas de la Argentina, pero es mucho más que eso. Lleva bastante trabajo, pero rinde.

De tan rendidora y posible, hay varias ciudades que hasta le hicieron la fiesta a la empanada.

El último fin de semana largo encontré 14 títulos en diarios que referían a los secretos para lograr la mejor empanada. Y me causó gracia, porque eso de los secretos no sirve demasiado si el que las hace no tiene la verdadera mano. Le pueden dar la fórmula del mejor asado, pero eso no significa que le salga perfecto.

Por eso me cansé de escuchar tantos secretos que parece no haber ningún secreto. Las empanadas se hacen como a cada familia le gustan, con o sin papa, con masa casera o comprada, con carne picada o cortada.

Porque esos secretos no tan secretos se chocan con los gustos y sabores que cada uno pretende.

Había una señora que en tiempos de mi infancia hacía empanadas de mondongo. Y si había algo que no me gustaba eso era precisamente el mondongo. Pero estaban tan bien hechas, tan bien condimentadas que por años comimos esas empanadas creyendo que eran de pollo.

La clave de las empanadas está en quién las hace, en los condimentos e ingredientes, pero sobre todo en la dedicación que se le pone para que cada elaboración tenga el sello. O sea, basta de tantos secretos que no lo son.