La política del miedo
Con la esperanza de recuperar el terreno que ha perdido en lo que va del año, Sergio Massa se aferra a la tesis poco democrática de que sólo los peronistas están en condiciones de asegurar la gobernabilidad. Aunque sus propias ideas son bastante parecidas a las de Mauricio Macri, el “centroderechista” de Pro que lo ha desplazado como el rival principal del presunto candidato oficialista, Daniel Scioli, dice que en el caso de ganar las elecciones, el porteño terminará huyendo “en helicóptero” luego de intentar “un ajuste”. Puesto que todo hace prever que el gobierno kirchnerista dejará vaciado al país, con escasas reservas, una tasa de inflación altísima y el gasto público fuera de control, un eventual presidente Massa no tendría más alternativa que la de ajustar. No se trata de una opción ideológica, como insinúa, sino de una matemática, realidad ésta que los populistas suelen pasar por alto por suponer que su mera presencia en el gobierno sería más que suficiente como para solucionar todos los problemas económicos sin sentirse constreñidos a tomar medidas antipáticas. Para conseguir votos, tanto Massa como Macri y Scioli dan a entender que, de ser elegidos, serían blandos en lo que concierne a la economía y duros en todo lo demás. En dicha empresa, Massa parece más efectivo que sus contrincantes, ya que se comprometió a “barrer a los ñoquis de La Cámpora que nos quieren dejar como parásitos cuando lleguemos al Estado”, derribar los aviones usados por los narcotraficantes y encarcelar de por vida a los violadores y otros delincuentes, puesto que “la Argentina que viene no es la del doctor Zaffaroni”. Aunque el diputado se afirma un centrista resuelto a “construir una ancha avenida en medio de la grieta entre el ajuste y la impunidad”, al relanzar su candidatura presidencial en la cancha de Vélez Sarsfield asumió una postura netamente autoritaria y conservadora al privilegiar la lucha contra el crimen y la expulsión del aparato estatal de los militantes kirchneristas que están procurando ocuparlo. En cuanto a la política económica que es de suponer tiene en mente, se asemejaría a la atribuida a Macri, ya que dice estar resuelto a “sacar la soga del cuello” supuesta por impuestos elevados a “los trabajadores o las pymes que generen trabajo e inviertan”, además de “dar 1,2 millones de créditos a la vivienda”. Por desgracia, hacerlo no sería tan sencillo como parece imaginar, pero no es el único candidato presidencial en creer que le sería suicida entrar en detalles. El flanco débil de Macri sigue siendo su imagen de “derechista”, deficiencia que lo haría incapaz de entender las dificultades enfrentadas por buena parte de la población del país. El de Scioli es la impresión, que se ha reforzado últimamente, de que sea, como dice Massa, “un servil lorito que repite y repite lo que le dictan desde la Casa Rosada”. Si bien el gobernador bonaerense apuesta a que su sobreactuación en tal sentido le asegure el apoyo de una presidenta que dispone de una caja de miles de millones de pesos, corre el riesgo de verse abandonado por los muchos indecisos que hasta ahora han confiado en que mantendría lo que consideran rescatable de la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sin por eso imitar su estilo conflictivo o tolerar la corrupción. Puede que Massa tenga razón al dar por descontado que lo que necesita la Argentina es un presidente fuerte que no sea tan pusilánime como a su entender es Scioli ni condenado a fugarse de sus responsabilidades en helicóptero luego de haber enojado sobremanera a una multitud movilizada por los barones del conurbano bonaerense, el destino que prevé para Macri, pero el panorama alarmante así insinuado no condice con su intento de persuadir al electorado de que manejaría la economía con tanta moderación que virtualmente nadie se vería perjudicado. Asimismo, al hablar de tal modo, Massa hace sospechar que, si le toca perder la carrera electoral, se negaría a colaborar con el gobierno resultante porque su prioridad consistiría en probar que, si el ganador es Scioli, es solamente un “servil lorito” o, de triunfar Macri, se dedicaría, con la ayuda de sus simpatizantes, a hostigarlo para que, al entender que le sería inútil procurar continuar en el poder, decida irse antes de que su mandato constitucional haya alcanzado su fin.
Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.196.592 Director: Julio Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA Jueves 7 de mayo de 2015
Con la esperanza de recuperar el terreno que ha perdido en lo que va del año, Sergio Massa se aferra a la tesis poco democrática de que sólo los peronistas están en condiciones de asegurar la gobernabilidad. Aunque sus propias ideas son bastante parecidas a las de Mauricio Macri, el “centroderechista” de Pro que lo ha desplazado como el rival principal del presunto candidato oficialista, Daniel Scioli, dice que en el caso de ganar las elecciones, el porteño terminará huyendo “en helicóptero” luego de intentar “un ajuste”. Puesto que todo hace prever que el gobierno kirchnerista dejará vaciado al país, con escasas reservas, una tasa de inflación altísima y el gasto público fuera de control, un eventual presidente Massa no tendría más alternativa que la de ajustar. No se trata de una opción ideológica, como insinúa, sino de una matemática, realidad ésta que los populistas suelen pasar por alto por suponer que su mera presencia en el gobierno sería más que suficiente como para solucionar todos los problemas económicos sin sentirse constreñidos a tomar medidas antipáticas. Para conseguir votos, tanto Massa como Macri y Scioli dan a entender que, de ser elegidos, serían blandos en lo que concierne a la economía y duros en todo lo demás. En dicha empresa, Massa parece más efectivo que sus contrincantes, ya que se comprometió a “barrer a los ñoquis de La Cámpora que nos quieren dejar como parásitos cuando lleguemos al Estado”, derribar los aviones usados por los narcotraficantes y encarcelar de por vida a los violadores y otros delincuentes, puesto que “la Argentina que viene no es la del doctor Zaffaroni”. Aunque el diputado se afirma un centrista resuelto a “construir una ancha avenida en medio de la grieta entre el ajuste y la impunidad”, al relanzar su candidatura presidencial en la cancha de Vélez Sarsfield asumió una postura netamente autoritaria y conservadora al privilegiar la lucha contra el crimen y la expulsión del aparato estatal de los militantes kirchneristas que están procurando ocuparlo. En cuanto a la política económica que es de suponer tiene en mente, se asemejaría a la atribuida a Macri, ya que dice estar resuelto a “sacar la soga del cuello” supuesta por impuestos elevados a “los trabajadores o las pymes que generen trabajo e inviertan”, además de “dar 1,2 millones de créditos a la vivienda”. Por desgracia, hacerlo no sería tan sencillo como parece imaginar, pero no es el único candidato presidencial en creer que le sería suicida entrar en detalles. El flanco débil de Macri sigue siendo su imagen de “derechista”, deficiencia que lo haría incapaz de entender las dificultades enfrentadas por buena parte de la población del país. El de Scioli es la impresión, que se ha reforzado últimamente, de que sea, como dice Massa, “un servil lorito que repite y repite lo que le dictan desde la Casa Rosada”. Si bien el gobernador bonaerense apuesta a que su sobreactuación en tal sentido le asegure el apoyo de una presidenta que dispone de una caja de miles de millones de pesos, corre el riesgo de verse abandonado por los muchos indecisos que hasta ahora han confiado en que mantendría lo que consideran rescatable de la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sin por eso imitar su estilo conflictivo o tolerar la corrupción. Puede que Massa tenga razón al dar por descontado que lo que necesita la Argentina es un presidente fuerte que no sea tan pusilánime como a su entender es Scioli ni condenado a fugarse de sus responsabilidades en helicóptero luego de haber enojado sobremanera a una multitud movilizada por los barones del conurbano bonaerense, el destino que prevé para Macri, pero el panorama alarmante así insinuado no condice con su intento de persuadir al electorado de que manejaría la economía con tanta moderación que virtualmente nadie se vería perjudicado. Asimismo, al hablar de tal modo, Massa hace sospechar que, si le toca perder la carrera electoral, se negaría a colaborar con el gobierno resultante porque su prioridad consistiría en probar que, si el ganador es Scioli, es solamente un “servil lorito” o, de triunfar Macri, se dedicaría, con la ayuda de sus simpatizantes, a hostigarlo para que, al entender que le sería inútil procurar continuar en el poder, decida irse antes de que su mandato constitucional haya alcanzado su fin.
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