La prensa y su lupa escandalosa
Convertida en creciente dato cotidiano en la Argentina del último cuarto de siglo, la corrupción que serpentea por el sistema político y mucho de la estructura del poder permanente del país alienta su estudio en tanto la gravedad que expresa. Un ensayo que acaba de publicarse –“Política y transparencia. La corrupción como problema público”, del doctor en Sociología Sebastián Pereyra– aborda el tema desde tres planos: a) la constitución de un movimiento anticorrupción, b) la multiplicación de escándalos en la prensa y c) la incorporación de la corrupción como tema de campaña y de producción de política pública por parte del propio campo del poder. Resaltando la “profesionalización” de la actividad, un distanciamiento que favorece miradas críticas desde la sociedad, Pereyra reflexiona sobre lo sucedido en el arco 1990-2001 yse detiene en varios capítulos a analizar el periodismo de investigación. La diferencia entre “denuncia” y “escándalo”.
–Su libro no es sobre el periodismo, pero reflexiona largo sobre él desde perspectivas poco habituales, al menos en Argentina. ¿Cómo definir esas perspectivas?
–Sociológicas. Y es cierto: Argentina tiene tradición poco fértil de hacer sociología de las profesiones. Para el caso del periodismo han predominado los estudios semióticos y el seguimiento histórico o puntual de los medios en el marco de un proceso histórico, pero no abundan las investigaciones que aborden el periodismo como conjunto de prácticas; tampoco sobre cómo se constituye su campo profesional. Yo lo que hago es, al analizar el periodismo de investigación, avanzar en estos planos desde la sociología.
–¿Qué palabra encierra, define muy nítidamente la mudanza que tuvo el periodismo como un todo a partir de la transición y en relación con su historia anterior?
–Transformación técnica desde ya, pero fundamentalmente transformación o incorporación de nuevas temáticas a tratar en línea con los signos de los tiempos… de los requerimientos de la sociedad, de los cambios culturales. En esta mudanza emerge el periodismo de investigación en los 80.
–A juzgar por las razones de su surgimiento explicadas en el libro, ¿se “encuentra” el periodismo con que tiene que hacer de la investigación un género en su práctica?
–Surge en paralelo con el desencanto que ya en democracia genera la política, un fenómeno que de ninguna manera es privativo de Argentina. Aquí el periodismo detecta que con la transición surge un progresivo proceso de profesionalización de la política y que quienes se dedican a ella se van diferenciando con sesgos muy particulares del conjunto social. Y así la política comienza a ser percibida como algo ajeno, lo cual favorece el surgimiento de las miradas críticas sobre ella, que incorporan, a fuerza de hechos, la corrupción como crítica, por ejemplo. Es a partir de este proceso, acentuado en los 90, que se legitima en forma acelerada el periodismo de investigación.
–¿Cómo se inserta en ese proceso, qué establece entre la política y la sociedad?
–Le da forma y contenidos a la distancia que separa la política así asumida de la sociedad. Ayuda a explicar lo que sucede. Y lo relata como problema, claro. Advierte sobre los alcances de ese distanciamiento, advertencia que tiene como telón de fondo, por caso, la baja de afiliación a los partidos, la visualización que en esa década la gente hace de la pérdida de contenidos ideológicos y la escasa diferenciación que define a los dos partidos que expresaban la centralidad política –PJ y UCR–, sus “arreglos” de cara al país: Pacto de Olivos, por caso. Es decir, emerge en la gente cierta idea de “clase política”. El surgimiento de esta ajenidad estuvo muy marcado por el debate sobre la corrupción que emanaba de esa “clase”.
–En ese escenario que ya tiene sus años, ¿hay desplazamiento o en todo caso nuevas instalaciones de exigencias o dictados en la relación entre la política y el periodismo de investigación?
–El periodismo de investigación protagoniza en un marco social dado en relación con la política, marco que expresaba cuestionamientos morales, éticos, a la política. En ese desplazamiento opera el periodismo de investigación. Surge como un actor que les pone nombre a las cosas. Y una cosa más: de la mano de este tipo de periodismo, y ya desde los 80, hay una importante producción editorial que ocupa su lugar en el campo de la denuncia de corrupción política. Planeta y Sudamericana ayudan a definir un género y un mercado que se consolida en los 90.
–Su libro reflexiona el proceso de corrupción en el lapso 1990-2001, pero por metodología de análisis, conclusiones, etcétera. ¿En qué términos se proyecta el periodismo de investigación en adelante, hasta nuestros días?
–Se incrementó su protagonismo, y muy intensamente, a partir de la segunda mitad de los 2000. Pero hubo menos escándalos que en los 90, aunque con similar nivel de denuncias de corrupción. Los 90 son, al menos desde mi perspectiva, insignes en escándalos por corrupción y la naturaleza de los mismos su “porte”, digamos. El contrabando de armas, María Julia, PAMI, narcogate. Yo enumero en el libro unos 170 escándalos producidos en ese lapso.
–Uno de los hallazgos, por así definirlo, de su investigación es establecer la diferencia entre denuncia y escándalo. ¿No toda denuncia de corrupción termina en escándalo?
–No. Y éste es un tema interesante. Yo comencé mi investigación convencido de que eran lo mismo, que venían encadenados. Pero no es así y hay que defender la diferencia. Trabajé mucho con la idea de escándalo que maneja J. B. Thompson en “Political Scandal: Power and Visibility in de Media Age”. Dice que el escándalo se vincula o hace a acciones, hechos, eventos que conllevan cierto tipo de transgresiones que se colocan de cara a otros, a la sociedad concretamente, y que por su naturaleza, su gravedad, generan una respuesta pública. Aceptado esto, al menos es mi punto de vista, yo hablo del escándalo como una forma particular de movilización de la indignación moral, de denuncia pública, de acusación que debido a esta naturaleza alienta un castigo para el acusado o los acusados.
–Desde los medios, ¿qué requiere el escándalo?
–¡Cámaras, como mínimo! Pero tiene como núcleo decisivo de su construcción a todos los medios. Desde esta perspectiva es que sostengo que el escándalo, para ser tal, requiere de algo más que la denuncia. Y esta diferencia atañe a los soportes de una denuncia o de un escándalo.
–Si por soportes entendemos pruebas, ¿en qué se diferencian los soportes de un caso y otro?
–Hay denuncias que tienen soportes documentales, testimoniales, y deben ser reflexionados en función de quien formula esa denuncia; por ejemplo, la credibilidad del denunciante. Porque un denunciante recurrente no es lo mismo que un denunciante episódico, que dice algo pero sin tener como función principal la denuncia aunque aparezca como tal. Hay que computar, además, que las denuncias se sostienen en el tiempo mediante el seguimiento de investigaciones, libros… momentos en que el tema parece desaparecido pero está y está. El escándalo, en general, reitero, suele tener y así lo defino en el libro, cierto rasgo o carácter episódico. Se mantiene, se sostiene, durante un lapso x, por la novedad. De todas maneras, en la investigación me interesó más analizar el escándalo en relación con cómo surge y se reproduce en determinados contextos. En los 90, por caso, si uno cruza determinados perfiles personales de la dirigencia menemista con las formas y estilos con que se ejerció el poder, bueno… llega a conclusiones interesantes de por qué hubo tantos escándalos en ese período.
–¿El periodismo de investigación de los años 90 y el de hoy se diferencian en algo?
–Compréndame, yo concluyo mi investigación en el 2001… no sigo el tema. Pero tengo la impresión, siguiendo el trabajo de algunos periodistas emblemáticos, de que en los 90 había un trabajo, no sé si de mayor calidad, pero con menos urgencias por la denuncia. Se investigaba manejando tiempos diferentes y quizá esto redundaba en mayor calidad de resultados. Pero, reitero, mi mirada fue del 90 al 2001 y trabajando sólo, en lo que a medios gráficos se refiere, con diarios nacionales. Hoy hay gente que está trabajando en esta línea, explorando la tarea de investigación de los diarios del interior.
–¿Cómo reflexionás el poder del periodismo?
–A partir de los 90, y ésta es una de las cuestiones que más me sedujeron a la hora de investigar, se muestra claramente cómo el periodismo se transforma en un actor político legítimo sobre la base de una paradoja: porque desde la propia actividad el periodismo se define a sí mismo como fuera de la política pero luego, de hecho, se convierte en un actor de primer rango en la escena política.
Carlos torrengo
carlostorrengo@hotmail.com
(Sigue en la página 24))
La exposición de hechos delictivos con el uso de recursos públicos se ha vuelto central desde los 90.
(Viene de la página 23)
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