La sorprendente historia detrás de una foto en la nevada en el norte neuquino

En la última nevada, Enrique Alfaro salió a buscar con su vieja camioneta a su sobrino Aniceto entre Manzano Amargo y Pichi Neuquén: le preocupaba que no lograra volver en la tormenta. En la ruta 54 le sacaron una foto que viajó por las redes. Es albañil y pastor evangélico y en la iglesia de Las Ovejas conoció a Carina Apablaza y su hija Valentina y al doble femicida.

En la última nevada en el norte neuquino, Enrique Alfaro, albañil y pastor evangélico de 50 años, salió de Manzano Amargo al mediodía a bordo de su camioneta Ford F 100 modelo 80 para buscar a su sobrino Aniceto.

Se habían visto esa mañana en Pichi Neuquén, a 20 km, cuando Enrique se iba de la casa de su madre Delicia Orellana (sus seis hijos se turnan para cuidarla, un concentrador de oxígeno le permite respirar) y Aniceto se subía al tractor que le prestó la AFR para llevar forraje, maíz y avena al último puesto de invernada que esperaba el pasto y los cereales, el de su tío Santos.

Uno creció acá y sabe que con la nieve y el viento blanco llega un momento que se complica, sobre todo cuando se hace de noche. Por eso fui a buscarlo»

Enrique Alfaro

Ese reparto se hace en mayo en general, pero la pandemia este año demoró todo. A Enrique le preocupaba que con el viento blanco se le complicara volver de las tierras más bajas cerca del río y no pudiera avisar. Así que decidió regresar a Pichi a buscarlo. En el camino le sacarían una foto que viajaría por las redes. Esta es la historia detrás de esa imagen.

La nevada cayó fuerte y en apenas dos horas Enrique calcula que se acumularon unos 50 centímetros en Pichi Neuquén y una buena cantidad en el norte neuquino. En esta historia, sobre la ruta que nace cuando la 43 dobla a la derecha y cruza el río por un puente hacia Varvarco.

Así estaba el puente del río Pichi Neuquén en la última nevada. Foto: Comisión de Fomento de Manzano Amargo.

Ahí comienza la 54, que atraviesa cañadones, se pega a las aguas del Neuquén y tras pasar por Manzano Amargo y sus 790 habitantes va directo a la cordillera de los Andes. Aún es de tierra, como cuando aquella huella se hizo camino a puro pico y pala hace unos 40 años. Así llega hasta las lagunas de Los Cerrillos, mientras sobrevuelan los cóndores y merodean los zorros. Del otro lado está Mendoza.

Antes de las montañas y de los puestos de veranada de los arrieros y después de los bosques de pinos tan cerrados donde se refugian los pumas está Pichi Neuquén, ese paraje de unos 60 habitantes donde empleados públicos, docentes de la Escuela 236 y crianceros practican eso que se llama hacer patria a un puñado de kilómetros de Chile, ahí donde la frontera es difusa pero el corazón celeste y blanco no, por más que suene la cumbia campera chilena en uno y otro lado y que los piños suelan mezclarse allá arriba, aunque con la pandemia este año hubiera que evitar los contactos con los crianceros trasandinos.

Enrique Alfaro palea en la ruta 54.

En Pichi Neuquén no hay señal, pero la luz llegó hace tres años y les cambió la vida: pudieron tener heladera y televisión. Y como en el caso de Augusto Orellana, un freezer para su almacén, el último antes de los picos nevados, en el que sumó fiambres y lácteos. Ahí bajan los puesteros en el verano y a veces le cancelan la deuda con un chivo.


Aquella tarde, Enrique observó la furia de la nevada desde la casa que le presta su sobrino en Manzano Amargo mientras termina de construir una vivienda con módulos de cerámica que le encargó la Comisión de Fomento a un costo de 250.000 pesos, que se van cancelado con certificaciones de los avances, pero hay que esperar que pase el frío extremo para seguir la obra.

Se enfundó en el mameluco que le regaló un amigo petrolero, le puso las cadenas a las ruedas, se subió a la chata que compró hace dos años en Neuquén, pegó un par de aceleradas y salió, acompañado por su sobrino Heraldo. La tenía vista en El Cholar a la camioneta y con la ayuda de amigos y familiares, se le dio.

Como siempre que hay nieve así, se abrió camino en primera y solo si agarra envión mete la segunda. Así hace también en la casa de su madre, por si hay que salir de urgencia: como lo suele decir, pecha la nieve hasta que abre paso en esos 100 metros entre la ruta 54 y la vivienda. Le gustaría, si se pudiera, que eso lo hiciera la máquina de Vialidad. Esa tarde, habrá tardado una media hora para hacer esos 20 km hasta Pichi Neuquén.

Acá frenó Enrique para ir a buscar a su sobrino caminando.

Aniceto, que como delegado de la Comisión de Fomento de Manzano Amargo y Pichi Neuquén es el encargado de entregar la ayuda a los pobladores, no había vuelto. Su tío desandó el camino unos 10 km hasta llegar hasta el punto donde su sobrino debió encarar hacia el puesto. “Uno creció acá y sabe que con la nieve y el viento blanco llega un momento que se complica. Por eso fui”, dice Enrique.

En dirección al río la camioneta no podía avanzar, así que paró, se puso el gorro y a bancar el frío y caminar.

Aniceto Alfaro. cuando volvía de entregar el forraje en el tractor. Foto: Comisión de Fomento de Manzano Amargo.

Anduvo una media hora hasta que vio que Aniceto venía abriéndose paso entre la nieve en el tractor verde, ya sin el acoplado, porque no había manera de traerlo, así que lo dejó en la costa del río.


Tras el abrazo, volvieron juntos y justo pasaba de recorrida la comisionada Malvi Antiñir y sacó las fotos que después circularon por las redes. Por suerte, no fue necesario un rescate épico. Épica, acá, es la vida.

“Nosotros preferimos estas camionetas viejas porque además de mucho más baratas le podemos hacer la mecánica básica, los frenos. Una de esas nuevas son muchos más difíciles porque usted tiene que encontrar un taller con computadora y todo eso”, explica Enrique y agrega que su F 100 es gasolera, con tanque de 70 litros y motor Perkins 4 potenciado. Le rinde unos 7 viajes entre Manzano y Pichi, es decir unos 280 km.

“¿Cuantos kilómetros tiene? No sé, no le andan los relojes. Pero usted acá no se fija en eso. Se fija si anda”, dice y su risa se escucha nítida desde el celular.

La camioneta en la nevada. Foto: Comisión de Fomento de Manzano Amargo.

Ahora que está parada la construcción en el invierno se las ingenia para hacer trabajos de plomería. “Me hubiera gustado estudiar, pero no pude, no tuve esa oportunidad. A esta altura del partido tengo que andar changueando, pero no me quejo. En cambio, mi hija Miria sí pudo y ese es nuestro orgullo con mi señora, María. Se recibió de profesora de Educación Física el año pasado en Chos Malal. Todavía no consiguió empleo porque con lo del virus se frenó todo, pero ya le va a salir uno”, se esperanza.

Enrique es parte del crecimiento de la iglesia evangélica en Neuquén. Si cuando habla con los jóvenes suele recomendarles que apuesten siempre al estudio y nunca al alcohol, como pastor también explica que la única referencia para ellos es Jesús, no hay otros santos ni vírgenes como para los católicos, pero enseguida aclara que no critica a nadie. “Nosotros, por ejemplo no tenemos un San Sebastián. Me acuerdo que cuando era joven mi padre carneaba un ternero en esa fiesta y después corría el alcohol y las peleas y quedaban las deudas porque era gratis. Fui parte de eso, pero desde los 24 años no lo hice más porque dejé de tomar y me acerqué a la iglesia”, agrega.

Como pastor, además, le tocó vivir de cerca una tragedia que enlutó a la provincia. En la fiesta de San Sebastián del 2016 se conocieron Carina Apablaza y Lorenzo Muñoz, quien luego mató a puñaladas a ella y a su hija Valentina de 11 años, en un doble femicidio que conmovió al norte neuquino el 22 de febrero del 2018. Tras fugarse, su cuerpo sin vida fue hallado 23 días después.

Carina y su hija de habían mudado a Las Ovejas desde Cutral Co. Muñoz, con quien mantuvo una relación, tenía una restricción de acercamiento desde el 3 de noviembre del 2017 cuando fue imputado por abuso sexual con la niña como víctima tras una denuncia de la madre.

Homenaje a Carina y Valentina en Las Ovejas. Foto: Florencia Salto

Ahora la pregunta es si los trató en la iglesia de Las Ovejas y su voz suena triste en la respuesta. “Yo era pastor en la de Varvarco pero iba a hacer acompañamiento allá. Veía que ella había entendido el mensaje, iba muy bien, muy entregada. Carina y su hija iban días distintos que él. Personalmente, a él quise ayudarlo, charlé mucho. Le decía que con tanto odio no iba llegar a nada. Lo llevamos a un encuentro que son para nosotros como los retiros espirituales de los católicos, porque son encuentros con Dios para dejar atrás pensamientos de crímenes, de abusos, de esas locuras de las que el mundo está lleno, para que entiendan que a lo único que van a llegar es a la cárcel, pero no quiso entender. Quisimos ayudarlo, pero no entendió. Y vino a hacer la locura que hizo…”


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