Larreta cruzó la General Paz


La defraudación de Fernández a Rodríguez Larreta no puede imputarse a una falta ética. Sí representa en cambio un error de cálculo político del presidente.


Walter Lippmann, un investigador de la opinión pública estadounidense de la primera mitad de siglo pasado, dijo que ningún déficit afecta más a la comunidad -tanto sea el de la educación, la salud o la productividad de su economía- como el déficit de un gobierno eficaz. “No existe mayor necesidad (para los miembros de una comunidad) que la de ser gobernados, y si es posible de autogobernarse; de ser bien gobernados si tienen suerte, pero, sea como fuere, de ser gobernados”. La cita recupera vigencia después del episodio de rebelión de la policía de la provincia de Buenos Aires al que asistimos en los últimos días, de su desenlace y resolución.

Como otras veces se dijo, el peronismo ha sido desde siempre el principal garante para la estabilidad del sistema y al mismo tiempo su principal desafío. Supo cumplir sin embargo en su larga historia con ese imperativo del que nos habla Lippmann: el mito dice que los peronistas, gusten o no, lideran y gobiernan. Néstor Kirchner puede ser un buen ejemplo de aquello. A poco de su muerte, un importante empresario de medios, que ha sido fuerte antagonista del expresidente, reconoció como una de las virtudes de Kirchner el haber advertido el peligro que implicaba el vacío de poder dejado por la crisis de comienzo de siglo; es un razonamiento que debe asociarse a la recuperación de la autoridad presidencial y al estilo de conducción del santacruceño. Un exministro fue incluso más directo: dijo que Kirchner ejerció un liderazgo “a patadas en el culo”.

Alberto Fernández parece haber desatendido algunas de las enseñanzas de su maestro en materia de conducción. El presidente cedió esta semana a las demandas de la policía bonaerense desde una situación de precariedad como hacía tiempo no se registraba en el vértice del poder (mejor no hacer nombres), que en buena medida traduce la debilidad de su liderazgo en el Frente de Todos. Todo se inició días antes, con el anuncio de Fernández de un ambicioso programa de seguridad por $37.000 millones para hacer frente a la creciente ola de inseguridad en la provincia. El plan no contempló una mejora en el salario de los policías, que en el escalafón más bajo no alcanzaba a cubrir la canasta que mide la pobreza.


El decreto que dispone un recorte de recursos de la Ciudad para destinarlos a financiar a la Bonaerense despeja la incógnita sobre cómo haría el populismo para gobernar sin plata.


Aunque anunciada en ese ámbito, la demanda de los policías, desarticulada y anárquica, desbordó la capacidad de contención del ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni y del gobernador Axel Kicillof, hombres que reconocen la jefatura política de la vicepresidenta Cristina Kirchner. La protesta se trasladó el miércoles a las puertas de la residencia de Olivos. Dos funcionarios de bajísimo perfil, el secretario de Medios y el secretario de la Presidencia, debieron salir a parlamentar. Un buen observador apuntó que la concentración sobre la avenida Maipú, entre mate y bizcochitos, más que una asonada parecía una rancheada. Pero es cierto también que los policías portaban armas.

La resolución del conflicto a la que apeló esa noche el presidente en Olivos revela un cambio en la dinámica de la relación entre los gobiernos de matriz kirchnerista y las provincias. Si tradicionalmente ese vínculo se ceñía a una distinción látigo-chequera, la escasez ha dado lugar ahora llanamente a la exacción. El decreto del presidente Fernández que dispone un recorte de más de 1 punto de los recursos que recibe la Ciudad para destinarlo a financiar el aumento a la Bonaerense despeja al fin la incógnita acerca de cómo va a hacer el populismo para gobernar sin plata.

La defraudación de Fernández a Horacio Rodríguez Larreta no puede imputarse a una falta ética, una cuestión que como se sabe desde hace siglos, nada tiene que ver con la política. Sí en cambio representa un error de cálculo del presidente, que elevó al jefe de gobierno porteño al escenario nacional y lo proyecta como líder de una oposición inesperadamente renovada. Como alguna vez temió Kirchner que ocurriría con Macri: Larreta cruzó la General Paz.


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