Libertad deportiva condicionada

Cuba se abre al profesionalismo

MARCELO ANTONIO ANGRIMAN (*)

El Consejo de Ministros, encabezado por el presidente Raúl Castro, aprobó en su última reunión que los atletas cubanos puedan ser contratados en el extranjero, siempre y cuando cumplan con “sus compromisos con los equipos nacionales y paguen impuestos sobre los salarios devengados”. La nueva política, que entrará en vigor en el 2014, busca “perfeccionar el deporte, generar fuentes de ingresos, buscar calidad y rigor en las competencias, incrementar los salarios de manera gradual y asegurar que cada cual reciba lo que le corresponde según su trabajo”, informó el diario oficial “Granma”. Además, el gobierno castrista implementó una nueva escala de ingresos para los deportistas que residen en Cuba. Establece salarios que varían desde 1.500 pesos (62,5 dólares) mensuales para un medallista olímpico hasta 450 pesos (18,5 dólares) para un reserva de una preselección nacional. También estipula estímulos mensuales a atletas que van desde 2.500 pesos (104 dólares) para un campeón olímpico hasta 300 pesos (12,5 dólares) para un campeón centroamericano. Todas estas cifras parecen irrisorias para el deporte profesional internacional, pero no lo son para los que viven en el país caribeño, quienes cobran insignificantes montos por su trabajo. Por citar un claro ejemplo, el ingreso de un directivo docente con treinta años de antigüedad equivale a unos 35 dólares. De tal suerte, se observa en zonas turísticas a ingenieros mecánicos trabajando de bármanes, a ingenieras en sistemas de mozas, a licenciados en idiomas de guías y a abogadas atendiendo el escritorio de una agencia de turismo. La respuesta reiterada a la hora de la consulta es: “El sueldo más las propinas resulta más redituable que ejercer la profesión y tenemos menos responsabilidades”. La concesión que ha dispuesto el gobierno cubano para sus deportistas no es cuestión de altruismo, sino toma de conciencia de su propia decadencia. La misma encuentra sustento en cinco razones básicas: • La pérdida de competitividad. Cuba fue la potencia olímpica de América Latina y el Caribe desde 1972 al 2004, bajo el padrinazgo de la ex-URSS. Pero en Beijing 2008 cedió el trono ante Jamaica y Brasil y no pudo recuperarlo en Londres 2012. Siempre se destacó en béisbol, boxeo, lucha, atletismo y a nivel panamericano ha obtenido logros en voleibol, handbol o gimnasia deportiva. La idea de la nueva política es potenciar el nivel deportivo de la representación nacional al participar sus jugadores en torneos más competitivos. • Ola de deserciones. Como producto de los magros ingresos, numerosos deportistas cubanos, en particular peloteros, desertaron para probar suerte en grandes ligas, entre ellos figuras de las mayores como Yasiel Puig (Dodgers de Los Ángeles), Yoenis Céspedes (Atléticos de Oakland), Aroldis Chapman (Rojos de Cincinnati) y José Fernández (Marlins de Miami). Con la medida impuesta se intentará detener dicho flujo, aunque habrá que ver si EE. UU., en virtud del embargo vigente, acepta contratar en tales condiciones. • Infraestructura obsoleta. Salvo los centros de alto rendimiento de La Habana Este y Cerro Pelado, la estructura edilicia de la isla es obsoleta y no cuenta con una tecnología acorde con las exigencias actuales del deporte profesional. • Reducción de costos. Siendo los ingresos de los deportistas aportados por terceros, el Estado cubano ahorrará dinero en salarios, alimentación, salud, viajes y vestimenta de sus deportistas. Tema no menor en tiempos de una despiadada crisis. • Necesidad de obtener recursos. La obtención de ingresos parece ser la clave de la decisión. Se sabe que los profesionales cubanos que trabajan en el exterior tributan la mayor parte de sus ingresos a su “socio mayoritario”, el Estado. Así cualquier deportista que obtenga un buen contrato generará dividendos para las arcas oficiales con los que hasta el momento no contaba. La decisión aparece como revolucionaria tras 52 años de erradicación del profesionalismo en Cuba, aunque despierta dudas tales como: ¿cuál será el proceder de los deportistas cuando estén en el extranjero y prueben las tentaciones propias del capitalismo? ¿Cuál será su reacción cuando observen que los grandes ingresos contemplados en sus contratos se pierden como agua entre sus manos por una política impositiva feroz? ¿Fomentará ello el sentido de patriotismo y defensa del régimen socialista o por el contrario promoverá el aumento de la deserción? En las historias de cubanos que deciden marchar, aparece por un lado el costado sentimental de amor a la familia y a la tierra y por el otro la posibilidad de salir de la miseria en la que se vive inmerso para, paradójicamente, darles a los propios un porvenir mejor. Esta recurrente incertidumbre que atraviesa el cubano se ve crudamente reflejada en la “Tentación de Cecilia”, de Julio Medem, historia del filme “Siete días en La Habana”, donde una joven cantante enfrenta el dilema de buscar nuevos horizontes o de sobrevivir con su novio beisbolista en la isla. Este manejo perverso de las libertades, porque no de los afectos, lejos está de no considerar a la persona como mercancía, tal como pregonó el régimen al dar a conocer la medida. El me das todo lo que ganas a cambio de un vuelto, más el plus de permitir volver a tu tierra y ver a tu familia, o el saber que se volverá a la pobreza luego de la vida útil como deportista de elite, es un intolerable exceso para los derechos y libertades de los que goza el hombre de hoy. Más que premios parecen castigos. Para personas de las que sólo se podrá decir que, por esas cosas de Dios, han nacido en Cuba y se han destacado como deportistas. (*) Abogado. Profesor nacional de Educación Física. marceloangriman@ciudad.com.ar


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