Los fondos buitre
En un reciente artículo titulado “La victoria de los buitres”, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz hace una clara síntesis de argumentos en contra del fallo del tribunal de apelaciones de los Estados Unidos que sentenció a favor de los denominados fondos buitre y en contra de Argentina. Entre otras razones, Stiglitz señala las siguientes: 1) “En el proceso, se anuló un principio básico del capitalismo moderno, de que cuando los deudores no pueden pagar a los acreedores es necesario empezar de cero”; 2) “Los países pobres normalmente se hallan en una terrible desventaja a la hora de negociar con los grandes prestamistas multinacionales, que en general son respaldados por poderosos gobiernos de sus países de origen”; 3) “Los fondos compraron los viejos bonos por una fracción de su valor nominal y luego entablaron un pleito para tratar de obligar a Argentina a pagar el valor total. Las entidades financieras han elevado la codicia a un nuevo nivel”; 4) En las crisis de deuda, la culpa tiende a recaer sobre los deudores. Se endeudaron demasiado. Pero los acreedores son igualmente responsables, ya que prestaron demasiado y de manera imprudente”; 5) “Las repercusiones de este error judicial tal vez se sientan durante largo tiempo. Después de todo, ¿qué país en desarrollo, pensando en los intereses a largo plazo de sus ciudadanos, estará dispuesto a emitir bonos a través del sistema financiero estadounidense, cuando la Justicia de ese país parece permitir que los intereses financieros sobrepasen el interés público?”. Así planteadas las cosas, y en líneas generales, es difícil estar en desacuerdo con lo expuesto. Pero… ¿han sido y son realmente así las cosas? O, en otros términos, ¿no será que los jueces tienen una visión algo diferente que la que parece tener el Premio Nobel? El planteo de Stiglitz pareciera apoyarse demasiado en el supuesto de que la dirigencia política es un conjunto de buenas y sabias personas que manejan los fondos públicos con suma austeridad, idoneidad y responsabilidad. Creo que no somos pocos los que pensamos que, al menos en Argentina, la cosa no ha sido ni es así. Argentina llegó al default del 2001 por cuestiones exclusivamente internas. El déficit público, que es la madre de todos los problemas, de ninguna manera puede ser atribuido a la codicia de los prestamistas, sino a la irresponsabilidad permanente de distintos gobiernos a lo largo de más de 60 años, que antes de bajar el gasto público y cerrar el déficit, han preferido o estafar a sus ciudadanos emitiendo dinero sin respaldo (inflación) o bien patear la pelota para adelante, contrayendo deuda que, en el mejor de los casos, deben pagar futuros gobiernos y, en el peor, estafando a los prestamistas que pensaron que hacían una buena colocación de sus ahorros. Por otra parte, el adjetivo de “buitre” no lo pone la actitud del acreedor, sino la condición del deudor. Es decir, si este reclamo de los fondos fuese contra el gobierno de Suiza o EE. UU., lo más probable es que ni siquiera nos hubiéramos enterado. Pero si fuese contra Haití, creo que no serían pocos los que irían a prender fuego las oficinas del fondo reclamante, por la pretensión de querer cobrar a un claro insolvente. Y me parece que Argentina, si bien no es Canadá ni Australia, tampoco es Haití. Un país que tiene universidad libre y gratuita, como quizás no la tuvieron los hijos de muchos de los que prestaron sus ahorros a Argentina y finalmente los perdieron; un país donde el fútbol profesional es solventado por el Estado, como no ocurre en ningún otro lugar del mundo; un país con una burocracia política que claramente excede sus posibilidades de financiarse genuinamente (sólo por citar un ejemplo: EE. UU., con 300 millones de habitantes, tiene 100 senadores, mientras que Argentina, con 41 millones de habitantes, tiene 72 senadores); un país donde más de la mitad de los Estados provinciales son asistidos porque no se autofinancian, pero aún así no hay pueblito que no tenga su Concejo Deliberante rentado; un país que mantiene una línea aérea estatal subsidiándola diariamente con $ 11 millones. Y así podríamos seguir la lista de claros disparates para un país que supuestamente sería un pobre insolvente. En realidad Argentina, como también Grecia, España y Portugal (por citar algunos otros, para ver que no estamos solos en esto), ha querido y quiere mantener un nivel de vida que le queda grande a costa de los demás. Y esto me parece que es el punto inaceptable. Cabría agregar otras cuestiones tales como: 1) Acá no se trata de indemnizaciones de guerra que hayan sido impuestas unilateralmente por ejércitos vencedores, sino emisiones de deuda realizadas por gobiernos soberanos (los nuestros), en las condiciones que ellos mismos han considerado convenientes. 2) Lejos de avergonzarse por no poder cumplir sus compromisos, los mismos dirigentes que tomaron o aprobaron la emisión de deuda festejaron el default con aplausos en el Congreso; 3) Viendo dónde califica nuestro país en términos de corrupción en los rankings internacionales, imagino que un probable punto de vista de los jueces americanos podría ser: “La plata que no paguen estos países, ¿terminará realmente en los bolsillos de sus ciudadanos?”. Por último, a modo de anticipo de respuesta a algunos de los que no van a compartir los puntos de vista aquí vertidos (para ser más claro, los que aún defienden el gol con la mano de Maradona a los ingleses), me viene a la memoria ese viejo cuento del tipo aquel que increpa a otro diciéndole: “¿Usted anda diciendo por ahí que nosotros nos besamos?” A lo que el otro responde: “No compañero, yo no he dicho nada”. Y el primero concluye: “Ahh, …. entonces nos han visto”. (*) Economista
ROLANDO CITARELLA (*)
En un reciente artículo titulado “La victoria de los buitres”, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz hace una clara síntesis de argumentos en contra del fallo del tribunal de apelaciones de los Estados Unidos que sentenció a favor de los denominados fondos buitre y en contra de Argentina. Entre otras razones, Stiglitz señala las siguientes: 1) “En el proceso, se anuló un principio básico del capitalismo moderno, de que cuando los deudores no pueden pagar a los acreedores es necesario empezar de cero”; 2) “Los países pobres normalmente se hallan en una terrible desventaja a la hora de negociar con los grandes prestamistas multinacionales, que en general son respaldados por poderosos gobiernos de sus países de origen”; 3) “Los fondos compraron los viejos bonos por una fracción de su valor nominal y luego entablaron un pleito para tratar de obligar a Argentina a pagar el valor total. Las entidades financieras han elevado la codicia a un nuevo nivel”; 4) En las crisis de deuda, la culpa tiende a recaer sobre los deudores. Se endeudaron demasiado. Pero los acreedores son igualmente responsables, ya que prestaron demasiado y de manera imprudente”; 5) “Las repercusiones de este error judicial tal vez se sientan durante largo tiempo. Después de todo, ¿qué país en desarrollo, pensando en los intereses a largo plazo de sus ciudadanos, estará dispuesto a emitir bonos a través del sistema financiero estadounidense, cuando la Justicia de ese país parece permitir que los intereses financieros sobrepasen el interés público?”. Así planteadas las cosas, y en líneas generales, es difícil estar en desacuerdo con lo expuesto. Pero... ¿han sido y son realmente así las cosas? O, en otros términos, ¿no será que los jueces tienen una visión algo diferente que la que parece tener el Premio Nobel? El planteo de Stiglitz pareciera apoyarse demasiado en el supuesto de que la dirigencia política es un conjunto de buenas y sabias personas que manejan los fondos públicos con suma austeridad, idoneidad y responsabilidad. Creo que no somos pocos los que pensamos que, al menos en Argentina, la cosa no ha sido ni es así. Argentina llegó al default del 2001 por cuestiones exclusivamente internas. El déficit público, que es la madre de todos los problemas, de ninguna manera puede ser atribuido a la codicia de los prestamistas, sino a la irresponsabilidad permanente de distintos gobiernos a lo largo de más de 60 años, que antes de bajar el gasto público y cerrar el déficit, han preferido o estafar a sus ciudadanos emitiendo dinero sin respaldo (inflación) o bien patear la pelota para adelante, contrayendo deuda que, en el mejor de los casos, deben pagar futuros gobiernos y, en el peor, estafando a los prestamistas que pensaron que hacían una buena colocación de sus ahorros. Por otra parte, el adjetivo de “buitre” no lo pone la actitud del acreedor, sino la condición del deudor. Es decir, si este reclamo de los fondos fuese contra el gobierno de Suiza o EE. UU., lo más probable es que ni siquiera nos hubiéramos enterado. Pero si fuese contra Haití, creo que no serían pocos los que irían a prender fuego las oficinas del fondo reclamante, por la pretensión de querer cobrar a un claro insolvente. Y me parece que Argentina, si bien no es Canadá ni Australia, tampoco es Haití. Un país que tiene universidad libre y gratuita, como quizás no la tuvieron los hijos de muchos de los que prestaron sus ahorros a Argentina y finalmente los perdieron; un país donde el fútbol profesional es solventado por el Estado, como no ocurre en ningún otro lugar del mundo; un país con una burocracia política que claramente excede sus posibilidades de financiarse genuinamente (sólo por citar un ejemplo: EE. UU., con 300 millones de habitantes, tiene 100 senadores, mientras que Argentina, con 41 millones de habitantes, tiene 72 senadores); un país donde más de la mitad de los Estados provinciales son asistidos porque no se autofinancian, pero aún así no hay pueblito que no tenga su Concejo Deliberante rentado; un país que mantiene una línea aérea estatal subsidiándola diariamente con $ 11 millones. Y así podríamos seguir la lista de claros disparates para un país que supuestamente sería un pobre insolvente. En realidad Argentina, como también Grecia, España y Portugal (por citar algunos otros, para ver que no estamos solos en esto), ha querido y quiere mantener un nivel de vida que le queda grande a costa de los demás. Y esto me parece que es el punto inaceptable. Cabría agregar otras cuestiones tales como: 1) Acá no se trata de indemnizaciones de guerra que hayan sido impuestas unilateralmente por ejércitos vencedores, sino emisiones de deuda realizadas por gobiernos soberanos (los nuestros), en las condiciones que ellos mismos han considerado convenientes. 2) Lejos de avergonzarse por no poder cumplir sus compromisos, los mismos dirigentes que tomaron o aprobaron la emisión de deuda festejaron el default con aplausos en el Congreso; 3) Viendo dónde califica nuestro país en términos de corrupción en los rankings internacionales, imagino que un probable punto de vista de los jueces americanos podría ser: “La plata que no paguen estos países, ¿terminará realmente en los bolsillos de sus ciudadanos?”. Por último, a modo de anticipo de respuesta a algunos de los que no van a compartir los puntos de vista aquí vertidos (para ser más claro, los que aún defienden el gol con la mano de Maradona a los ingleses), me viene a la memoria ese viejo cuento del tipo aquel que increpa a otro diciéndole: “¿Usted anda diciendo por ahí que nosotros nos besamos?” A lo que el otro responde: “No compañero, yo no he dicho nada”. Y el primero concluye: “Ahh, …. entonces nos han visto”. (*) Economista
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