Los pactos de libre comercio y la inserción global de nuestros productos


Hoy es difícil vender frutas argentinas en China o la UE, pagando de 12 a 30% de aranceles de importación, cuando nuestros competidores no los abonan gracias a acuerdo ya firmados.


Por Adolfo Storni*

La decisión tomada por el gobierno argentino respecto a dejar de participar en las negociaciones y acuerdos comerciales en curso y de las futuras negociaciones del bloque Mercosur es un error estratégico, que condena a muchos sectores productivos y especialmente a la fruticultura al estancamiento, la pérdida de competitividad externa y a la concentración de las exportaciones en pocos mercados y productos.

La fruticultura del resto del hemisferio sur, la Unión Europea, Estados Unidos o los países asiáticos, se ha desarrollado en las últimas dos décadas por el comercio generado por este tipo de acuerdos.

Mientras Argentina en 10 años perdió la mitad de sus exportaciones frutícolas, otros países como Perú, Chile, Sudáfrica, Colombia, Australia y Nueva Zelanda desarrollaron sus producciones

Gracias al comercio internacional consumidores de todo el mundo hoy pueden comer arándanos, paltas, peras, manzanas, cítricos o kiwis todo el año, pagando precios accesibles, independientemente de la temporada o el lugar de producción.

Mientras Argentina en 10 años perdió la mitad de sus exportaciones frutícolas, otros países como Perú, Chile, Sudáfrica, Colombia, Australia y Nueva Zelanda desarrollaron sus producciones a través de sus exportaciones hasta volúmenes inimaginables poco tiempo atrás.

Chile no habría podido desarrollar su negocio de 1.200 millones de dólares de exportaciones de cerezas sin acuerdos de libre comercio. Emular a nuestros exitosos vecinos será imposible para Argentina sin nuevos mercados y sin una mejora en la forma en que hoy accedemos.

Argentina hoy es solo un referente internacional en peras y limones, pero con el liderazgo compartido con países como Chile o Sudáfrica que ya exportan lo mismo o más que nosotros. Algo que parecía un disparate a cualquier veterano productor del Valle de Río Negro y Tucumán unos pocos años atrás.

Hoy es difícil vender arándanos argentinos en China pagando 30% de arancel de importación, cuando Chile o Perú pagan 0%. Tampoco es fácil exportar cerezas a la Unión Europea pagando un arancel de importación del 12% o a China donde pagamos un 10%, cuando Chile no paga aranceles. El perjuicio se extiende en las exportaciones de pepitas, cítricos, carozos, granadas o kiwi y ya llega tarde para productos como el pomelo o la uva que perdieron toda inserción internacional, después de haber sido importantes referentes.

No podemos pensar en una fruticultura pujante sin comercio internacional. Nuestra producción tiene un acotado mercado interno debido a que solo somos 45 millones de consumidores, por lo que necesita muchos mercados, no solo abiertos desde el punto de vista sanitario, sino también sin aranceles.

En un contexto de crisis mundial, el mundo sigue consumiendo frutas, ya que las asocia a productos funcionales con importantes beneficios para la salud y el bienestar.

Bajarse del mundo, en un contexto de caída de la actividad económica mundial, es condenarse a sufrir más que el resto. Las exportaciones totales de Argentina están estancadas en 60.000 millones de dólares desde hace mucho tiempo. En un país que necesita divisas para sus importaciones y el pago de la deuda, donde el financiamiento interno y externo del Estado ha desaparecido, son las exportaciones la única y más sana forma de generarlas. Es necesario destacar que las producciones frutícolas son altamente demandantes de mano de obra y ordenan la producción, el cuidado del trabajador rural y el medio ambiente por las altas certificaciones que exige el comercio mundial.

La producción del país necesita del comercio internacional, y en el orden económico mundial vigente la forma en que se realiza es a través de acuerdos de libre comercio, donde todo se negocia en beneficio para las partes.

Argumentar que los acuerdos de libre comercio ponen en riesgo a los empleos locales es faltar a la verdad. Sin duda que generan profundas transformaciones en el plano productivo, pero todos los países que rigen sus políticas comerciales a través de estos acuerdos han salido ganando, generando inversiones, empleo, más producción y mayores exportaciones. Por lo tanto no podemos usarlos como ejemplos negativos. Si cualquier productor frutícola argentino se encontrara en Chile, Perú o Sudáfrica, no estaría padeciendo las complicaciones de trabajar en Argentina sin crédito, con impuestos distorsivos o con problemas de inserción en los mercados.

En Canadá, Corea del Sur, Vietnam, Indonesia, India, Líbano, Israel y la Alianza del Pacífico, tenemos a millones de consumidores ávidos de nuestros productos, especialmente nuestras frutas, famosas en el mundo por su sabor y calidad.

No es posible una inserción internacional para nuestros productos sin acuerdos de libre comercio. El aislamiento genera más pobreza y atraso tecnológico y cultural. El modelo de vivir con lo nuestro demostró su fracaso en todo el mundo, y especialmente en nuestro país luego de intentarse durante décadas, ya que nos dejó con altos niveles de pobreza y un aparato productivo con pocas fuerzas para competir.

Ya lo dijo Belgrano hace más de 200 años: “El comercio debe ser libre y el Estado ha de promoverlo”.

*CEO de Extraberries SA (productores y exportadores de cerezas, arándanos, peras y manzanas)


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios