Luisa Valenzuela reedita su novela “El Mañana”

La escritora revisita una obra que ella define como su “ars poética” en la que enfatiza la fuerza del lenguaje

Redacción

Por Redacción

A diez años de su publicación, la reedición de “El Mañana”, de Luisa Valenzuela, devela la potencia literaria de la escritora con una obra atrapante que ella define como su “ars poética”, en la que a partir del secuestro de 18 narradoras que son arrestadas en sus casas y borradas del registro literario, postula una suerte de manifiesto sobre la escritura, el lenguaje, la identidad y la política, con referencias al pasado reciente del país y con una capacidad premonitoria que se lee a la luz del presente distópico que vivimos

¿Por qué un grupo de escritoras durante un seminario en un barco llamado “El Mañana” recibe el peor de los ataques: la supresión de su lenguaje, su pensamiento, la acusación de ser apresadas por “terroristas de la palabra”? ¿Quiénes ejecutan ese plan sistemático de exterminio contra sus textos; en verdad, qué dicen sus textos para ser catalogados como terroristas? ¿Y en qué mundo están para ser condenadas al confinamiento forzoso sin juicio alguno y sin otros seres que acusen esa persecución ideológica y autoritaria?

La novela, publicada en 2010 y reeditada ahora por Interzona, se hilvana sobre esas preguntas y reflexiones que Luisa Valenzuela -escritora y periodista, autora de más de treinta libros-, fue conjugando a través de sus personajes, en un escenario distópico pero con referencias situadas: hay una Villa Indemnización, aparece Juana Azurduy y la persecución no puede más que asociarse a la última dictadura cívico militar y a prácticas de silenciamiento que buscan desarticular el crisol de voces disidentes.

Es la voz de Elisa, la protagonista y una de esas escritoras secuestradas, la que imprime la relación con este presente distópico porque es ella quien narra la experiencia de confinamiento, a partir de lo que piensa, lo que cuestiona, su rabia, sus deseos y miedos.

Elisa escribe sabiendo que en pocos días su celador borrará los archivos. Lo que aparecerá, entonces, es la imposibilidad de escribir cuando las palabras se cancelan, algo que llevará a la protagonista a una búsqueda identitaria.

P- La distopía no puede dejar de leerse a la luz de este presente ¿cómo fue reencontrarte con “El Mañana” después de diez años y en este contexto?

R- Esta novela es para mí una caja de sorpresas. Confieso no sin cierta vergüenza que cuando debí revisar las pruebas para la reedición me enganché y la leí de cabo a rabo como si la hubiera escrito otra. Siete años me habían llevado escribirla, y me asombró descubrir hasta qué punto la distopía intencional que yo iba empujando cada vez más hacia delante fue alcanzada, y hasta superada, por la realidad del último gobierno. Y más adelante la pandemia reforzó otros aspectos que en su momento creí pura fantasía.

P- Aparece la idea del control, el confinamiento, Elisa hace una analogía de ella como si fuera un virus. Qué premonitoria puede ser la literatura.

R- Creo que cierta premonición es casi constitutivo de la escritura ficcional, al menos como la concibo: sin mapas, dejándose llevar por el fluir de los acontecimientos, la voluntad de los personajes, la respiración del texto. Así se aguzan las antenas, el radar como decía Cortázar, y pescamos aquello que está latente en el aire. Quizá la explicación esté en la consciencia expandida y el orden implicado de los que habla la microfísica a partir de David Bohm.

P- En esta novela el lenguaje es un misterio y todo gira en torno a su fuerza ¿por qué siempre hay una sospecha por el lenguaje?

R- Quizá escribí toda la novela no para responderla -desconfío de las respuestas clausurantes- sino para explorarla. El lenguaje, esa construcción que nos hace humanos, es un arma de doble filo, y mucho de lo no sabido emerge cuando intentamos expresar lo sabido.

De ahí la frase de (Giorgio) Agamben citada como acápite de la novela: “Lo indecible está custodiado por el lenguaje mucho más celosamente de lo que podría estarlo por el silencio”.

P- Y en la novela subyace siempre la pregunta sobre las razones del secuestro de las narradoras, lo que revela que la amenaza es el lenguaje.

R- ¿Por qué las condenaron? es la pregunta que se hace no sólo la protagonista sino también ese par de outsiders que son el hacker Esteban Clementi y su amigo el poeta y ex soldado israelí Ómer Katvani. De hecho, en los regímenes más o menos autoritarios se le teme a los intelectuales y se degrada la cultura. En el imperio de la desinformación y las falsas noticias se impone no cuestionar la palabra, que mirada a fondo deja las duplicidades al descubierto.

P- Elisa reflexiona sobre la escritura: cuando tiene tanta rabia no puede escribir; cuando está confundida busca en las palabras la posibilidad de aclarar ¿cómo es tu relación con la escritura?

R- Es una relación de amor-odio, por ende de absoluta necesidad. Tras una feroz meningitis y su posterior anhedonia, entendí que mi única manera de relacionarme con el mundo es derivar algún sentido de este magma que llamamos realidad a través de la escritura. Escritura de ficción en lo posible, avanzando por un terreno desconocido, sin cartografiar, que irá armando el mapa con el correr de las palabras.

P- Por otro lado, hay una crítica a la literatura escrita por mujeres que no cuestiona, a la novela histórica relegada a lo femenino y Elisa plantea muchas veces ese juego de asimilación con su protagonista, Juana Azurduy ¿esta novela te permitió postular posiciones respecto de lo que pensás?

R- Temo que sí. Sin proponérmelo, “El Mañana” acabó siendo mi ars poetica, en la cual gracias a la aventura tanto física como mental de la protagonista estallan mis propias pasiones y rechazos. Resultó ser un camino de búsqueda lleno de falsos desvíos que se fue armando, penosamente, a lo largo de muchos años. Tanto es así que ahora la editorial InterZona publica una especie de separata con algunos de esos descartes en tanto cocina literaria. Se trata de la “Carta de Navegación del Mañana”.

P- En esta novela escribís sobre la revolución de las mujeres, esas que escriben y piensan sobre temas que antes no se les permitía ¿crees que estamos frente a una genealogía de escritoras que se parecen a las de tu novela, en el sentido, de que rompen el status quo?

R- Mucho antes de “El Mañana” vengo escribiendo al respecto, en ensayos al menos, compilados en “Peligrosas palabras” y “Escritura y secreto”, pero ahora estamos de fiesta. Hay una explosión de excelentes escritoras que han encontrado una voz muy potente para decir lo suyo. Más allá de la literatura -¿pero hay un más allá, no es todo literatura, de alguna forma?- las mujeres ocupan hoy su lugar con total firmeza. Esa caldera que veníamos alimentado desde los años sesenta, encendida mucho antes a veces en secreto, estalló con furia y se atomizó en los diversos feminismos abarcadores, festivos, reivindicativos. Así como la gran marea verde.

P- “El tiempo detenido es todo el tiempo” se lee en la novela… en un paralelismo con lo vivido los últimos meses ¿cómo vivís el tiempo?

R- Tendríamos que reflexionar al respecto. Se solía decir “el tiempo es oro”, ¿no?, time is money, al punto que el capitalismo salvaje fue arrasando con todo y nos trajo a este punto casi terminal de descalabro a nivel planetario. Ahora el tiempo -solito- se ha hecho de goma, chicloso, y entre que se nos escurre o vuela o se detiene, el llamado es a la reflexión. No sólo la posible vacuna va a sacarnos de esto, no. Se impone también un total cambio de paradigma en lo que atañe a la desigualdad social y a la ecología. El planeta y sus habitantes están en jaque.

Agencia Télam


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