«MadreHija»: un tinto artesanal de elaboración comunitaria en San Patricio del Chañar

La idea es revalorizar las prácticas ancestrales, el amor a la tierra y el cuidado de los vínculos primarios. Romina y Rosa Narmona son parte de ese proceso ya hace 4 años.


Por Victoria Rodríguez Rey (@victoriarodriguezrey)

La construcción del gusto es parte de un sistema de creencias y decisiones. Dicho sistema se ve condicionado por una estructura social integrada por un contexto histórico – político, accesibilidad o no a determinados recursos alimentarios, una perspectiva de género, un paisaje cultural determinado. Estos elementos van conformando una jerarquía de alimentos diarios o eventuales que se imponen o deben descartarse sin lugar a discusión. ¿Qué grado de libertad de elección hay en lo que consumimos?

El alimento es un elemento situado, responde a un tiempo, a un espacio y a una cultura. Se trata de un sistema potente, que se va modificando con los dinámicos ritmos de las trasformaciones culturales. En la compleja fórmula de valores que va a definir un gusto por tales o cuales alimentos, el contexto social tiene mucho que ver. El actual sistema alimentario ha considerado que las carnes blancas, los dulces, los vinos blancos, las cervezas ligeras parecen ser elecciones de las mujeres, pero ¿quién define qué cosa? Claro está que nos encontramos buceando en una sociedad con fuerte herencia patriarcal. En estas decisiones arbitrarias que responden a un modelo heteronormativo de consumo, se van imponiendo gustos a paladares obedientes, dejando de lado la experimentación de otros sabores.

Romina Narmona es elaboradora de vinos y prefiere el Cabernet Sauvignon. Junto a su mamá Rosa Narmona, comparte el proceso de elaboración hace cuatro años. Cargan con la experiencia familiar de sus abuelos bodegueros en la provincia de La Rioja. Gracias a sus inquietudes, al armonioso lazo entre madre e hija, y a la formación técnica lograron desempolvar recuerdos del saber hacer familiar.

«Empezamos con un curso de cata de vino en Neuquén. Mi mamá se entera de este curso, me invita a acompañarla y asistimos. Allí conocemos a quienes después serían nuestros compañeros de trabajo». Así comienza Romina a contar cómo fue el incipiente vínculo con el universo vitivinícola que hoy va definiendo su formación profesional y proyección productiva y familiar.

Romina y Rosa presentando «MadreHija».

El paso siguiente fue acercarse al Centro de Formación Profesional Agropecuario N° 2 de San Patricio del Chañar. En el “Puesto” se encuentran con una formación de “Elaborador de bebidas fermentadas”. Se trata de una capacitación anual, en función a la estacionalidad del cultivo y las tareas propias de elaboración del producto. Pero, además, se encuentran y descubren la magia del saber hacer colectivo. Todo sucede en la bodega comunitaria de dicha institución, que es parte del proyecto educativo y cuenta con habilitación comercial y bromatológica a nivel provincial por el Instituto Nacional del Vino (INV).

Romina y Rosa, son parte de ese colectivo de personas que experimentan, estudian y acompañan todo el proceso de elaboración. Y así fue que le dieron identidad a su vino, “MadreHija”. Una síntesis de un vino tinto artesanal, elaborado comunitariamente, que revaloriza las prácticas ancestrales, el amor a la tierra y al cuidado de los vínculos primarios. “El vino está asociado a lo masculino, el espacio de la bodega tiene esa misma asociación. Hace muy pocos años que se ve la incorporación de las mujeres en la vitivinicultura. Mi mamá ya lo veía en su familia. Siempre el trabajo de campo, el trabajo que lleva una viña está asociado a lo masculino. No me molesta, y sí me genera mucha satisfacción, que desde hace un tiempo hasta esta parte se empiece a cambiar y se empiece a valorar lo que el género femenino tiene para aportar, que es mucho. Está buenísimo como se está metiendo el género en todo el proceso productivo. Que el vino es de los hombres, es una idea instalada que se está quebrando de a poco y me parece genial», sostiene Romina.

El vino despierta efectos complejos, estimula cada uno de nuestros sentidos. MadreHija tiene un gusto fuertemente teñido de afectividad. El sueño de una bodega en La Rioja, reformuló las vidas de Romina y Rosa. Imaginarse trabajando juntas en la finca es parte de las transformaciones generacionales propias de las comunidades. Como sucede con el gusto. ¡Salú! Por más Rominas y Rosas que sigan modificando las génesis del gusto hacia paladares menos obedientes y más atrevidos.

Más información:
https://www.puestochaniar.com


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