Maitena, la reina de los bajitos

Escribe para las mujeres, pero tiene fans de 8 años.

-¡Mamá, no la puedo ver mamá! – dice la nena con voz y rostro compungidos.

-No sé qué hacer hija… no sé… Está rodeada de chicos… esperemos.

-Deje señora, me permite, señora- interviene el abogado roquense Rodolfo Ponce de León, levanta a la nena y la coloca sobre sus hombros de ser de metro noventa de altura…

-¿La ves a Maitena? – le pregunta…

-¡Mamá, mamá… ahí está Maitena… ahí está, la veo mamá, la veo!- responde la pibita sentada sobre lomo peronista.

A lo largo del fin de semana y el lunes, Maitena se robó la Feria del Libro. Atravesó el mapa de las edades de la gente, siempre cosechando simpatía y más simpatía y se instaló entre los niños, desde una relación directa, desbordante de afecto.

Durante tres días, no bien entró a la Feria firmó, sin muestra del más mínimo atisbo de agobio, libros, sobres, papeles, boletos de subterráneo, servilletas, cuadernos e incluso hasta la mano de alguna piba. Porque las nenas entre seis y 12 años conformaron el grueso de su hinchada más exigente. No la dejaban caminar. La apretaban. Se sacaban fotos con ella.

-¿Cómo te llamas?- le pregunta Maitena a una nena de no más de ocho años…

– Yo… yo a mí me gustaría llamarme Maitena, como vos…

– ¿Por qué?

-Porque mi mamá se ríe mucho con vos, dice que sos muy inteligente… la hacés reír- dice la nena y Maitena estampa en un sobre: «A Maitena, un beso muy grande, de Maitena»…

Y Maitena firma. Acaricia mejillas. Un beso aquí, otro

allá. Se para. Se sienta. Tiene la sonrisa amplia. Deja que le desordenen el cabello que oscila entre rubio, amarillo y canoso. Queda con estampa de plumero.

– Lo suyo no está dirigido a los pibes, sino de adolescentes para arriba, fundamentalmente mujeres, claro- dice un vendedor de Ediciones de La Flor.

El sábado, Maitena presentó su libro último: «Mujeres alteradas 1, 2, 3, 4 y 5». Una serie de historietas que hoy se publican en más de 30 países.

Luego vinieron tres días seguidos de presencia en la Feria, un dejarse inundar por la gente que establece con ella un vínculo cargado de positivos.

-Yo creí dijo al momento de la presentación que lo mío funcionaba en Occidente, hasta que empezaron a comprarme mis historias los coreanos. Y acotó: «Más allá de tener vidas diferentes, a todas las mujeres nos pasan exactamente las mismas cosas: sufrimos por lo mismo y nos alegramos también por lo mismo. La escalada de valores de las mujeres es la misma en todo el mundo. Nos pasa lo mismo con nuestras madres, con nuestros maridos o con nuestros hijos.

La ovación fue larga y sin ánimo de frenarse. El público: mujeres, claro.

La Feria comenzaba a ser de Maitena.


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