Méritos y respetos, temores y posturas en el día después del Boca-River

Las repercusiones sobre el 1-1 del Superclásico se centraron en el debate sobre quién había sido merecedor de los tres puntos, con voces carentes de autocrítica para explicar el empate, en casos anteponiendo los errores ajenos por sobre las propias virtudes.

Boca, River y la vanidad que se desvanece en querer hacer y no poder. El intentar someter al rival por los laureles que supieron conseguir o por el supuesto halo protector (y merecedor) que se da al que mejor juega, es sólo pompa que morirá siempre en el once contra once.

En el día después del Superclásico resonaron voces que hablaron de méritos y respetos, de temores y posturas, de uno que quiso y el otro no. Fue empate de un gol por bando en el campo, pero fuera de él ambos se sintieron ganadores. En la dialéctica post partido siempre se intentará tirar agua para el molino propio, pero lo cierto es que el partido que se jugó el domingo en La Bombonera no se analiza sólo desde los primeros 30 minutos, cuando River propuso y Boca espero.

Tampoco da merecimientos aislar el tramo del derby cuando Boca dijo presente en el partido con aquella tapada providencial de Franco Armani a Carlos Tevez, previo al gol de penal de Sebastián Villa, que se extendió hasta el tanto de Agustín Palavecino a los 21’ del ST cuando el cuarto árbitro ya tenía en la mano el cartel con su número para el cambio. “El fútbol tiene esas cosas…”, dijo Marcelo Gallardo después del partido. Y sí Muñeco.

Por tercera edición consecutiva, el Superclásico se quedó sin dueño pero según de dónde vengan las declaraciones, pareciera que hubo un ganador. Hábil declarante y conocedor de la resonancia de sus dichos, Gallardo moja la oreja xeneize al declarar que ante la ausencia de Edwin Cardona, suponía que su colega Miguel Russo alinearía “un atacante más o un volante. No pensé en la línea de cinco defensores”.

“Hace mucho que River juega mal…”, le gritó Juan Román Riquelme desde su palco a una mesa de periodistas que analizaba lo que había dejado el duelo en la mismísima Bombonera.
Esto es fútbol donde cada cual se defiende y trata de ganar con el cuchillo entre los dientes, con el overol o de galera y bastón. Russo puso una línea de tres defensores centrales (no cinco) que River, a pesar del dominio de campo y balón de los primeros 30 minutos, no pudo romper. Cuando se desconcentró y perdió intensidad, en Boca se soltó Capaldo que fue quien generó la jugada del penal que Villa transformó en el 1-0. Ante la ausencia de Cardona, Boca eligió jugar a eso, al contragolpe, y casi le sale bien de no ser por el gol que erró Maroni a los 2’ del ST en otra contra, o el que impidió Armani minutos después ante el mismo jugador. Fue el momento de Boca y ahí tuvo la chance de ganar el encuentro.

Están en lo cierto lo que afirman que el Xeneize respeta a River y por eso le cedió campo y balón en el inicio. Tal consideración, bien ganada la tiene el equipo de Gallardo, que el destino del partido lo premió con el empate.
River siempre propone y tal postura lo ha llevado a ganar 12 títulos en la era del Muñeco. El temor del resto hacia este River es una consecuencia lógica, pero el fútbol no es una ciencia exacta aunque parezca muchas veces estar mecanizado.

Buscar el merecimiento propio en la deficiencia del otro es caer en el error. Si hace mucho que River juega mal, como dice Riquelme, qué decir entonces de Boca, que en definitiva no le pudo ganar. Si River cree que por haber dominado por 30 minutos a su rival, con apenas una llegada al arco rival, es merecedor de ser declarado “ganador moral”, también está equivocado.
La jactancia de creerse el mejor o la ostentación de ser el bicampeón, siempre estarán bien en campo de la autoayuda pero no en la verdad del fútbol.


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