Música y movimiento con los sentidos

"Danza sonora" se presentará en el Teatro del Histrión. Los sonidos interactúan con las coreografías.

NEUQUÉN (AN).- Como si fuera una cuestión filosófica, Paula Mauriño (bailarina), Javier Sevilla (vocalista) y Mario Maldonado (guitarrista) apelan a los sentidos en lo que hacen. Y también a despertar emociones en el espectador.

«Danza sonora» es un espectáculo esencialmente experimental, un entramado de música y danza concebido desde la improvisación, pero sobre todo intenso.

En una combinación en vivo de sonoridades de vanguardia y movimientos modernos con una puesta sencilla, el proyecto Hueco propone movilizar al espectador y correrlo de ese lugar de mero observador a otro más activo. Quizás, más comprometido.

«La idea es que la gente este inmersa en lo que ocurre. Como artista me genera mucha inquietud lo que le sucede al público. Y no porque quiero que la gente se vaya con una sonrisa, conforme, sino porque quiero que pase algo», explicó la Paula, de 28 años, que en este caso hace a la vez de coreógrafa e intérprete.

La obra, que se estrenó en Buenos Aires en el 2005 y se presentó el año pasado en esta ciudad, vuelve renovada en todos sus aspectos: incorporó nueva coreografía y música, y se corrió de la puesta en altura (antes el público se ubicaba sobre un andamio) para integrar al espectador en la escena.

A los movimientos de Paula se sumará en escena la voz y los efectos de Javier Sevilla con las guitarras de Mario Maldonado, que en esta oportunidad estarán grabadas debido a que el guitarrista no vendrá a la ciudad.

«Danza sonora» se presentará el viernes, sábado y domingo (a las 22) en el Teatro del Histrión (Chubut 240) dentro de la grilla de espectáculos que ofrece el ciclo Verano Cultural.

 

En perfecta simbiosis

 

¿Por qué danza sonora? En la obra -explicó Paula- la característica que predomina es más sonora que musical, porque el materia en el que se trabajó es el sonido crudo. «No es la música concebida desde la composición musical, sino desde la composición expresiva del sonido», dijo.

El resultado es una obra en la que el idioma musical interactúa con la danza en forma permanente y al mismo nivel: no predomina una sobre otra, sino que van juntas como en perfecta simbiosis.

Lo hace con un hilo conductor que permite entrelazar las coreografías y «llevar al extremo» la experiencia del público. Porque, como dijo Paula, ella prefiere trabajar con sensaciones y evitar que la gente tenga una lectura única.

«Yo podría darles un volante que diga 'esto trata de…', pero me gusta que quede libre y que cada espectador lo viva desde su experiencia y su lugar», soltó.

Paula es una artista de formación «bastante autodidacta», que prefiere perfeccionarse en la escena de la danza de Buenos Aires, donde vive y trabaja desde hace algunos años, más que en las academias.

Porque si bien estudió en la escuela Arte XXI con profesores del teatro San Martín, admitió la joven que no le gustan demasiado las escuelas, ya que es un tanto «antisistémica».

De ahí que la bailarina mira a sus referentes de acuerdo a sus necesidades, o a lo que está buscando. Aparecen entonces nombres como el grupo El Descueve, De la Guarda (en sus primeros tiempos) y Pablo Rotenberg (con su espectáculo de danza teatro, El Lobo).

Apasionada por la búsqueda y la investigación sobre los diferentes géneros de la danza, el movimiento la va llevando por caminos poco conocidos como pueden ser las danzas africanas o aquellas de carácter étnico.

«Me di cuenta de la fuerza que tiene la música culturalmente, como una forma de vida», dijo Paula. «Es ahí donde veo que el arte va más allá de si sos bailarín o músico, sino la habilidad que tenés para transmitir algo», concluyó.


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