Natalia Hernández cuenta historias de amores y desamores

La cineasta roquense habla de su filme “Cuando brillan las estrellas”, que estrenó en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde fue muy bien recibida.

Natalia Hernández cuenta historias de amores y desamores

La cineasta roquense habla de su filme “Cuando brillan las estrellas”, que estrenó en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde fue muy bien recibida.

¿Qué es el amor? Una sucesión de pequeños universos estallando y volviéndose a crear una y otra vez. Aquella pregunta y esta respuesta tentativa abren “Cuando brillan las estrellas” (2018), la ópera prima de la realizadora roquense Natalia Hernández, muy bien recibida durante su estreno en el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Pero también la película lo es: una sucesión de pequeños universos habitados por jóvenes parejas, que estallan y se (re)crean dando vida a un puñado de historias de amores y desamores, simples, cotidianas, pero que logran expandirse, elevarse y hacer de ellas, las historias, modos posibles de explicar el amor. Pero la película nos tiende una trampa: el amor no se explica, fluye. Sólo entonces sucede.

Natalia Hernández nació y creció en Roca, donde vivió hasta que decidió partir a Buenos Aires, en 1996, para estudiar cine en un lugar obvio, la Universidad del Cine. Allí completó su formación que había empezado mucho antes, viendo películas en los cines de la ciudad. Lo que realmente le gustaba de todo eso a Natalia era lo que mostraban los making off de las películas. Por eso, entró al mundo de los filmes como asistente de dirección. Y le encantó. Después, mucho después se interesó por dirigir.

Cábala. Natalia Hernández lució una musculosa de la suerte con la imagen de Diego Maradona durante el primer día de rodaje de la película.

“Yo quería estar ahí, en la cocina de las películas”, cuenta. “Empecé a trabajar como ayudante de dirección, luego como asistente de dirección. Desde 2001, trabajé en más de veinte películas. Estar en esa universidad me dio la posibilidad de contactarme con gente que hacía cine”.

La primera cocina que conoció fue la de la película “El cielito” (2002), de Ana María Menis. “Ella se arriesgó y me tomó sin experiencia. Había visto un corto donde yo había trabajado como asistente de dirección. Le gustó como trabajé y me convocó, yo tenía 22, 23 años”, recuerda.

¿Qué hace un asistente de dirección? Todo, menos dirigir: “Es quien organiza el set, el que maneja los tiempos del rodaje, el que dice hoy se filma tal escena en tanto tiempo. Es una formación técnica. En general, el director sabe que quiere serlo. Tengo compañeros que salieron de la universidad e hicieron su película. Tenían muy claro que querían ser directores, yo no lo tenía tan claro. Yo quería trabajar en cine, pero el gustito por la dirección llegó muchos años después”.

La asistencia de dirección le sirvió a Natalia para aprender el oficio de hacer películas. De algún modo fue una escuela de cine que le dio un conocimiento para luego largarse a dirigir. “Como el set es un ámbito que yo manejo mucho, yo sé qué hace cada uno allí. Y se me hizo mucho más fácil dirigir. Muchos directores vienen del guión, estuvieron años solos en sus casas escribiendo, y el primer día de dirección se encuentran con 25 personas a las que le tienen que decir qué quiere y les cuesta más”.

Gastón Pauls, el rostro “famoso” de un buen elenco que expandió historias (no tan) simples.

¿Cómo maduró en ella la idea de dirigir? “Durante años no quise hacerlo hasta que le fui encontrando ese gustito y dije ‘sí quiero’. Pero yo tengo un gran problema: no escribo. No sé escribir. Nunca escribí un guión, no tengo la concentración ni el método que hay que tener para un hacer un guión. Yo tenía las ideas: ‘Fulano se encuentra con Mengano…’, pero no podía sentarme a desarrollarlo”.

Entonces, ocurrió en su vida aquello que le ocurrirá a los personajes de su película. Ocurrió el milagro. ¿O qué otra cosa es sino el amor? “Creo que debe haber algún tipo de sincronicidad para que las cosas pasen. Estoy muy convencida de que si te encontrás con una persona en un momento dado es por algo de ese momento y no de otro.

Uno de los personajes lo dice: ‘Todo lo que vivimos fue lo que nos trajo hasta acá’. Todo lo que vivimos fue el camino para poder llegar hasta acá. Yo creo mucho en eso”, explica Natalia acerca del espíritu de su película. Pero también estaba hablando de ella. “Hace ocho años, esas cosas de la vida hicieron que me cruce con un guionista, Sebastián Rotstein, quien me dijo ‘yo voy a escribir una película para que puedas dirigir’. Nos juntamos, tiramos ideas los dos y así salió esta película. Yo sabía que quería una comedia romántica, una historia de encuentros y desencuentros, pero nunca me sentaba a escribirla. Gracias a ese encuentro lo logramos”, recuerda Natalia. Sebastián Rotstein es, además del guionista que le permitió realizar su película, su pareja y el padre de su hijo.

Exteriores. Durante el rodaje de una de las primeras tomas de la película, en el Planetario porteño.

Directora y guionista estuvieron casi seis años desarrollando el guión, no tanto porque no tuvieran las ideas claras, sino porque no fue fácil encontrar productores. En un principio la película iba a ser una serie de varios capítulos que contaran distintas historias de encuentros y desencuentros amorosos. El proyecto como tal prosperó y resolvieron que sería un largometraje.

“Cuando brillan las estrellas” es una película que está hecha al nivel de la mirada del espectador . En ese sentido es terrenal. Historias de amor cotidianas con un discurrir cotidiano filmada a la altura de los ojos de los actores y eso la acerca a los espectadores de un modo particular. Si la película fuera 4D, estaríamos ahí parados sobre el mismo piso que los actores, apoyados en la misma barra del bar o sentados en el mismo sillón.

“Yo quería contar historias con las que te puedas sentir cercano a ellas, pero dentro de una película, quería usar bien los códigos de las comedias románticas y no anclarme en los personajes sufrientes que son muy típicos de las películas argentinas. Quería que fuera esperanzadora, que nos permita seguir creyendo en el amor. Quería incluir la historia de una separación como parte del amor”, resume Natalia.

La directora supervisa la parte más compleja de la historia: la pelea de una pareja en separación.

“Sabía que íbamos a tener una producción muy acotada, muy chiquita, pensé todo desde un lugar de restricciones. Sabía que no iba a poder contar ni con una grúa ni con un carro de traveling. Tuvimos un montón de restricciones por cuestiones de presupuesto. No sólo la grúa. Yo quise tener una steadycam para filmar las escenas cuando los personajes van caminando y nos dio sólo para un día de steadycam, entonces tuve que meter todas las escenas de personajes caminando en un día, no había plata para más tiempo. Es muy difícil que alguien quiera invertir en la película de una directora que no conoce nadie con actores que no conoce nadie (risas) y que es plata que no vas a recuperar”.

Del reparto, apenas dos nombres son verdaderamente conocidos, pero sólo uno de ellos actúa. Es Gastón Pauls, amigo de la directora, que tiene un personaje secundario. El otro es Daniel Hendler, quien le pone voz a la introducción. Y otro dato: una de las actrices es Clarisa Hernández, hermana de Natalia.

La película tendrá su estreno próximamente, el 27 de diciembre en el espacio Incaa del Cine Gaumont, de Buenos Aires. Pero sólo estará cuatro días en cartel y en una fecha evidentemente inconveniente para la taquilla.

Aunque falta confirmar el día, “Cuando brillan las estrellas” será proyectada en el Cine Rex de Roca, cuando reabra la segunda semana de enero. “Conseguí una sola función. Es un bajón porque las películas se hacen para que la gente las ves. ¡De qué me sirve tenerla guardada en mi cajón si nadie la ve! Algo es seguro: habrá más películas de Natalia Hernández.


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