Adrián Maravilla Martínez: de la cárcel al gol
Mientras muchos futbolistas se pierden luego del éxito, en el caso del goleador de Racing fue al revés, el fútbol lo salvó. Sus sufrimientos y necesidades templaron su carácter.

La historia de Adrián “Maravilla” Martínez es una de las páginas más sorprendentes que haya escrito el deporte argentino de los últimos tiempos.
Hoy goleador de Racing Club de Avellaneda y figura clave en la conquista de la Copa Sudamericana 2024, Martínez no hizo inferiores, fue basurero, albañil y hasta estuvo preso por error. Su camino al profesionalismo rompe con todos los moldes.
De chico jugaba en el barrio Las Acacias, de su Campana natal. A la par, trabajaba en una distribuidora, juntaba basura y hacía changas en obras de construcción hasta que un accidente en moto casi le cuesta la mano.
En 2014, un hecho trágico marcó su vida: su hermano Brian, de 18 años, fue baleado. Adrián fue injustamente arrestado, acusado de prender fuego y robar la casa del agresor. Estuvo siete meses preso hasta que se probó su inocencia.
En la cárcel pasó hambre, estuvo cerca de ser apuñalado en una pelea y encontró en Dios un guía. Esa experiencia, lejos de amilanarlo, lo empujó a cambiar su vida. A los 22 años fue a probarse en Defensores Unidos de Zárate (CADU), entonces en la Primera C.
El club lo fichó tras ver su velocidad y talento, aunque los primeros partidos los jugó ad honorem, argumentando que no tenía antecedentes en divisiones inferiores. Dos años después, en 2017, explotó con 21 goles y su carrera tomó vuelo: Atlanta, Sol de América, Libertad, Cerro Porteño, Instituto de Córdoba y, finalmente la Academia.
Le dicen “Maravilla” en referencia al boxeador Sergio Martínez, aunque reniega de tal apodo: «genera demasiadas expectativas», dice. Hoy, con 32 años, vive su mejor momento y hasta se rumorea que Lionel Scaloni lo sigue de cerca para una posible convocatoria a la Selección.
Sus virtudes: olfato goleador, fortaleza, inteligencia para posicionarse entre líneas, y una capacidad admirable para recibir, perfilarse y rematar. Pese a medir apenas 1,76, también es un buen cabeceador.
En la tabla de goleadores de Racing del siglo XXI, ya ocupa el quinto lugar, detrás de ídolos como Gabriel Hauche, Gustavo Bou, Diego Milito y Lisandro López.
La historia de Martínez desafía la lógica tradicional de la formación deportiva. ¿Dónde aprendió tanto si no pasó por inferiores? La respuesta parece estar en el potrero, esa escuela natural de fútbol que aún sobrevive en algunos rincones de nuestro país.
Lo paradójico es que, mientras muchos futbolistas se pierden luego del éxito, en Adrián fue al revés, ya que el fútbol lo salvó. Sus sufrimientos y necesidades parecen haberlo templado para la batalla, tanto dentro como fuera de la cancha.
En su tiempo libre, da charlas a jóvenes privados de su libertad, donde destaca el papel de Dios en su transformación. Para técnicos como Gustavo Puebla, eso lo convierte en un ejemplo de resiliencia: “Salió de situaciones muy complejas y hoy inspira desde el fútbol”.
Es de esperar que cuando el fútbol deje al bonaerense, encuentre a este templado anímicamente para poder soportar tal nuevo cambio.
Mientras tanto, cuando muchos se pierden tras alcanzar el éxito, Martínez hizo el camino inverso: fue el fútbol el que lo encontró, lo rescató y lo convirtió en referente.
Su caso interpela al sistema y demuestra que todavía hay historias que valen la pena ser contadas
*Abogado. Prof. Nac. de Educación Física. Docente Universitario. angrimanmarcelo@gmail.com

La historia de Adrián “Maravilla” Martínez es una de las páginas más sorprendentes que haya escrito el deporte argentino de los últimos tiempos.
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