El gran acuerdo entre los clubes

Hugo Alonso

Jefe de Noticias. Nació en Allen, el 23 de enero de 1979. Estudió Comunicación Social en la Universidad Nacional del Comahue. Su ingreso a Diario RÍO NEGRO como pasante, desempeñándose luego como jefe de Agencia Roca, editor y jefe de Política. También fue editor responsable de LA COMUNA, desde el 2008 hasta el 2021. Es miembro e integró la Comisión Directiva del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA). También es integrante de la Red Ruido, una red nacional de comunicadores, especialistas en datos abiertos y referentes de organizaciones civiles. Desde el 2007, integró y lideró diversos equipos periodísticos en radio. Actualmente es conductor en CNN Radio Roca. En Diario RÍO NEGRO desde 1998.

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La UCR y el PJ -partidos que durante tres décadas concentraron entre el 60 y el 90 por ciento de los votos- avanzan para terminar como colectoras de JSRN.


“¿Qué son actualmente los partidos políticos? Clubes electorales. Simples conductos para ganar elecciones”, reflexionaba días atrás en una entrevista el politólogo y consultor Lasse Paniceres.

En ese momento sobrevolaba la idea del “gran acuerdo rionegrino”, pero el escenario electoral no estaba consolidado como ahora, cuando ya aparece nítida la estrategia para que el PJ y la UCR se sumen a la propuesta de Juntos Somos Río Negro para la gobernación.

Las alianzas no son nuevas. Ya en 1989 -segunda elección desde el regreso de la democracia- el presidente de la Nación surgió del Frente Justicialista de Unidad Popular.

Pero en Río Negro es inédito que los partidos que históricamente confrontaron de forma rígida y visceral caminen hacia una mansa confluencia proselitista.

Para tomar dimensión, vale repasar los antecedentes. La UCR y el PJ concentraron desde 1983 hasta el 2011, como mínimo, el 62% de los votos en las elecciones provinciales (en 2003), con un pico de polarización en 1999, cuando las listas que dominaban sus dirigentes reunieron el 90,33% de los sufragios emitidos.

En una década esa relevancia se licuó de tal manera que el avance hacia la conformación de listas colectoras, con la fórmula oficialista en la cabeza de sus listas, los acerca a una imagen de mendigos, conformándose con las sobras de un poder que alguna vez tuvieron en sus manos.

Es imposible pensar en otros términos estas alianzas, porque el “gran acuerdo rionegrino” no tiene más rodaje que un puñado de discursos y exposiciones públicas del senador, Alberto Weretilneck. La necesidad de alejarse de las elecciones nacionales llevó las urnas provinciales al 16 de abril y los conceptos centrales que supuestamente sustentan la conveniencia de abrazarse a Juntos Somos Río Negro nunca llegaron a las bases peronistas o radicales.

De manera que -antes que una coincidencia programática o ideológica- estamos frente a un simple convenio a término cercano, que seguramente garantizará un puñado de bancas en la Legislatura a un elenco estable que, con más o menos estrella, nunca salió de circulación para que los partidos vuelvan a ese sentido fundamental que tienen para la democracia.


El 2023 aparece como un mojón en el camino político de Weretilneck, que desde afuera influyó en forma decisiva en el rumbo institucional de los partidos tradicionales.


¿Cómo fue que la UCR y el PJ de Río Negro terminaron a merced de un dirigente que no forma parte de sus padrones?

La habilidad de Weretilneck para reclutar almas con convicciones debilitadas no representa una sorpresa, pero este 2023 dejará un mojón en su camino, porque desde el 2012 su estrategia de captación fue más individual que grupal.

Ahora logró influir desde afuera, en forma decisiva, en el rumbo institucional de los partidos que disputaron el poder provincial durante 30 años.

“Estamos tratando de evitar la peor derrota en la historia del peronismo”, dijo esta semana el presidente del PJ, Sergio Hernández, empezando a explicar por qué valía la pena reconfigurar el Consejo partidario, crear la alianza Nos Une Río Negro y desafiar a la Justicia, suspendiendo las internas de congresales.

El escenario muestra otra cosa. Tal vez el peronismo rionegrino ya tuvo, sin llegar a las urnas, su peor derrota. Y lo que aparece ahora son los vestigios dinamitados de un partido que en siete de las ocho elecciones que hubo desde 1983 hasta el 2011 superó el 30% de los votos (sólo no lo consiguió en 1991).

Lo interesante es que la vida democrática sigue alentando a vecinos de la provincia a conformar partidos.

Entre habilitados y en trámite de reconocimiento, Río Negro tiene 109 fuerzas registradas por la Justicia.

Una raíz democrática consolidada, que suma esperanzas a la idea de poner las cosas en su lugar: que los clubes sean para la vida social y deportiva y que los partidos políticos vuelvan a ser los espacios centrales para debatir ideas y proyectos, en pos de mejorar la calidad de vida.


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