El silencio del MPN y el cansancio moral

Federico Aringoli

Editor responsable. Nació en 1982 en General Roca, Río Negro. Es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). Realizó tareas de investigación académica entre 2005 y 2007 como becario de la UNCo. Luego se formó en periodismo digital. En RÍO NEGRO fue editor de la sección Energía (2017-2018), jefe de la agencia Neuquén (2018-2022) y Prosecretario de Redacción (2020-2022). Reside actualmente en Neuquén capital. En Diario RÍO NEGRO desde 2005.

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El MPN enfrenta un horizonte oscuro. Por primera vez en seis décadas su esquema de poder está en crisis y padece los síntomas del desgaste social.


El 25 de septiembre de 2011, cerca de la medianoche, un eufórico Carlos Soria se tomaba unos minutos para hablar con al prensa. Acababa de ser electo gobernador de Río Negro poniéndole fin a 28 años de gobiernos Radicales. “Existió un cansancio moral”, ensayó ante la consulta por las claves de su triunfo. Un analista de este diario repasaba, tiempo atrás, los 10 años del fin de la UCR rionegrina y recordaba, como muestra de aquello, los siete ministros del fallecido gobernador Miguel Ángel Saiz, incluido su candidato a gobernador, que terminaron condenados por el desvío de fondos, conocidos como la causa de los sobresueldos.

El MPN enfrenta un horizonte oscuro. Por primera vez en seis décadas su esquema de poder está en crisis y padece los síntomas del desgaste social y del agotamiento de un modelo que fue muy exitoso, pero al que ya le empieza a entrar agua: todos odian al rey, pero todavía la mayoría le teme.

A diferencia de aquel radicalismo rionegrino que fue una “maquina de ganar elecciones” hasta 2007, el partido provincial neuquino ya sufrió derrotas, centralmente en las legislativas, que fueron maquilladas siempre con argumentos de la coyuntura.

Pero el costosísimo aparato clientelista, que la causa de las estafas de los planes sociales deja al descubierto, es cada vez más caro y da cada vez menos resultados. El caudal de votos propios del MPN se fue empobreciendo elección a elección: 41,6% (2003), 38,5% (2007), 30,33% (2011), 27,7% (2015) y 23,6% (2019). Las encuestas no contratadas por el oficialismo lo dejan hoy por debajo del 20%.

Claro que esos números, desde 2003, contaron con los anabólicos de las onerosas colectoras que elección tras elección crecen en el caudal de votos aportados.

Hay una cuenta conocida en la provincia y, pese a que no es autóctona, es cada vez más evidente: el crecimiento de los gastos corrientes en los años electorales. Un analista de la política neuquina se tomó el trabajo, tiempo atrás, de contrastar el dato contra lo presupuestado. El resultado no los sorprendería, pero vale la pena recordarlo: 49% por encima de lo presupuestado en 2003; 33,5% en 2007; 29% en 2011; 18,1% en 2015 y; 55% en 2019, representando el más alto de la serie para la reelección del gobernador Omar Gutiérrez.


Los gastos corrientes ya acumularon, en este 2022, más de 201.000 millones de pesos, es decir, el 75% de lo presupuestado para todo el año.


Los presupuestos provinciales suelen ser mas ordenados en los años que no hay elecciones de cargos provinciales, pero teniendo en cuenta el temprano llamado electivo, que acostumbró en el último tiempo el MPN, cuando se revisa el actual 2022, previa del 2023, se puede ver que en los primeros dos trimestres los gastos corrientes ya acumularon más de 201.000 millones de pesos, es decir, el 75% de lo presupuestado para todo el año.

Vale aclarar que, el proyecto elaborado por el ministro Guillermo Pons, fue devorado literalmente por una macroeconomía que se cobró dos ministros nacionales de Economía y que contaba, por ejemplo, con un cálculo del 33% de inflación anual. Sin embargo, esa misma ejecución de gastos es la que ya erogó 1.600 millones de pesos para los sospechados planes sociales del ministerio de Desarrollo Social.

Las novedades del caso de las estafas con los planes sociales acorralan más a un gobierno que elige no hablar del tema. Parece especular que callando conseguirá desviar la atención, sin embargo, este medio publicó esta semana un informe confidencial del BPN que duplica el tamaño de la maniobra investigada por el fiscal Pablo Vignaroli. Seguramente los 123 millones de pesos que se fueron por la canaleta de la corrupción sea solo el monto inicial de algo que se parece más al robo para la corona que a una caja política.

El gobernador elige no hablar aun cuando -más allá de la investigación- está claro que todos los controles en el BPN y del ministerio de Desarrollo Social fallaron o fueron neutralizados ¿No hay nada que cambiar o revisar para ese mecanismo de asistencia social? El gobierno dice colaborar con la investigación, pero ¿qué elementos aportó y cuán comprometidas están todas sus líneas en esclarecer lo ocurrido? ¿No salpica a otros gobiernos del MPN que se muestran activos en base a cuantiosas erogaciones? ¿Existirán presiones internas que abonan el silencio?


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