Inventándole el sentido a la vida

No se es ateo si se adoptan otras creencias tan fuertes como la religiosa para darle sentido a la vida: política o ideología. La poesía o el arte dice: "inventa tu propio sentido y anímate al desamparo, que es lo único que nos espera a los seres humanos".

Ser ateo es la cosa más difícil del mundo.

El mundo no tiene ningún sentido pero los seres humanos necesitamos creer en algún sentido para funcionar. A diferencia de los demás mamíferos, los seres humanos sabemos que vamos a morir. Por eso necesitamos creer que vivir tiene algún sentido. La fuente de sentido de la vida que más tiempo funcionó es la religión, en cualquiera de sus muchas formas.

Desde hace dos siglos ha comenzado un movimiento de cuestionamiento a las religiones tradicionales que eligió llamarse “ateo”, pero ser realmente ateo es muy difícil. Ser ateo no es tan solo no creer en tal dios o tal religión: es no creer en nada.

No se es ateo si se cree en las otras creencias tan fuertes como la religiosa para darle sentido a la vida: por ejemplo, las ideas políticas o los universos ideológicos. La militancia por el calvinismo o el catolicismo, por la cultura judía o por el islamismo no es diferente de la militancia libertaria, marxista o conservadora, salvo que los libertarios, marxistas y conservadores suelen ser más fanáticos que el creyente religioso promedio.

Ser ateo es algo muy difícil y tremendamente minoritario: uno realmente no debe creer en nada. A mí me llevó décadas darme cuenta que decía ser ateo, pero había cosas en las que creía como si fueran dios: primero, en la adolescencia apenas dejé de ser católico adopté la «revolución» para cambiar el mundo. Luego, la “libertad”, para que todos podamos elegir lo que queramos.

Es muy común eso de salir de una religión y comenzar a creer en una ideología que se parezca a la religión que dejaste. Y nada más parecido al catolicismo que la revolución de izquierda o progresista: cambiar el mundo para que sea un paraíso. Pero mucha gente que deja de ser de izquierda luego de ser joven termina siendo de la derecha más reaccionaria. Y así tampoco se es ateo.

Tampoco son ateos los que creen que hay un bando bueno (en el que está incluido el que cree en esta forma de ver el mundo) y uno malo (en el que están todos los que no piensan como él). Esta forma de ver el mundo es una religión que tiene ya unos 18 siglos: se llama maniqueísmo y la fundó en Persia un sacerdote llamado Manes, quien decía que era el último de los profetas. Decía que «los buenos o angélicos» venían al mundo al salvarlo de las hordas de «los malos o demoníacos”. Hoy el maniqueísmo impregna la mayoría de las creencias políticas: cada bando se cree angélico y piensa que sus adversarios conforman la hueste demoníaca.

Ser ateo es no creer en nada. Hace ya unos 35 años que yo no creo en nada. Realmente en nada. Y cuando acepto algo como positivo o bueno inmediatamente comienzo a dudar y lo pongo en estado crítico. Me interesa la «verdad» porque es la única medida intelectual que tenemos como animal racional para vivir en el mundo (que es puro lenguaje y construcción de sentido; y por lo tanto, lo único que puede ser «fijo» -al menos por un tiempo- es lo “verdadero»).

Nietzsche decía que las tres fuentes de sentido de la vida son la política, la religión y la poesía (o el arte en general). La Política necesita de líder al Legislador. El legislador nietzscheano no es un diputado del montón, sino que es el político que instaura la nueva Ley: César Borgia al comienzo de la Modernidad. Augusto al fundar el Imperio Romano. Jefferson en la democracia moderna. Todo líder político (aun el “más democrático») te pide que te sometas a su dictum.

La religión tiene de líder al Sacerdote. No el cura o el rabino de la otra cuadra. El Sacerdote es el que funda sentido religioso: en el cristianismo los Sacerdotes son pocos, Saulo-Pablo, que inventa la religión cristiana, Agustín y Tomás que le dan la forma que hace de esa creencia la más universal y adaptada a toda cultura posible. En el Islam es Mahoma. En el judaísmo es Moisés.

La poesía o el arte no tiene líderes porque su mensaje dice: «inventa tu propio sentido y anímate al desamparo, que es lo único que nos espera a los seres humanos, salvo que quieras ser un amo o un esclavo; entonces elige la religión o la política y sé un esclavo (la mayoría) o un amo (la minoría)”.

Los ateos somos poetas desamparados. Arrojados al azar de la vida. Alegres de vivir en el absurdo cotidiano y sin otra esperanza de que el fin irremediable no sea doloroso ni cruel.

Ser ateo es para casi nadie.


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