Palimpsestos: «Anteojito»

Columna semanal

En este enero infernal me topé en una librería de saldos con el último ejemplar de la revista “Anteojito” fechado el 9 de enero de 2002. Fue la primera revista que tuve entre mis manos en aquella inaugural y analfabeta infancia campesina; todavía veo aquel niño en la cocina que olía a leña, pasear sus ojos asombrados por ese abanico de colores y la lámina gigante de San Martín en su caballo blanco, aquellas imágenes han quedado marcadas a fuego en la memoria.

Dicen las estadísticas que “Anteojito” vio la calle el 8 de octubre de 1964. Mantuvo una línea editorial que no se modificó mucho con el paso del tiempo. Los chicos teníamos las primeras disputas intelectuales entre aquellos del bando de “Anteojito” y los del bando “Billiken”, una especie de Boca-River revisteril. Con el tiempo me sumé a la pandilla de “Billiken”; pero a veces envidiábamos a esa serie de personajes divertidos que tenía “Anteojito”.

¿Qué sería de la ciudad de Trulalá sin ese grupo de malos malísimos que le ponían un poco de acción? El más malo de todos, el profesor Neurus, secundado por la bruja Cachavacha y el Gran Hampa, un malo misterioso que García Ferré le adjudicó su identidad oculta a Serrucho.

Por el lado de los buenos estaban Anteojito, el tío Antifaz, el gran Hijitus, el perro Pichichus, el Comisario y el millonario Gold Silver. Después aquellos que ocupaban un lugar intermedio, Oaky -el bebé caprichoso y malcriado- ,el arrabalero Pucho, el mudo Serrucho y el detestable mayordomo Gutiérrez. También había otras historietas como “Pelopincho y Cachirula”, “Pi-Pío”, “Ico el caballito y ¡“Calculín”! , sinónimo del chico inteligente y estudioso y seudónimo de todo compañero que usara anteojos y se destacara en la escuela. En cuanto a los temas, siempre enfocados a las necesidades escolares hacían ver cierta ideología conservadora en la historia y una visión centralista desde lo geográfico.

Con “Anteojito” se fue un modo de hacer revista orientada a los chicos que concurrían a la escuela primaria. Mezclaba el entretenimiento con el saber. Los contenidos escolares con las historietas. Respondía a necesidades de un mundo ya irremisiblemente agotado.

Néstor Tkaczek

ntkaczek@hotmail.com


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