Petróleo y gas: entre diagnósticos y propuestas

Todos están pendientes de la política energética y económica que podría aplicarse a partir del 10 de diciembre.

LA SEMANA ECONÓMICA

Nadie sabe quién será el futuro presidente de la Nación que asuma el 10 de diciembre, ya que ni siquiera están oficializadas las candidaturas. Sin embargo, en el ambiente petrolero -al igual que en muchos otros sectores productivos- todos están pendientes de la política energética y económica que podría aplicarse a partir de entonces. Esta realidad pudo corroborarse durante el concurrido seminario organizado en Buenos Aires por el grupo de ocho exsecretarios de Energía con el objetivo de reivindicar el compromiso expreso logrado en 2014 de los principales precandidatos presidenciales (excepto Daniel Scioli) para promover, entre otros puntos, una política de Estado para hidrocarburos con consenso entre la Nación y las provincias; privilegiar el rol de YPF, manteniendo su capitalización bursátil y las asociaciones con petroleras locales y extranjeras y llamar a licitación internacional para auditar las reservas. Aun así, el eje de las exposiciones de varios especialistas fue el duro diagnóstico sobre la actual situación del sector energético en general, junto con propuestas para que la producción de petróleo y gas (no sólo de YPF) pueda recuperarse como ocurrió en otras épocas, con políticas más racionales, previsibles y sostenibles que las aplicadas durante la mayor parte de la era K, cuando se fomentó el consumo subsidiado y se desalentó la inversión privada. En el panel sobre hidrocarburos, Juan José Aranguren acaparó la atención porque no se descarta que, cuando abandone la presidencia de Shell Argentina el 30 de junio próximo, podría sumarse a las filas de la alianza Pro-UCR y ocupar un rol relevante en el área energética si Mauricio Macri alcanza la Presidencia. Su postura a favor de un cambio de orientación fue contundente: no se pueden lograr resultados diferentes con las mismas políticas, enfatizó. El titular saliente de Shell fue más allá: aludió tácitamente a Axel Kicillof, al afirmar que sin esas “horribles palabras” (clima de inversión y seguridad jurídica) no será posible recuperar al sector de hidrocarburos. También sostuvo que la realidad siempre golpea a la puerta, como lo demuestra el hecho de que ahora se haya subido el precio en pesos del crudo al equivalente de 76 dólares el barril para evitar el uso de divisas y sostener la producción local y bajado al mínimo las retenciones a la exportación. Otro tanto ocurrió con la reducción de cinco a tres años del plazo para girar divisas al exterior y de 1.000 a 250 millones de dólares del piso de inversiones para acceder a la nueva Ley de Hidrocarburos. En el mismo sentido, apoyó el acuerdo de enero de este año para mantener ajustados los precios de los combustibles al dólar oficial, señalando que los paga la demanda y no el Estado, que recauda 42% del precio del gasoil y 49% de las naftas. Aun así, reconoció que la Argentina volvió a ubicarse a contramano del mundo con los precios domésticos del petróleo por encima de los internacionales, como también ocurría cuando éstos eran altos y aquí eran 50% más bajos. A su juicio, debería seguirse un sendero gradual de reducciones para equilibrarlos, mientras la tecnología ayuda a bajar costos. Paralelamente, justificó los subsidios estatales del Plan Gas “para incentivar una mayor producción y reducir importaciones más costosas para generar electricidad”. Para Aranguren, la próxima administración deberá pensar en una matriz energética para los próximos 30/40 años, sin descuidar la necesidad de reducir importaciones. En este sentido, advirtió que la Argentina tiene actualmente una menor capacidad de refinación debido a la caída de la producción de crudos livianos de la Cuenca Neuquina, que en el futuro podrá compensar con el petróleo no convencional de Vaca Muerta, que contiene un tercio menos de azufre. “No son muchos los países donde se puede encontrar esa calidad”, afirmó. En el mismo panel, el consultor Daniel Gerold señaló que Vaca Muerta se encuentra en una etapa incipiente para determinar qué volúmenes se pueden explotar de petróleo y gas, a partir del trabajo de varias empresas con pozos realmente interesantes. No obstante, precisó que la producción no convencional de crudo alcanza al 3,7% del total, con la perforación de 426 pozos y una inversión de 5.500 millones de dólares. Y que el promedio por pozo indica que es necesario mejorar la productividad con pozos horizontales, sobre todo con la caída de los precios del crudo. Según Gerold, realinear los precios domésticos del petróleo con los internacionales implicaría que el 50% de los pozos no podría perforarse por su alto costo y, al igual que Aranguren, propuso una convergencia gradual, en este caso durante el período 2016/2019 y con acuerdo legislativo, para volver a los precios del mercado en el período presidencial subsiguiente. En otro panel, el consultor Roberto Brandt (expresidente de Metrogas) sostuvo que YPF y otras petroleras dieron un primer gran paso con los hidrocarburos no convencionales. Pero juzgó como un error político que desde el gobierno se generara la confusión de comparar Vaca Muerta con Arabia Saudita, cuando en realidad se necesitará mejorar la productividad para evitar un fiasco. Por otro lado, propuso reducir los embarques de GNL (limitándolos a atender los picos de demanda) y explorar en cambio la posibilidad de importarlo desde Chile y Uruguay (invirtiendo el sentido de los gasoductos que hace dos décadas se construyeron para exportar el fluido), mientras se recupera la producción local. La crudeza de otros diagnósticos no dejó de sorprender. Gerold estimó que durante siete u ocho años se van a necesitar más combustibles y gas para generar electricidad, porque la demanda es inelástica aún con precios más altos. Y Fernando Navajas (economista de FIEL) aconsejó un sendero gradual de varios años para reducir los subsidios a la energía para hogares e industrias. porque los actuales precios y tarifas son los más bajos en términos reales desde 1945, con fuertes disparidades regionales, y un shock sería intolerable. De ahí que propuso aplicar una tarifa social de monto fijo y criterios de eficiencia energética, como tarifas diferenciales según horarios pico o demanda estacional. Este sinceramiento no fue muy diferente al que el CEO de YPF, Miguel Galuccio planteó casi simultáneamente durante una conferencia en Uruguay. Allí reconoció que Vaca Muerta no es rentable con los actuales precios del crudo en torno de 50 dólares por barril y costos laborales que siguen siendo altos, lo cual obligará a un esfuerzo de productividad. Apenas una semana después que YPF enviara su informe anual a la Bolsa de Nueva York, advirtiendo sobre los riesgos que la inflación y las restricciones de acceso al financiamiento externo a raíz del conflicto con los holdouts pueden provocar en los resultados de la compañía. “La realidad energética entró por la ventana y afectó a la macroeconomía”, afirmó Navajas tras explicar que el déficit energético provocó el drenaje de reservas del BCRA que desembocó en el cepo cambiario, mientras los subsidios crecen de forma exponencial. Por caso, sólo en el 2014 las importaciones de gas y combustibles totalizaron 11.000 millones de dólares, el déficit energético se ubicó en 6.800 millones y los subsidios equivalieron a 18.000 millones, de los cuales 6.000 millones corresponden al gas.

Néstor O. Scibona


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