¿Por qué los precios difícilmente bajen en las carnicerías?

Los recientes valores acordados entre la industria y el Gobierno se encuentran por debajo de los costos que presenta un local de este tipo. Las medidas son las clásicas de un año electoral, que poco impacto tendrán en el mercado.

Redacción

Por Redacción

La teoría del Gobierno señala que, al suspender las exportaciones de carnes, más oferta queda en el mercado y esto terminará generando una presión a la baja sobre los precios finales del producto.

Gran parte de la bibliografía económica apuntala este tipo de concepto. Sin embargo, hay que destacar que estamos en la Argentina -un tema no menor a la hora de hablar de reglas de mercado- y que los efectos de este tipo de medidas en una actividad productiva como la que estamos hablando tiene por lo general efectos muy negativos en el mediano y largo plazo.

Sin ir muy lejos, en 2006 el entonces presidente Néstor Kirchner y su jefe de Gabinete Alberto Fernández tomaron una decisión similar frente a la suba que registraban los precios de la carne. El resultado, pasado un tiempo, fue que los valores del producto no bajaron y que el sistema perdió 10 millones de cabezas de ganado, cerca del 20% del stock que tenía el país.

Hoy la historia se repite y no hay ninguna variable adicional a las observadas 15 años atrás como para decir que los resultados que se puedan obtener sean distintos a los de aquel entonces.    

En la actualidad la distribución minorista del mercado de la carne está concentrada un 70% en carnicerías (locales únicos) y el 30% a través de supermercados. Estos últimos son los que podrán sostener los precios acordados con el Gobierno teniendo en cuenta que son segmentos comerciales fáciles de controlar por parte del Estado. Las carnicerías -que están muy atomizadas en todo el mercado- son difíciles de fiscalizar y mantendrán sus precios lejos de los que exige el Gobierno. Pero esto no es una cuestión de capricho, sino simplemente porque los valores acordados los dejan fuera del mercado.

Pero vamos a los fríos números de la economía. Hoy una media res bajada en cualquier carnicería ubicada en la región de Río Negro y Neuquén está en un promedio de 450 pesos por kilo.

Si quitamos lo que se denomina desperdicio -grasa, hueso y otros conceptos- el valor de esa meda res alcanza un promedio de 520 pesos por kilo. A esto un carnicero medio debe agregarle: el gasto de alquiler del local (si no es dueño), gastos de servicios (luz, gas y agua) e impuestos y tasas comerciales. Sumados estos gastos, el costo del kilo de carne se ubicaría -en promedio sobre una carnicería de barrio- por encima de los 550 pesos.

Los recientes valores acordados por el Gobierno colocan al vacío en las góndolas del país a 499 pesos, matambre a 549 pesos, cuadrada/bola de lomo a 515 pesos, tapa de asado a 429 pesos, carnaza a 379 pesos, falda a 229 pesos, roastbeef a 409 pesos; espinazo a 110 pesos; carne picada 265 pesos y paleta a 485 pesos. Para nuestra región puede que haya algunos ajustes. Ninguno de estos precios listados se encuentra por debajo del costo por kilo que tiene una carnicería para poder funcionar con una mínima rentabilidad.

Uno puede decir que el lomo u otros cortes cotizan muy por encima de estos valores; pero hay que aclarar que los cortes acordados se llevan poco más del 80% de lo que es la media res. Es decir que, para recuperar las pérdidas que generan, el resto de los cortes deberían venderse a valores siderales.

Este simple ejemplo da cuenta, en definitiva, de la imposibilidad de las carnicerías de poder cumplir con el acuerdo de precios que estableció el Gobierno con los frigoríficos.

Datos Clave

70%
del comercio de carnes en nuestra región se canaliza a través de las tradicionales carnicerías de barrio.
450
son los pesos por kilo promedio que hoy se baja una media res en una carnicería tipo de Río Negro y Neuquén.

Las anomalías que presenta un mercado muy complejo


Esta claro que el Gobierno quiere llegar a las elecciones con algún acuerdo de precios, sobre un producto que es muy sensible para los argentinos, intentando así dar señales a la sociedad de que algo se está haciendo para torcer la inercia de los acontecimientos.

Pero la realidad muestra que las recientes medidas aplican para la famosa paradoja de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957): cambiar todo para que nada cambie.

El Gobierno tomo la decisión de cerrar las exportaciones por un mes para ordenar el mercado de la carne, tal como lo señaló el ministro de la Producción, Matías Kulfas, al dar a conocer la medida. Como si en 30 días se pueda cambiar la historia de más de cuatro décadas en un mercado donde más del 60% de su comercio tiene algún tipo de irregularidad fiscal.

Aumentar el stock de hacienda, una de las salidas a esta crisis.

En nuestra región se observa con claridad este tipo de distorsiones. Toda la cadena de producción y comercialización esta viciada de anomalías. El mercado en negro lidera con holgura las estadísticas. A nivel nacional el esquema es el mismo. Al no haber reglas de juego claras y carecer -desde hace tiempo- de un Estado fiscalizador eficiente las anomalías se potencian. Y en este escenario ganan los vivos, que son los que hacen sus negocios por fuera del sistema.

Sin la corrección de estas dos variables difícilmente puedan llegar más inversiones para aumentar en términos reales la oferta de hacienda y así lograr precios accesibles en las góndolas.


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